Al leer en este diario
la situación de quiebra de algunas iglesias por impago de las hipotecas, (además del drama de tantas familias por lo mismo) me ha parecido que podría hacer algunas reflexiones sobre la ética cristiana.
El cuadro de Rembrandt puede ilustrar el campo de mi reflexión. Es una escena que refleja una parte de la situación en una ciudad protestante holandesa. Es la historia, el presente, el mundo, la vida y la muerte, la salud, etcétera. Durante siglos ese plano vital era el lugar donde se producían los méritos para la salvación del alma. Todo estaba ajustado a ese fin, desde la cuna hasta la tumba. En ese campo del mérito la ética es la “judeocristiana”, aunque el término sea muy matizable en su uso.
En el caso de la ética prevista en la iglesia papal, además, a ese presente meritorio hay que suplirle un espacio de continuidad, enorme, al que llamaron purgatorio. Ahora, con la Reforma (aunque no era nueva la doctrina evidentemente), el espacio del presente no es el de los méritos para comprar la salvación, pues ésta se ha otorgado por la pura y libre voluntad de Dios en la persona y obra de su Hijo. Ahora se aplican otros parámetros a la conducta. Es un camino dificultoso, caminamos, pero nadie ha llegado a la meta. Ahí está la ética cristiana en el mundo. [Por supuesto, si algunos evangélicos todavía permanecen en la ética de méritos en este plano presente, en eso no entro, que cada uno que edifique su casa sobre el cimiento que prefiera, pero estas reflexiones no van por ese modelo]
El cuadro nos da indicaciones de cómo la ética cristiana en el mundo (ética “cívica” o “secular”, pero cristiana) se va abriendo paso en medio de las éticas ceremoniales eclesiásticas; propias de la iglesia papal y de no pocas evangélicas.
La lección la da el médico, pero quien habla es el cadáver, el objeto. El resultado no viene de un dictado escolástico, sino de la mirada y observación de los presentes. No se está buscando a algún espíritu extraño, sino la forma natural del cuerpo. La finalidad es conocer mejor para curar mejor, el cuerpo.
He dicho que esto es muestra de la ética cristiana caminando, pero con muchos obstáculos. Las supersticiones no se borran de un día para otro. En esta misma época se está torturando y quemando a pobres mujeres acusadas de brujería y de ser las causantes, por ejemplo, de alguna tempestad inoportuna. La Reforma tenía entre sus pastores a algunos con la cabeza llena de moralina que, siervos del Derramador de Sangre, guiaban y apoyaban a los gobernantes en estos actos impíos. Pero de la Reforma está saliendo también esta ética del cuadro.
El doctor Nicolás Tulp era el responsable médico de la ciudad, todo un innovador, un hombre de presencia y responsabilidad social, y era anciano de una iglesia reformada. Nada de eso debe quitarse del cuadro, aunque no “aparezca”, pues se trata de una lección de anatomía, no de forma de gobierno eclesial. Incluso el que algunos de los que están se hayan “colado”, sin ser médicos, para salir en la “foto” por su condición de burgueses de la ciudad, representa un cambio de mentalidad. No quieren ser “vistos” en la procesión litúrgica, sino en la investigación científica. A estas cosas ayudó mucho la Reforma Protestante.
El mismo concepto de “médico” está transformado: ya no se es médico de alguna familia rica (eso también, por supuesto) que lo recibía en su casa, sino de la “ciudad”, para todos los ciudadanos. No cobran de una familia, sino de las arcas de la ciudad, a cuyo gobierno y leyes están sujetos; son miembros activos de iglesias locales, pero su actividad es cívica, no la programan los pastores; ellos son los responsables de la actividad de su vocación. No siempre esto es total, ni es en todas partes, pero se está abriendo camino. Ese es el espacio de la ética cristiana en el mundo que hoy podemos y debemos proponer (y cada uno en su responsabilidad, acometer). Sabiendo que una ética ritualista secó y estorbó lo que se iniciaba con la Reforma, y dejó a una Reforma ritual sin la vida de la libertad, ni la libertad de la vida. Hay que retomar todo lo que se pueda y seguir el camino. Es el día de los “pequeños comienzos”.
No puedo dejar de indicar, porque sigue vigente, y ya que hablamos de ética cristiana, la extensión necesaria del cuadro según la ética de méritos de la iglesia papal. Ocurre que la persona que corresponde al cadáver [en este caso seguramente era un reo que acababan de ajusticiar horas antes] sigue en el espacio del mérito (suponiendo, claro, que se le haya permitido ir al purgatorio), pero con la total impotencia de lograrlo por sí mismo. Necesita que alguien se lo proporcione. Los presentes tienen la oportunidad de sumar méritos con su conducta con este hombre y con la sociedad, pero el difunto depende totalmente de los demás y del buen parecer de la Administradora. Si tuvo riqueza y pudo comprar servicios para rescatar unos años a su condena (las reliquias tenían un baremo importante en esta escala), eso será un mal menor, pero todavía le quedarán años para el futuro. Si fue pobre y no pudo comprar méritos para su redención de penas, lo tiene realmente muy difícil. Aunque durante su vida terrenal intentase huir del pago de impuestos meritorios, al final tiene que pasar por caja. Los esclavos podían comprar en algunos casos su libertad, en el purgatorio no se puede hacer nada para ganar algo con lo que pagarte una reducción de penas. Si no tienes amigos fuera, que, por ejemplo, compren alguna indulgencia, no puedes hacer nada, excepto esperar que la Administradora estime que has cumplido el tiempo, cientos de años, de tu pena. ¿Quién es esta Administradora? ¿De dónde saca las facturas? ¿Quién pone las cantidades? Dicen que vende los méritos que le han sobrado a los santos y que los tiene custodiados. Incluso dice ella misma que también dispone para vender los propios méritos de Cristo.
Esto parece, dicho de este modo, algo burdo; pero si realmente es así, esa Administradora es lo opuesto de Cristo y de su Evangelio. Y la ética y los valores “judeocristianos” de los que se dice depositaria, será, a lo sumo, la ética del mercado de valores del purgatorio. Pero no será realmente así; tal vez en la época medieval, pero ahora no. Incluso la iglesia papal ya no habla del purgatorio; puede que ni exista; y si no se aclara, a lo máximo que se expone es a que le reclamen por fraude documental y mercancía falsa, por vender bienes que no existen, aunque esto haya sido la fuente de su poder y riqueza durante siglos. Si nadie le reclamó por la falsa donación de Constantino, tampoco lo van a hacer ahora. La Administradora ha enseñado con gran éxito la moral a seguir para reinos e imperios, nadie reclamará.
El único problema real es que sean ciertas las palabras de un libro que ella aborrece y que ha querido impedir su lectura durante siglos, o arreglar su significado al menos. Como sea verdad, no se sabe debajo de qué piedras podrá esconderse ante el resplandor de la venida de quien entregó su vida hasta la muerte para redimir a su pueblo. Y dónde podrá esconder su Derecho Canónico, su programa de contabilidad, pues en su última actualización oficial, en 1983, sigue con su naturaleza propia: 992. “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos”. Como sea verdad ese libro, a la Administradora le quedan dos reuniones ecuménicas antes del derribo total.
Seguiremos considerando, d. v., algunas cuestiones de ética cristiana. No podía evitar esta introducción para que puedan ver por dónde caminaremos. Desde las entrañables misericordias del amor de Cristo, un abrazo a todos los redimidos que tienen la circunstancia de estar en el espacio de la iglesia papal o de alguna otra de la misma naturaleza. A la estructura jerárquica, mi oposición más absoluta.
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