El recorrido por estas iglesias locales nos está proporcionando una adecuada comprensión de la Iglesia como cuerpo universal, como Iglesia Católica. Realmente aprendemos más sobre la Iglesia en las circunstancias de estas iglesias locales, que en los manuales y teologías sistemáticas.
La descripción de la situación de la iglesia en Tiatira parece inmejorable: “Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras”; y todo eso en medio de un contexto dificultoso, nada favorable.
La ciudad, como las otras cercanas donde también existen iglesias, vive bajo el poder ideológico y comercial de Roma. Su prosperidad depende de su servidumbre al poder establecido. También en Tiatira sus dioses y héroes han sido recolocados en un sincretismo donde aparezcan como parte (subordinada, eso sí) del Imperio. También en Tiatira la confesión de que Cristo es el Señor supone un escándalo y rebelión religiosa y política. No tienen allí los cristianos, la iglesia, ni igualdad de derechos, ni subvenciones (otros cultos sí), ni locales cedidos o permitidos por el Estado. No tienen nada de fuera de ella misma, y lo tienen todo. Y progresan en la fe. Ese es su mejor programa político: ser fieles a su Señor en todas las cosas. [Cuando el cristianismo propuso otra filosofía política con Constantino y los siguientes emperadores, lo ganó todo de fuera, y lo perdió todo de dentro. El envoltorio fue de púrpura y oro, el corazón, de muerte y corrupción.]
Hasta aquí sabemos cómo estaba la fe de estas iglesias. Aunque el marco sea una iglesia local, y la responsabilidad de su situación no salga fuera de su propia casa, el mensaje debe oírlo “la Iglesia”. En esa estamos. Y precisamente no “escuchamos” cosas que hoy aparecen en los programas eclesiásticos como básicas. Salvo alguna excepción, es penosísimo leer en las teologías sistemáticas el apartado de Eclesiología (cuando lo tratan) y de Sacramentos. ¡Cuánto escolasticismo! ¡Cuánta doctrina de hombres! ¡Cuántas cadenas! Cuando se ha cambiado el mandato sustancial de hacer todo “decentemente y con orden”, por un cúmulo de “ordenanzas” y formalismos, cuando lo primero que se ve y oye en la iglesia es su liturgia, tradiciones y costumbres humanas, entonces aprendemos cómo está la fe de esas iglesias: desviándose en perversiones, creando un nuevo camino, una nueva verdad, por los que obtener una “nueva” vida. Entonces aprendemos cómo la “iglesia” expulsa de nuevo al Mesías de su terreno “sagrado”, cómo la cruz de nuevo tiene que estar fuera del templo sagrado, cómo los templos se llenan de cruces que no son la de Cristo.
A la iglesia en Tiatira se le avisa de que, con todo lo bueno que tiene, necesita corregir una situación. De lo contrario, todo el cuerpo será afectado. La ciudad es un ejemplo de esa prevención. En medio de una vía importante, su historia es la de un núcleo defensivo que tiene que estar alerta siempre; preparada para repeler la invasión externa. Si es así, ¿cuánto más debe prevenir el peligro dentro de sus muros?
[El almirante Blas de Lezo, el “mediohombre” (era tuerto, le faltaba un pierna, y tenía el brazo derecho inutilizado) que infligió la más desastrosa derrota a la armada inglesa (tan vergonzosa, que la han intentado ocultar, parece que con bastante éxito); el estratega formidable que derrotó a una armada muy superior a la “Invencible”, con solo unos 5 o 6 barcos, aunque con la ayuda de las defensas de costa, en Cartagena de Indias, usó el método de lo que en Tiatira se avisa como peligro.
Los soldados ingleses que en la costa se contagiaron de enfermedades tropicales, en vez de ser dejados en tierra, fueron incorporados a sus buques. Al poco, media flota estaba enferma. Aunque desde fuera la paliza no fue pequeña, la derrota final se debió a la situación interna de la armada. (No sé por qué habré puesto este ejemplo, hay otros muchos. De todos modos, los que tengan interés en este episodio, metan en un “buscador” el término Mediohombre o el nombre del almirante: Blas de Lezo. También vale La oreja de Jenkins, para su contexto.)]
Una iglesia tan bien asentada y confirmada, que tiene un problema. Una pretendida profetisa estaba enseñando y guiando en la dirección incorrecta. En la iglesia cristiana debemos sobrellevarnos, tolerarnos y no mirar a nadie por encima del hombro. Algunas cosas, sin embargo, no se pueden tolerar. Esa tolerancia estropea todo el conjunto. No siempre es fácil saber qué cosas entran en un apartado u otro.
Juan en una carta nos dice que no recibamos a los que traen una enseñanza determinada; en otra reprocha a un tal Diótrefes porque no recibe a los hermanos. Las dos cosas son necesarias, pero no siempre es fácil reconocerlas. La enseñanza sobre un tema escatológico de Himeneo y Fileto hace a su enseñanza “carcomer como gangrena”. Seguro que hay formas de pensar en ese terreno que “pueden” tolerarse sin que gangrenen el cuerpo, la comunidad. Lo que aquella mujer enseñaba era gravísimo, seguramente sin aparentarlo.
Es una lección que debemos aprender. La iglesia que estaba acostumbrada a discernir las diferentes formas de paganismo religioso, con sus modalidades y sincretismos, la que se afirma con fe, y amor, y constancia, y perseverancia en la obediencia a su Señor, ahora no ve suficiente peligro en el sincretismo que propugna la “profetisa” en su mismo interior. Seguramente, incluso, ese sincretismo, ese comer de lo sacrificado a los ídolos, esa participación en sus liturgias (Pablo ya había enseñado que la comida de carne vendida en ámbito externo, aunque procediese de ritos, se podía comer con libertad, siempre con el bien y la edificación de los hermanos como horizonte), se presentaba como algo no solo apropiado, sino excelente para el testimonio y la expresión social del cristiano. También hoy existen justificaciones para todo tipo de desvaríos. Pero por mucho que se “arregle” la cuestión, si una esposa comparte cama con extraño, eso no es “fidelidad”, sino fornicación y adulterio.
Como en las otras cartas, Cristo aquí se presenta en figura de lo que es opuesto a la filosofía política y religiosa imperante en la ciudad. El aviso es solemne y tan cercano para nosotros en las diferentes situaciones que se pueda encontrar el cristiano hoy en el mundo. La iglesia fiel “pastoreará” con vara al mundo; ¡pero tiene que empezar por la profetisa!
Seguimos, d. v., aprendiendo la semana próxima en Sardis.
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