Décadas atrás se podía seguir como con un trazo de bolígrafo las posiciones y las interpretaciones de lo económico, con su complejidad sin duda, pero hoy ya no se ven ni siquiera los trazos, al estar todo tan liado y mezclado, al final solo queda un borrón. Y lo peor es que
en economía no se puede hacer borrón y cuenta nueva, pues las cosas tienen sus consecuencias, y lo que se siembra se siega.
Si nos ponemos a pensar, por ejemplo,
desde el año 1975 (el inicio de la democracia, que al pueblo español le vino de muerte), nos encontramos con los ecos de la decisión en 1971 del presidente Nixon de terminar con la convertibilidad del dólar en oro, poniendo fin al sistema monetario internacional conocido como Gold Exchange Standard existente desde 1947. En libros como el de E. L. Hebden Taylor (Economics Money and Banking: Christian Principles. 1978) se podía discutir sobre el nuevo modelo propuesto. Se analizaban las nuevas ideas sobre los bancos centrales, sobre la inflación, sobre la intervención del Estado, etcétera. Se estudiaba el pasado para aprender y explicar el presente. Douglas Vickers (Economics and Man, 1976) enfatiza las ideas rectoras sobre las que debe montarse el estudio económico. Para él el punto fundamental es el de conservar (y desarrollar) la creación sobre la que el hombre ha sido colocado como labrador, cultivador, mayordomo. (Había sido profesor de economía en la Universidad de Pennsylvania, y cuando escribe este libro lo era de la Universidad de Western Australia.) Otros autores montan su discurso desde la idea de responsabilidad. Donald A. Hay (Economics Today: A Christian critique. 1989) nos presenta a la economía desde la perspectiva del hombre responsable por su mayordomía. Es evidente que muchos de los trazos en esa época los pintaban autores seculares, pero también es cierto que había muchos que los dibujaban con tinta cristiana, desde la referencia de la Biblia. Desde posiciones cristianas se leían posturas diversas, pues en esos trazos existían colores y planes diferentes: se apreciaban modelos diversos. Precisamente cuatro modelos de interpretaciones sobre la economía, con las propuestas y respuestas mutuas de Gary North, William E. Diehl, Art Gish y John Gladwin se presentan en el libro Wealth & Poverty: Four Christian Views of Economics. 1984.
Algunos, con las líneas de su tiempo ya barruntaban el borrón de ahora.
Paul C. Martin (Cuando llega la bancarrota del Estado. 1983. Trad. 1985) en la primera página dice que antes de leer el libro, se debe observar la imagen de unas personas. Es una fotografía de personas reclamando ante la ventanilla de pagos del Estado para cobrar sus bonos de la deuda. Era la quiebra del Estado mexicano en 1982. Pero el autor, con el título del libro, analiza la situación de Alemania (en ese momento, la Alemania Federal). Se subraya el término “persona” porque, al final, con borrón o buen trazo, de lo que se trata es de personas concretas y cómo les afecta eso que se llama economía.
Efectivamente, el borrón,
la situación ruinosa y compleja de la actualidad económica, no debe hacernos olvidar que estamos ante un asunto de ética, de personas, de conducta, de obras con resultados concretos, de confrontación entre la justicia y la injusticia, entre la luz y las tinieblas, en la confrontación de dos reinos. Muchos ejemplos se pueden encontrar, pero les pongo uno: John Perkins (Confessions of an Economic Hit Man. 2004) [Un hit man es un sicario, un pistolero, un asesino a sueldo.] nos cuenta cómo funcionó como un asesino a sueldo durante una buena parte de su vida. Ahora se arrepiente y se confiesa en el libro. Era un asesino a sueldo
economista. No llevaba pistola, sino planes económicos. Con ellos “mataba” o defendía según conviniese a su patrón (la estructura de gobierno de Estados Unidos); podía matar o levantar a un tirano según lo requiriese la obra de “ingeniería económica” que le encargaban realizar. Esas eran sus armas.
La ciencia económica, o simplemente la economía, no es de sí misma un borrón. Tiene, como todo, sus dificultades, pero pertenece al mundo creado y, aunque bajo los efectos del pecado, está ahí como una ley más
sobre la naturaleza.
La Biblia nos presenta a cada paso la realidad económica. Yo les hago esta reflexión desde la perspectiva de la ley bíblica. Ética cristiana en el mundo. En esto es relevante observar, por ejemplo, que en la declaración de victoria sobre Babilonia en Apocalipsis se mencionen a los mercaderes. “Salir de Babilonia” es salir también de su modelo económico. [Les recomiendo sobre este tema el libro de J. Nelson Kraybill: “Imperial Cult and Commerce in John’s Apocalypse”. 1996.]
LAS HIPOTECAS
Y llegamos a las hipotecas (perdón por mentar la soga), que es de lo que quería hablar. Pero era necesario hacer este pequeño recorrido previo para poder afirmar, por un lado, que aunque estemos ante un borrón monumental, con la luz de la Escritura se ven suficientemente los trazos y las trazas que han llevado a la ruinosa situación presente. Por otro lado, que lo que voy a decir no es algo que se me haya venido a la mente ahora que está la ruina encima (si así fuera, no pasa nada, pues todos tenemos que cambiar y reformarnos, y en algún momento se empieza, pero no es mi caso en este tema. Lo que les apunto aquí, ya hace años que lo proponía). Y, finalmente, que lo que digo lo hago desde la cercanía a quien esté pasando por la ruinosa situación de soportar un peso insufrible para salir adelante, o de quien haya perdido su vivienda y esté todavía incurso en una deuda diabólica.
[No debemos tolerar como sociedad que las entidades financieras sigan reclamando deudas a los que ya han entregado su vivienda, hay que rebelarse como sea.] Es verdad que no es grato para quien tiene que soportar el peso de una hipoteca, que le digan encima que tienen el peso añadido de su insensatez al firmarla. Con todo el cariño del mundo, con toda la comprensión, pero con toda claridad: no se puede quitar la responsabilidad, pues si no, el borrón se aumentará para el futuro. Aprendamos la lección, todos.
El ejemplo de las hipotecas, y su correlato de la carestía diabólica de las viviendas, lo tomo porque es un lugar gráfico donde se pueden ver las desviaciones en algo tan vital como lo económico en la manera de vivir, en la ética. Hasta no hace mucho, se podía usar el ejemplo típico sobre la esfera económica con la imagen del niño con su moneda en la mano delante de la pastelería. Si tienes el pastel, te quedas sin la moneda. Nos gustaría tener las dos cosas, pero la realidad económica impone que se tenga que elegir. Walter Birmingham (Introducción a la economía. 1967) precisamente define a la ciencia económica en su forma más simple como la ciencia de la elección.
¿Dónde se fue el ejemplo con el modelo actual? Ahora el niño no necesita tener la moneda, pues existen unos magos que se la prestarán. En realidad ni siquiera tienen que darle la moneda física, sólo un recibo al pastelero garantizando el cobro como si ellos tuviesen realmente esa moneda. Incluso, como son muy buenos, instarán al niño con palabras engañosas, publicitarias, que se compre no un pastel, tal vez el día festivo, sino uno cada día, pues se lo merece, tiene ese derecho.
Los magos deben pagar las primeras monedas al pastelero, para quitar el miedo y ganar su confianza; para eso necesitan, pues, algunas monedas, algún capital. En esta etapa de la situación, si el niño pone algún reparo, por ejemplo, que no podrá pagar muchas monedas, pues se las da su abuelo y no tiene tantas, y tal vez se muera. Le dirán que no se preocupe, que solo piense en lo bien que se lo pasará comiendo su pastel preferido; ya alguien le dará las monedas. Luego esos magos afirmarán que disponen en su bolsillo de las monedas que el niño les tiene que pagar, con lo cual irán a otro pastelero para garantizar el pago de los dulces de otro niño al que presten su moneda. Como prestan con un pequeño interés, resulta que incluso aumentan el caudal de
sus monedas ficticias.
Al cabo de cien operaciones, esos magos ya cuentan con cien monedas y lo que sume el interés. Si pusieron un 10%, tendrán 110 monedas.
Si eso se lo cree el mago, el pastelero y el niño, tendremos una economía de pasteleo, basada en el disfrute del presente, en el desprecio del futuro y la confianza en quien engaña, donde el niño se comerá algunos pasteles, pero que al final terminan todos intoxicados. Donde
se habrá experimentado un aumento de capital especulativo, pues se sumarán dos cantidades de algo ficticio: el pastelero dice que tiene lo que los magos le pagarán, y éstos dicen que tienen lo que deben al pastelero.
De momento dejemos en la historia que no entre otro personaje en escena, el Estado, porque entonces ya habrá demasiados teniendo y dando, y no hay pastel, ni siquiera ficticio, para tantos. Esto es, pintado así, algo muy burdo. Pero no es menos burdo el sistema financiero actual. Basado en la codicia, la envidia y en todas las obras contrarias a la ley de Dios. Además, los científicos expertos en economía, que considerarían este ejemplo como una chiquillada, son los que, cuando ya el congelador estaba sin funcionar porque habían cortado la corriente por falta de pago, seguían pensando que habría helados para todos (incluso el pleno empleo) y se los ofrecían a tantos niños golosos. Al final se quedaron con una cosa pastosa derretida, que no sirve para nada, con las manos llenas de churretones, y la cara endurecida para seguir, los mismos, ofreciendo las soluciones.
La Escritura está llena de advertencias sobre estas prácticas. Seguro que a muchos profetas, intérpretes de esa ley de Dios, hoy no los recibirían como expertos economistas, pero su mensaje fue un modelo de sana economía. Si hoy los pastores de las iglesias cristianas predicasen las Escrituras, predicarían también la palabra profética de la relación económica. Advertirían de no endeudarse a largo plazo, les pondrían el ejemplo de la ley bíblica, aunque ya no estemos en su situación concreta, pero quedan los principios permanentes de su enseñanza, en que las deudas nunca podían ser contraídas por más de seis años, el séptimo todo quedaba liberado (de modo que lo máximo eran seis años, o menos si el séptimo ya estaba más cerca), incluso los terrenos cedidos por causas de penuria económica, a los cincuenta años tenían que volver de nuevo a las familias que los tuvieron que entregar. Con ello sabemos que una situación de deudas no es propia para un pueblo libre, que el que toma prestado es siervo del que presta, que se deben mirar las cosas pensando en el futuro, que las propiedades no deben estar acumuladas, que no se puede especular con bienes vitales, etcétera.
Pero no ha sido así, al menos en muchos casos. Un ejemplo de que no ha sido así.
Hace unos años se movilizaron pastores e iglesias, y reclamaron la movilización como señal de obediencia evangélica, contra una ley de matrimonio que iba a destruir la familia en España. Bueno, en eso yo no entro. No creo que se pueda pedir una ley cristiana a un Estado y su gobierno que para nada dicen que son cristianos. El problema es que
esos atalayas estaban avisando del mal del siglo en la ley de matrimonio, pero nada decían de lo que realmente estaba destruyendo a la familia: la diabólica escalada de precios de la vivienda y la locura de hipotecas cuyo resultado ahora se ve. Si hay más de 200000 familias que ha perdido sus casas, con el corolario de que también han quedado afectas las de los avalistas. ¿Esa ruina la ha producido la ley de matrimonio?
En el Nuevo Testamento no hay ninguna llamada a manifestarse en Roma contra algún proyecto de ley del Imperio, pero sí encontramos advertencias y prevenciones en base a la ley bíblica. Se trata de “salir de Babilonia” y su sistema, también en economía. No quiero ni pensar que en esas manifestaciones contra la ley de matrimonio, para proteger a la familia, fuesen banqueros y promotores causantes de la inflación, la burbuja, del ladrillo. Bueno, realmente sí quiero pensarlo, porque iban. Seguramente está muy bien salir a protestar por esa ley de matrimonio, pero también hay que enseñar sobre otras situaciones que ya estaban destruyendo y arruinando a la sociedad. Como estará muy bien hacer conferencias, pues era la gran ocasión de salir a la sociedad e invitar a gente, sobre el código Da Vinci ese, del que no creo que haya una iglesia evangélica que se precie que no organizara alguna actividad para hablar de él. Eso está muy bien; como estará muy bien hacer jornadas, conferencias, y lo que se tercie, sobre Narnia. (También, por qué no, sobre el evangelio de Judas, ¿se acuerda alguien ya de él?)
¿Qué ha pasado para que esto se produzca? No lo sé. Pero sí pueden verse algunos síntomas de la crisis. Me refiero a la crisis espiritual de los púlpitos muy previa y responsable de otras. El atalaya, puede entretenerse y entretener al pueblo, seguro que lo aprecian, de momento; pero luego el Juez pedirá cuentas, y el pueblo se acordará del atalaya y de su familia cuando esté en la esclavitud de Babilonia. Un síntoma: creo que era una discusión en el año 1980, lo estaba leyendo, y se trataba de ver si las iglesias (de Estados Unidos) tenían que tributar por los dineros que disponían, y si era bueno que invirtieran, como lo hacían mormones, adventistas y la iglesia papal, y si el dinero que ganasen con las inversiones debería tributar y en qué medida y condición. Todo ello suponía que esas iglesias tenían un buen capital en caja, contante y sonante. Eso les permitía colaborar con misiones, ayudar en muchos campos para la extensión del Evangelio.
Hace unas semanas este diario contaba cómo algunas iglesias evangélicas se encontraban en quiebra. Treinta años, y la situación se ha revertido. Esas iglesias ya no pueden ni sostener sus propios gastos, cuanto menos ayudar a misiones. La ruina en cadena. Algunas iglesias se han encadenado al sistema económico del disfrute del presente. Se han quedado sin futuro. Si eso ocurre en quien tiene que ser luz, ya me dirán.
Otro síntoma, éste de casa, cercano, para no irnos lejos. A finales del 2006 (todavía el helado estaba fresquito, y de todos los gustos) el Consejo Evangélico Autonómico Andaluz organizó el primer congreso evangélico de Andalucía. Como es sabido, estas cosas se hacen para que la gente se entere de lo que somos. Todo muy bien. El borrador de comunicado final señalaba el éxito. No hace mucho, se informaba de la situación dramática de algunas familias que tenían sus casas, puestas de aval, a pique del embargo por la deuda de 130000€ que quedaba, con sus intereses, del citado congreso. No sé quiénes fueron las personas concretas responsables de la organización. Sí conozco a uno de los afectados por el embargo, que es amigo. Sí conozco que eso es una calamidad, un síntoma de ruina espiritual, que conduce a ruinas materiales. Si quedó una deuda de esa magnitud, algo se hizo mal, muy mal. Sí conozco, porque es evidente, que si eso lo hacen los que tienen que liderar, todos al hoyo. Y sí conozco, que por tener en cuenta el miserable foco de la gloria de un día, se ha dejado sin futuro a una institución y en apuros a varias familias. Pues ya me dirán qué pueden hacer, excepto intentar pagar por todos los medios posibles esa deuda, con sus intereses. No sé si alguien conoció quiénes eran los evangélicos por el congreso, pero sí es evidente que algunos evangélicos han conocido por ese congreso quiénes son los bancos.
Y ya les dejo, porque he abusado del espacio, y no quiero ponerles otros síntomas.
Hay borrón y dolor, hay problemas para el futuro, pero hay esperanza. Saldremos.
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