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Allí afuera…

- Allí afuera, la gente es malvada.- Le decía su madre mientras le peinaba con agua de colonia.- Hay muertes todos los días, robos, guerras ¡Vamos de mal en peor!
OJO DE PEZ AUTOR Julia Jiménez Echenique 03 DE SEPTIEMBRE DE 2011 22:00 h

La misma retahíla de cada mañana, desde hacía tantas mañanas que Matías no era capaz de recordarlo. Aunque ya era un adolescente, su madre seguía peinándole con esmero, describiéndole el horror que él jamás había conocido. Y es que, aquel cuarto de poco más de treinta metros cuadrados, solo veía abrir su puerta una vez al mes, cuando Catalina, la madre amantísima, salía a comprar víveres y medicinas.

- Estamos en época de violencia.- Sentenciaba antes de despedirse.- No es necesario que nos arriesguemos los dos.

Nunca tardaba más de dos horas en regresar, cargada y preocupada por lo que pudiera haberle pasado a su hijo en su ausencia. Durante ese tiempo, Matías temblaba de pánico bajo sus sábanas, no fuera a ser que alguno de esos hombres malos que poblaban el mundo, fuera en su busca aprovechando que se hallaba indefenso. Indefenso sin su madre. Madre modelo, fuente de sabiduría.

***

Catalina sólo tenía 19 años cuando quedó embarazada, de su primer y único novio, que huyó despavorido al conocer las novedades de su última conquista. Aunque lejos de su pueblo natal, a Catalina la pudieron la culpa y la vergüenza, por lo que decidió ocupar el desván de sus difuntos padres. Se trataba de un semisótano sin ventanas y de puerta estrecha, al fondo de un patio de vecinos. No tenía acceso directo a la calle, si no era a través de las terrazas dispuestas como tendederos. Abrió un pequeño tragaluz en la parte superior de una de las paredes, solo para que se colase el aire y se refugió a sabiendas de que podría subsistir con su pensión de huérfana de Capitán del Ejército. En aquel habitáculo, con el hijo que estaba por venir, podría ocultarse de las miradas ajenas y estar a salvo de la maldad, el engaño y la mentira.

Por supuesto, tuvo que ejercer de enfermera, maestra y guía de su hijo que, amedrentado, nunca había cruzado el dintel de la puerta de su exigua vivienda. ¿Para qué habría querido salir allí afuera, donde reinaban los peligros y la desesperanza? Únicamente, su madre y la matrona que le trajo al mundo tuvieron contacto con él. Hasta que, por aquel entonces, se había convertido en un adolescente pálido, delgado y torpe. Aniñado y sin apenas fuerza, moral ni psíquica.

Los domingos, Catalina ponía sus discos de sambas argentinas y ambos quedaban extasiados. Ni radio ni televisión, sólo unos viejos discos que ya nadie recordaba.

***

Hubo un tiempo en el que Catalina creyó firmemente que podría mantenerse, junto a su hijo, ajena al mundo y sus turbulencias. Pero, aquella certeza, pareció tambalearse llegada la primavera.

- Voy a comprar, hijo. Estamos en época de violencia, no es necesario que nos arriesguemos los dos.
- Eres muy valiente, madre.- La alabó Matías.- Yo no podría… ten cuidado, por favor. Te estaré esperando.
- Métete bajo las sábanas y canta, pero bajito, no sabemos qué hombres malos pueden merodear la casa.
- Como tú digas, madre.

No habían pasado cinco minutos, cuando el ruido de unas uñas contra la puerta hicieron temblar al muchacho. Un olfatear después, un ligero maullido.

- Debe ser una bestia.- Pensó.- Como las del libro de fauna selvática de madre.

Quiso quedarse guarecido al calor de su cama, pero un impulso nuevo e irrefrenable le llevó a pisar el suelo frío. Tomó un taburete y retiró la rejilla metálica que cubría el ventanuco. No podía ver nada, pues se encontraba demasiado alto y orientado hacia la pared muda del vecino edificio. Bajó de nuevo y buscó por la estancia, algo, una herramienta, en un arranque sin precedentes de creatividad. El espejo redondo con el que su madre se maquillaba los días de salida yacía sobre la repisa. Alzado de nuevo sobre el taburete, movió el espejo hasta que encontró el ángulo que le permitió vislumbrar al animal. Tan impresionado quedó, que tuvo que bajarse, aturdido por un leve mareo. Desempolvó enseguida, el libro de fauna selvática y buscó un ejemplar similar.

- ¡Es un tigre!- Gritó en su soledad.

Al volver Catalina, transpirando profusamente y con principios de taquicardia, encontró extraño a su hijo, aunque éste no dijo palabra de lo sucedido. Aquel sería su primer pequeño secreto, una barrera invisible que le separaba del ingente poder de su madre.
- ¿Estás bien? – Inquirió Catalina cuando hubo terminado de llenar la alacena.
- Muy bien, madre. Te eché de menos.
- Y yo a ti cariño. No te aflijas, hasta dentro de cuatro semanas, no volveré a salir.

Pero su incursión en el terreno hostil de allí afuera se adelantó más de lo deseado pues, una fuerte reacción alérgica que no remitía con lo que ella misma se recetaba, hizo mella en su cuello y su rostro.
- Voy a tener que ir al doctor.- Exclamó apesadumbrada.- Métete bajo las sábanas.

Matías corrió entonces a sacar un pedazo de carne de la nevera, pues había leído, entre otros detalles, que los tigres comían carne de cualquier tipo de animal o pescado. Troceó su anzuelo y lo cortó, en tiras tan finas como para que cupiesen por debajo de la puerta. Atada a un hilo, la carne salió del habitáculo. Así esperó, unos minutos eternos, hasta que el ronroneo volvió a él.

- Tigre ¿eres tú?- Como respuesta, el ruido de sus mandíbulas troceando.

Se atrevió entonces a tirar un poco del cordel, hacia sí, en un intento nervioso de acercarse la realidad inmensa que desconocía. El gato se aproximó a la puerta y metió su pequeña pata bajo la hoja de madera, rozando, sin querer, al muchacho. Matías casi se desmaya: otro ser, otro mundo. Adelantó de nuevo el anzuelo y dejó que lo comiese todo. Sentado en su cama, volvía a rozar la parte de su mano que había compartido con el tigre. Un tacto suave, peludo y tibio. Un tacto diferente.

- Madre.-Preguntó una vez esta hubo vuelto repleta de medicamentos.- ¿Qué mal han hecho los animales a los hombres?
-¿Mal? Ninguno.- Le miraba inquisitiva, tratando de adivinar el origen de sus inquietudes.- Los animales sólo matan para comer, para subsistir, no por maldad. Es más, generalmente los animales están al servicio del hombre y algunos hasta se convierten en fieles amigos. Pero ¿por qué lo preguntas, hijo?
- Por nada, solo que, me dio tanto miedo cuando te fuiste que, para distraerme, volví a ver el libro de fauna selvática con el que me enseñabas biología.
- ¡Ay, mi niño! No tienes de qué preocuparte, esos animales viven muy lejos de aquí, jamás te harán daño.- Respondió aliviada.

***

Aquella conversación, aparentemente inocente, llenó de ánimo a Matías, de una pasión inusitada por conocer al mundo animal, a ese que se regía por leyes de bondad. Esperaba por minutos que llegase la hora en que su madre se marchara y él pudiera llamar a su tigre, tocarle las patitas bajo la puerta, observar su pelaje grisáceo por el ventanuco. Hasta inventó un artilugio, uniendo varios objetos domésticos, con el que verle con más claridad. Escondía ese artilugio al fondo del armario y jamás comentaba nada con Catalina. Simplemente tenía la certeza de que ella no lo entendería.

Por eso quiso salir, por eso buscó una llave de repuesto que su madre guardaba en el botiquín, por eso se aventuró a lo desconocido. Porque su tigre, bondadoso y amigo fiel, hacía semanas que no aparecía. Metió la llave en la cerradura, pero no hizo falta girarla, la puerta estaba abierta, siempre había estado abierta.

Le temblaron las piernas cuando escuchó el chirriar de las bisagras y el aire fresco le golpeó el rostro. Dio cuatro pasos, el patio desierto, algunas sábanas tendidas, mecidas por el viento, ondeaban a la derecha. Cemento y tres muros, una esquina olvidada del mundo donde él descubría por primera vez qué se sentía al recibir los rayos del sol sobre su piel. Caminó veinte pasos, se fatigó enseguida. Susurraba: “Tigre, ven. Tigre, ven” aterrado de que un hombre malo le escuchase. Seguía avanzando, sin saber que, a la vuelta de la esquina, se acabaría el muro y vendría el espacioso horizonte. Apenas podía abrir los ojos a causa de la luz, le quemaba la piel, le faltaba el aliento. Dobló la esquina y quedó espantado, la abundancia fue demasiada para sus sentidos. Su vista, acostumbrada como estaba a no percibir más allá de diez metros a la redonda, no podía fijarse en lo lejano, se le mezclaban los colores en un amenazante torbellino. Tres vehículos se movían por la calle aledaña, el ruido le hizo estremecer. Una chica, joven y bella le miró desde un balcón y él la halló parecida a su madre, pero diferente, más fresca. Ante tamaña amplitud se sintió desnudo, desprotegido y limitado, por lo que solo pudo correr a guarecerse de nuevo en su casa.

***

Cuando Catalina regresó, el dolor de lo que halló paralizó su rostro. La puerta parcialmente abierta y, dentro, su hijo Matías, muerto. En la mano del muchacho, una carta de su puño y letra:

Madre, he salido, allí afuera donde tú siempre quisiste que no fuera. Te he desobedecido y no hay marcha atrás. He visto el sol, gente y ruidosas máquinas rodantes, he visto todo aquello a lo que tú te enfrentas cada vez que sales. ¿Y ahora qué? Todo eso me llama, me atrae y me empuja. Tengo un amigo, el tigre, que me visitaba cuando tú marchabas. Tú me has dicho que él es fiel, y yo siempre te creo, madre amada. Debo elegir, si quedarme contigo, que eres mi todo, o si marchar y conocer lo que tanto miedo me da. Miedo y curiosidad, infinitamente por igual. No puedo escoger, madre, es demasiado para mí que no sé nada. ¿Recuerdas que un día, cuando enfermé, me dijiste que no podía tomar más de dos pastillas pues sino dormiría para siempre? Pues las voy a tomar todas, madre, para que cuando llegues me encuentres dormido. Así no volveré a desobedecerte, ni a marcharme, ni a tocar las patitas de mi tigre. Así estaremos tú y yo, siempre juntos, porque dormido no podré desear todo lo que hay allí afuera. Tú me dices que es malo, y yo te creo, yo te amo. Seguiremos durmiendo juntos, madre, para siempre.

La hoja cayó de la mano de Catalina y ondeó unos segundos en el aire hasta que tocó el suelo frío.
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Monika Sanchez.
06/09/2011
07:54 h
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Que fuerte Vaya amor este!!
 



 
 
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