En las cinco décadas que separan a una y otra hubo grandes debates, cambios en los terrenos teológicos y políticos. En 1611, año de la publicación de la
King JamesBible, inicia el ascenso de la que llegaría a ser la traducción clásica de la Biblia al inglés, la que tiene un lugar inigualable en la historia de ese idioma y la forja de una cultura.
En nuestra anterior entrega nos referimos a la traducción de Las Escrituras realizada por los exiliados ingleses en Ginebra. Mencionamos, también, que esa traducción es publicada en 1560 y que llega a ser conocida como la
Bibliade Ginebra. Sus notas doctrinales no fueron del agrado de los altos ministros de la Iglesia de Inglaterra, ya que los comentarios reflejaban una orientación calvinista. Sin embargo, paulatinamente va ganando terreno y es la más leída por los interesados en conocer el mensaje que el Libro contiene.
Mientras el pionero de la traducción de la Biblia desde sus lenguas originales al inglés, William Tyndale, creía que al poner la Palabra en el idioma del pueblo hasta la más sencilla de las personas comprendería sus enseñanzas, por su parte “la Bibliade Ginebra explícitamente reconocía que había ‘lugares difíciles’, es decir, pasajes de la Biblia que necesitaban ser explicados”.[1]
Hacia 1563
la Iglesia de Inglaterra tenía claramente una doble naturaleza. Por un lado, en cuanto a sus estructuras, era prácticamente católica (lo que se reflejaba en que sus ministros vestían las mismas ropas clericales de los sacerdotes católicos, y en el gobierno de los obispos). Por otra parte los
Treinta y nueve artículos de religión denotaban su raigambre protestante.
Ya bien consolidada en el trono, la reina Isabel I profundiza la reforma de la Iglesia de Inglaterra, aunque no tanto como demandaban quienes propugnaban por una organización eclesiástica más abierta y democrática.
Los altos clérigos anglicanos, escépticos y decididamente contrarios a la Bibliade Ginebra, deciden hacer una nueva traducción para intentar desplazar la popularidad de la versión ginebrina. En 1568 logran la publicación de la Bibliade los Obispos, con el fin de que fuera la única en ser permitida para leerse en los servicios públicos. La
Bibliade los Obispos tuvo como base las traducciones de William Tyndale y su discípulo Miles Coverdale.
No obstante los esfuerzos de los altos clérigos anglicanos para desplazar a la
Bibliade Ginebra del gusto popular, ésta tuvo entre 1583 y 1603 cincuenta y una ediciones. En tanto que, durante el mismo periodo, la
Bibliade los Obispos nada más alcanzó siete ediciones.
[2] La Biblia de Ginebra es la que más leyó William Shakespeare, lo que reflejó en citas explícitas e implícitas en sus obras literarias.
En 1604 asciende al trono de Inglaterra
Jaime I. Antes había gobernado Escocia, territorio de la fuerte Iglesia reformada, de clara identidad teológica calvinista. Estos antecedentes preocuparon a los jerarcas anglicanos, al tiempo que crearon expectativas en los puritanos que deseaban estructuras gubernamentales y eclesiásticas más horizontales.
Es cierto que dentro del puritanismo inglés había quienes eran moderados y no cuestionaban el
establishment político religioso construido durante el largo reinado de Isabel I (1558-1603), pero conforme se acercaba su fin
se fortaleció dentro de los puritanos la tendencia que presionaba por una reforma más profunda de la Iglesia de Inglaterra, para acercarla al calvinismo de Ginebra, y que también tenía entre sus aspiraciones la abolición de la monarquía.
La tendencia puritana más radical abrigó esperanzas de que con Jaime I desde la Corona pudiera desatarse un movimiento reformador. Pronto les llegó el desencanto. El nuevo rey dejó claramente evidenciada su animadversión hacia la
Bibliade Ginebra. El conflicto de interpretaciones entre los clérigos y teólogos que respaldaban el régimen monárquico, y su contraparte, los partidarios de un gobierno democrático con gran peso del Parlamento, fue constante y cada quien llegaba a conclusiones muy distintas entre sí.
Un ejemplo del conflicto hermenéutico mencionado podemos ejemplificarlo con el
Salmo 105:15. En la versión castellana de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera (revisión de 1960) el versículo es traducido de la siguiente manera: “No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas”. En la
King JamesBible (en versiones inglesas anteriores es casi igual) se lee: “Touch not mine anointed, and do my prophets no harm”. La lectura de los realistas les llevaba a concluir que se trataba de una clara referencia al rey. ¿Después de todo, no era el rey ungido al ser coronado, y así ser designado como el ungido de Dios? En tanto la nota respectiva en la
Bibliade Ginebra, y la convicción de los puritanos radicales, infería que el término ungidos debía entenderse como referencia al pueblo de Dios y no al derecho divino de los reyes.
[3]
A fines de marzo de 1603 Jaime I es coronado rey de Inglaterra, unos meses después una delegación le presenta la Millenary Petition. En ella poco más de mil ministros de la Iglesia de Inglaterra, de tendencia puritana, manifiestan su desacuerdo con el estado de cosas y señalan medidas que debiera tomar el rey para depurar la institución eclesiástica. Mencionan que deben ser removidos los rituales y ceremonias puramente humanos, que carecen de base bíblica. Entre éstos rechazan la práctica de hacer la señal de la cruz en los bautismos, el uso de vestimentas clericales, usar anillos en las ceremonias matrimoniales, hacer reverencias al invocar el nombre de Jesús. También se oponían a la obligatoriedad de “diezmos inapropiados”
La respuesta de los clérigos partidarios de la Corona fue tajante. Advirtieron al rey de lo que consideraban excesos puritanos. Entre los obispos más críticos de los radicales estaba Richard Bancroft, quien rompió lanzas contra el ala puritana en un famosos sermón dado en 1589, St. Paul´s Cross, en Londres. Entonces afirmó que los puritanos eran “falsos profetas”.
La agudización en el enfrentamiento teológico y político entre puritanos radicales y los ministros anglicanos moderados, lleva a que el rey convoque a la realización de la Conferencia de Hampton Court. En dicho evento se discutirían tópicos para definir el futuro del régimen eclesiástico inglés, así como sus derivaciones políticas. De la manera en que se modificara aquél, necesariamente habría repercusiones en el terreno político. Las condiciones parecían favorables al puritanismo, dado que el Parlamento estaba dominado por esa corriente.
Las reuniones en Hampton Court iniciaron el 14 de enero de 1604. Al finalizar, después de tres días, una de las decisiones tomadas por el rey Jaime I sería de gran trascendencia histórica: ordenar que se realizara una traducción autorizada de la Biblia.
Para lograr el objetivo el monarca emitió directrices muy precisas, de las que nos ocuparemos en el próximo artículo.
[1] Alister McGrath,
In the Beginning. The Story of the King James Bible and How it Changed a Nation, a Language and a Culture, Anchor Books, New York, 2001, p. 121.
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