Los conocimientos bíblicos de Shakespeare van más allá de ese depósito común y hasta popular de verdades cristianas.
Shakespeare conocía bien el Antiguo y el Nuevo Testamento, según las citas, alusiones, huellas y reminiscencias bíblicas contenidas en los pasajes shakespearianos que aquí estoy citando. El poeta supo comprender el mensaje divino de estos escritos, se identificó con ellos y ellos fortalecieron su experiencia espiritual y llevaron el amor y la ternura a su corazón cristiano.
La pregunta surge ahora inevitable: ¿Qué BIBLIA conoció Shakespeare?¿En qué texto bebió esos conocimientos que demuestra tener de la teología cristiana?
Tillyard dedica toda la primera parte de su libro
[1] a enumerar las fuentes históricas y literarias de que se sirvió Shakespeare para la composición de sus obras. Es indudable que aporta nuevos datos al conocimiento de esas fuentes, pero el profesor de Cambridge olvida lamentablemente la BIBLIA.
Ni los muchos textos que cita sobre temas religiosos de autores anteriores o contemporáneos de Shakespeare, ni las importantes Homilías publicadas por la Iglesia Anglicana y que el poeta pudo oír y leer desde que tenía ocho años, pudieron ser suficientes para dar a nuestro autor el conocimiento bíblico que demuestra en sus obras.
Shakespeare leyó directamente y por sí mismo el texto bíblico. De esto no hay duda.
La VERSIÓN AUTORIZADADE LA BIBLIA en inglés no apareció hasta el año 1611. Por entonces, Shakespeare tenía ya todas sus obras escritas. LA TEMPESTAD, que fue la última, la terminó en 1612. No es imposible que Shakespeare conociera esta versión, pero sus conocimientos bíblicos no podían venirle de ahí.
Desde mucho antes de su nacimiento circulaban por toda Inglaterra diferentes traducciones de la BIBLIA completa, del NUEVO TESTAMENTO y de porciones bíblicas.En 1382 se publicó la BIBLIA entera que Wyclif tradujo de la VULGATA LATINA al inglés. La lectura de estos textos estaba prohibida por la Iglesia católica, pero falta saber si esta prohibición afectaba a Shakespeare y si, quien no tuvo escrúpulos de conciencia al hospedarse en casa de un hugonote y participar, al parecer, de modo activo en los problemas familiares de este hombre, los tendría de leer el Libro que los hugonotes leían y que era para ellos la única autoridad en materia religiosa y al mismo tiempo Código moral por el que se regían de forma estricta.
Si hacemos caso a lo que nos dice su amigo personal, Ben Johnson, Shakespeare “conocía poco latín y menos griego”. Esto le impediría leer LA VULGATA y nos obligaría a aceptar que Shakespeare adquirió sus conocimientos bíblicos en cualquiera de las muchas traducciones inglesas publicadas con anterioridad a la VERSIÓN AUTORIZADA.
De todos modos, el lugar donde halló el tesoro no es tan importante como el tesoro mismo. Shakespeare conoció y amó la BIBLIA y de sus páginas inspiradas bebió con avidez.
Al caer la tarde de su vida, cuando las sombras paseaban sus atardeceres sobre la casa de Stratford y la muerte llamaba a su corazón cansado por tantas emociones, antes de que el telón cayera definitivamente, el poeta pudo haber encontrado en la Biblia ese camino seguro y recto que conduce a la presencia de Dios.
[1]E.M.W. Tillyard: SHAKESPEARE´S HISTORY PLAYS, Londres, 1962.
Si quieres comentar o