La impactante noticia me hizo cambiar el tema sobre el que deseaba escribir en
Protestante Digital. Al estar leyendo el viernes en la mañana el periódico
La Jornada,
me pareció de suma importancia ayudar a difundir la terrible situación que viven los evangélicos de San Rafael Tlanalapan, que forma parte del municipio de San Martín Texmelucan, a 90 minutos por carretera de la ciudad de México.
Solicito a los lectores y lectoras que revisen cuidadosamente la nota informativa que voy a reproducir debajo de este pequeño comentario. Notarán cómo
en las agresiones a los evangélicos del poblado se conjuntan los poderes religioso y político locales para negar derechos humanos, violar flagrantemente la Constitución mexicana, que garantiza la libertad de culto, y hacer todo ello de forma pública sin que las autoridades gubernamentales del estado de Puebla, entidad a la que pertenece el municipio de San Martín Texmelucan, se movilicen para actuar de inmediato.
De manera flagrante el secretario de Gobierno de Puebla, Fernando Manzanilla, falta a sus deberes cuando trivializa los hostigamientos y amenazas a la comunidad evangélica de Tlanalapan, y considera que todo se debe a “diferencias de fervor religioso”. La cuestión es que cuando una de las partes lleva su “fervor religioso” al terreno de las acciones como para pretender expulsar a quienes no son católicos, entonces el funcionario gubernamental debe actuar para evitar la perpetración de los delitos anunciados.
También notarán los lectores que
el convocante para expulsar a los evangélicos es un sacerdote católico, de nombre Ascensión Benítez González. Este declarado enemigo de la tolerancia y el derecho a elegir otra creencia y práctica religiosa que no sea el catolicismo, “en su homilía del domingo pasado, incitó a sus feligreses a que presionen a los evangélicos para que se vayan del pueblo”.
¿Qué espera la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, dependiente de la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior) federal para sancionar ejemplarmente al cura incitador y medieval que busca extirpar a toda costa a quienes han optado por otra fe.
Se hace necesaria la actuación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en Tlanalapan.
Con igual o mayor urgencia la comunidad evangélica mexicana tiene que movilizarse para defender a los amenazados. Y la contribución de la comunidad evangélica internacional está por el lado de hacer llegar sus protestas a las representaciones diplomáticas de México en distintos países.
Reproduzco la
información de la reportera Yadira Llavén, que da cuenta de lo acontecido no en el siglo XVI ni el XIX, sino el México del siglo XXI:
Católicos tradicionalistas de la junta auxiliar de San Rafael Tlanalapan, en el municipio de San Martín Texmelucan, amenazaron con linchar y crucificar a evangélicos. Advirtieron que no tolerarán a nadie que no comparta el credo mayoritario en la localidad y advirtieron que los evangélicos deberán irse antes del lunes.
El secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla, minimizó la situación y dijo que sólo se trata de diferencias de fervor religioso.
Unos 200 católicos, encabezados por el cura Ascensión Benítez González y por el presidente auxiliar Antonio García Ovalle, se reunieron la noche del miércoles fuera de la capilla de San Isidro Labrador para ir por los 70 evangélicos de la comunidad.
García Ovalle habló con los evangélicos y dijo a los católicos que aquéllos abandonarían el pueblo para evitar un enfrentamiento. Aun así, la turba exigió expulsar a golpes a los protestantes en ese momento.
Uno de los católicos exigió a los evangelistas irse de Tlanalapan antes del lunes 12 de septiembre y advirtió en nombre de sus cofrades que si se quedaban serían crucificados.
Este pueblo es de católicos. A nivel nacional somos reconocidos por no tener templos ni alabanzas (de otras denominaciones religiosas). Los cristianos vienen de otros lados; no son de la comunidad y no conocemos sus mañas ni sus intenciones. Si no se van el lunes, ya sabemos cómo correrlos, afirmó una mujer.
Reunidos en la iglesia del pueblo, advirtieron que actuarán por la noche o de madrugada para evitar la presencia de autoridades o periodistas.
Temerosos, algunos evangélicos buscaron la medianoche del miércoles refugio en la iglesia cristiana del Alto Aposento, donde el pastor Josué Ovando Jiménez oraba acompañado por otras 15 personas.
Sólo acudieron dos patrullas y cuatro agentes del municipio de Texmelucan, además del delegado distrital de Gobierno, Roberto Solano.
El primer antecedente de este conflicto en Tlanalapan se remonta a 2006, cuando los evangelistas exigieron a las autoridades municipales acceso a la red de agua potable, que les era negado por los católicos. Cinco años después, en su homilía del domingo pasado, el párroco Ascensión Benítez incitó a sus feligreses a que presionen a los evangélicos para que se vayan del pueblo.
Los evangélicos interpusieron ante el Ministerio Público de Texmelucan una constancia de hechos por los delitos de agresiones y los que resulten, con el número de expediente 1295/2011.
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