Las ceremonias que tuvieron lugar en Roma, entre el 30 de Abril y el 1 de Mayo, fueron seguidas por dos millones de personas, que estuvieron presentes en alguno o varios acontecimientos y celebraciones, y por millones de personas de todo el mundo que lo vieron por TV u otros medios de comunicación. Es cierto que los eventos de Roma quedaron un poco eclipsados por la boda real en Londres, por una parte, y por la muerte de Bin Laden en Pakistan, por el otro. Esta es la impresión general que se percibe, al menos desde el punto de vista de los medios de comunicación. No obstante, la beatificación fue impresionante e invita a la reflexión.
Se da la circunstancia de que yo no estaba en Roma cuando se llevaron a cabo las ceremonias. En realidad, estaba en USA visitando iglesias y promocionando la obra del Evangelio en Roma, por lo cual, tuve la oportunidad de observar la beatificación a distancia, como hace normalmente la mayoría de la gente. En lugar de ser un testigo ocular, completamente inmerso en los acontecimientos, tuve la oportunidad de ser un observador distante con pocas posibilidades de acceder a Internet, algunas ojeadas a las imágenes de la cobertura televisiva y sólo una lectura rápida de uno o dos periódicos seculares. En cierto sentido, esta es la forma en que mucha gente normalmente tiene acceso a los eventos vaticanos y en general a los asuntos relacionados con el catolicismo romano (acaparando folletos con viñetas, escuchando algunos lemas o viendo algunas imágenes seleccionadas, y esto es todo). Existe poca conciencia teológica, poca ayuda para comprender el panorama general y se hace un análisis escaso de lo que está ocurriendo. ¿Es ésta la manera que tienen los evangélicos de establecer una evaluación sobre el catolicismo romano?
Me sorprendió la poca cantidad de noticias que podía reunir a distancia. A continuación detallo las dos principales informaciones que impactarían a una persona atareada “normal” que mira superficialmente lo que está sucediendo en Roma.
¿UN ACTO CONMEMORATIVO?
Sobre la primera de ellas me pregunto si no fue realmente sólo un “acto conmemorativo” lo que se celebró en Roma, al encomiarse los logros políticos, la personalidad encantadora y el éxito eclesiástico de Juan Pablo II en el marco de un estatus de celebridad aplicado a una figura religiosa a escala mundial.
En un mundo en el que pocas personas merecen alabanzas, a Juan Pablo II se le elogió como a un “héroe” de su tiempo. Un acto conmemorativo es algo que gusta a mucha gente, incluidos los evangélicos y ciertamente no hay nada malo en cultivar la memoria de una persona y atesorar las lecciones de su vida.
No obstante, esto no es la esencia de la beatificación. La beatificación es un reconocimiento, por parte de la Iglesia CR, de que la persona beatificada puede ser presentada a los fieles como un intercesor para sus necesidades, preocupaciones, enfermedades, etc. Se alienta a los fieles a rezar al
beato con el fin de recibir curación y protección. También se les anima a inclinarse ante el
beato, a tener imágenes sagradas del
beato y a desplegar una devoción al
beato por todo el orbe.
En otras palabras,
la beatificación es una decisión de la Iglesia CR de añadir otro mediador a los millares que ya tiene. La beatificación afecta a la mediación de Jesucristo. Cristo solo no es suficiente sino que comparte su papel de mediador con otras figuras que la Iglesia CR reconoce como “beatos” (y a su tiempo “santos”). A pesar de la desazón que le produce a la Iglesia CR reconocer esto, la beatificación es una sustracción de la suficiencia de la obra de Cristo y de la humanidad completa de su persona. El “beato” se añade a Cristo.
Sin embargo, celebrar un “acto conmemorativo” es una cosa, incluso quizás compatible con la enseñanza bíblica básica, aunque siempre se corre el riesgo de rendir demasiados homenajes a la cultura de las celebridades, pero proclamar
beato a una persona es muy diferente ya que ello desvía a los fieles, los aleja de Cristo y los acerca al
beato. Por desgracia, el último significado no aparecía en nada de lo que pude recoger como observador distante.
¿UN MENSAJE CRISTOCÉNTRICO?
La otra impresión que se desprendía de la información que recibía era que el tono general de las celebraciones era cristocénctrico. Se mencionaron pocas citas de la homilía de Benedicto XVI, las cuales parecían referirse a la relación de Juan Pablo II con Cristo.
El Papa fue alabado como un “servidor de Cristo” y un “seguidor de Cristo” (a propósito, estas expresiones son las mismas que Billy Graham utilizó en la promoción de un libro ilustrado sobre Juan Pablo II que se exhibió en las librerías de los aeropuertos de USA).
No obstante, lo que los medios de comunicación no hicieron fue presentar el marco mariano, que fue en realidad el de todas las ceremonias. El sábado por la noche más de 300.000 personas se reunieron para celebrar una vigilia mariana de oración, donde todos cantaban el
Totus Tuus (“totalmente tuyos”, el lema del Papa que habla de su devoción a María), y rezaron a María toda la noche.
Además, la homilía de Benedicto XVI contenía muchas referencias a la espiritualidad mariana de Juan Pablo II, encomendándole los fieles como la forma de sostener el testimonio cristiano en el mundo de hoy. El domingo se expuso el féretro y las reliquias de su sangre en la plaza de San Pedro para que la gente pudiera venerarlos. Si no hubiera tenido un conocimiento elemental del CR y un poco de curiosidad espiritual para ir más allá de los titulares, habría tenido la impresión de que la ceremonia de la beatificación era ciertamente Cristocéntrica, lo que en realidad no era.
CONCLUSIÓN
La beatificación de Juan Pablo II constituyó un recordatorio de varios dilemas a los que todos nos enfrentamos. En primer lugar, fiarse de los medios de comunicación en general como el primer punto de referencia de la realidad y la exactitud de los acontecimientos es, con frecuencia, erróneo.
En segundo lugar, confiar en una conciencia superficial del CR ayuda a elaborar un imagen distorsionada del mismo y en consecuencia, surge una comprensión inexacta.
Y, en tercer lugar, si la mayoría de los evangélicos confían en los medios de comunicación en general y en una conciencia superficial del CR, no es sorprendente que seamos ingenuos (por no decir otra cosa) en nuestra valoración del mismo.
Traducción: Rosa Gubianas
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