El debate nacional en EEUU sobre el déficit nacional, los impuestos a los ricos, la seguridad social y el cuidado médico de los pobres ha hecho resaltar los valores importantes de nuestra sociedad.
Mientras sigue subiendo el nivel de pobreza, los ricos se hacen más ricos.
En un país rico le damos más importancia el presupuesto militar o al recorte de impuestos que a la educación de nuestros hijos o al cuidado de los pobres y los ancianos. Los medios masivos siguen celebrando el derroche y el dispalfarro como señales de una vida de bien y a los artistas y deportistas como modelos de éxito.
Hace algunos años atrás propuse una serie de “bienaventuras” que parecen ser los “verdaderos” valores de nuestra sociedad.
Estos valores han pentrado tan profundamente que aún se ven reflejados en algunas de nuestras predicaciones. Los cristianos confesamos que seguimos a Jesús, pero muchas veces nuestras acciones y nuestros compromisos reflejan que hemos sido seducidos por las prioridades de “este mundo”.
Bienaventurados los poderosos, porque ellos conseguirán lo que quieren.
Bienaventurados los de personalidad carismática, porque ellos serán escuchados.
Bienaventurados los siempre están en victoria y nunca tienen que llorar.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de más bienes materiales, porque ellos alcanzarán todo lo que nuestra sociedad considera importante.
Bienaventurados los “bellos” porque ellos serán alabados y celebrados.
Bienaventurados los que se imponen sobre otros, porque ellos tendrán poder y posición en la sociedad y en la iglesia.
Bienaventurados los que nunca admiten sus pecados, porque muchos creerán que son perfectos.
Bienaventurados los que nunca sufren, porque ésta es la prueba de que tienen la bendición de Dios.
Bienaventurados los que son celebrados y alabados por su espiritualidad, porque ellos se han ganado la bendición social.
(Se publicó una versión de esta lista por primera vez en la columna “Alterando el curso” del periódico EL INTER en marzo 2006.)
Jesús comenzó su Sermón del Monte con una serie de bienaventuranzas. La lista en Mateo 5:1-16 (y Lucas 6:20-26) nos presenta los valores del reino de Dios en contraste con los valores del imperio romano de su día. Lo que resalta de la lista es que Jesús presenta una contrapropuesta a lo que las sociedades humanas consideran importante.
Bendice a los “fracasados” y a quienes trabajan a favor de los pobres y maltrados por una sociedad que está enamorada del “éxito”.
En la gracia divina se bendice lo que muchos consideran señales de debilidad y fracaso.
Esto nos confronta con las preguntas: ¿Cómo sé que Dios me está bendiciendo? ¿Qué galardón estoy buscando? ¿Qué medidas utilizo para “saber” que Dios está conmigo?
Jesús nos confrontó con el hecho de que mucho de lo que consideramos “bueno” e “importante” en nuestra sociedad no llega al fondo del compromiso que él busca desarrollar en sus seguidores.
Jesús no nos está llamando a ser gente buena, sino a ser gente diferente. Ser bueno es tratar bien al que me trata bien. Ser seguidor de Jesucristo implica amar y servir al enemigo. Ayudar al necesitado es bueno, dar anónimamente es ser seguidor/a de Cristo Jesús. Dar mis diezmos cuando tengo un buen trabajo es bueno. Vivir la vida reconociendo que sólo soy mayordomo y que todo lo que tengo es don divino es buscar la bienaventuranza divina. Podríamos hacer una lista muy larga de contrastes como estos. Pero lo más importante no es hacer listas, sino de reconocer la diferencia entre lo “bueno” de nuestra sociedad y los valores del reino de Dios.
Las bienaventuranzas nos sirven como una invitación a reordenar nuestros valores como seguidores de Cristo Jesús.El éxito en el reino no se ha de medir por lo que acumulo, ni el reconocimiento que obtengo, sino por buscar el bien de otros y estar dispuesto y dispuesta a sufrir por la causa de Cristo y la justicia.
Que el Señor levante a mujeres y hombres que estén dispuestos a utilizar estos valores al lidiar con los problemas presupuestarios de nuestro país (y nuestro mundo). Ellos en verdad serán bienaventurados.
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