Y todo en nombre de la “nueva genética”.
¡Y yo que creía que iba a dejar el tema tranquilo! Al menos, en este caso parece que ya no se centra en el tema de la integración de los elementos móviles/retrovirus y se adentra en nuevos campos (sobre los que me gustaría hacer algunos comentarios).
Eso sí, no sin acusarme primero de no haber respondido a sus argumentos, diciendo que “simplemente, se adopta una postura de autoridad.”[1]
Pues sí, la autoridad que da el haber dedicado mi vida profesional a estos tema y haber trabajado con aquello sobre lo que se discute (elementos móviles/retrovirus), frente a recopilaciones de segunda mano.
Creo que no tendré que recordar la penosa historia del 7/30.000 como ejemplo de la irrelevancia total del trabajo del compilador Jonathan M., de quien provenía aquella recopilación de citas tan apreciada por el Dr. Cruz.[2] En fin, creo haber dejado suficientemente claro que a lo que se refieren esas citas es en gran medida a la existencia de “puntos calientes” de inserción preferente de elementos móviles/retrovirus, y que ese tema es irrelevante para lo que debatíamos: su uso como testigos del proceso evolutivo. Y eso porque cuando en toda una serie de especies se encuentra un mismo retrovirus insertado en el mismo sitio con el mayor grado de resolución posible (el del nucleótido individual), no cabe pensar que eso ocurre porque sí (Fig. 1). Y eso porque
he mostrado hasta la extenuación que los retrovirus no se integran con semejante especificidad de manera repetible.
En cuanto a que las “similitudes morfológicas, genéticas o moleculares” no suponen un antecesor común, sino que eso es “un prejuicio materialista y evolucionista”, deseo que el Dr. Cruz no se vea nunca envuelto en la discusión de pruebas de paternidad o de identificación de criminales por ADN ante un juez y saque a relucir ese pobre argumento.
Está claro que las cosas no se pueden juzgar por las apariencias, pero la comparación genómica es algo más serio que la caricatura del “prejuicio materialista y evolucionista”.
En cualquier caso, el grueso del artículo del Dr. Cruz se centra en un nuevo terreno. En muchos casos es difícil de entender por dónde va y qué pretende por su sistemática confusión (deliberada o no, ¡no lo sé!) de los conceptos “evolución” y “darwinismo”. Es algo a lo que el creacionismo nos ha acostumbrados durante décadas. Cuando surgió el Diseño Inteligente (DI) en los noventa pensé que las cosas cambiarían y que la discusión sería más seria. Pero el DI vuelve a las mismas tácticas.
El decir que los evolucionistas tienen a Darwin en un altar es sólo un argumento retórico para poder después “quemar el ídolo” con gran fanfarria. Eso es lo que lleva a la obsesión con Darwin y títulos como el de aquellas conferencias del 2008: “Lo que Darwin no sabía”. Me pregunto por qué no hacen otra que sea “Lo que Newton no sabía” o “Lo que Pasteur no sabía”… ¡incluso podríamos hoy hablar de “Lo que Einstein no sabía”! ¡Como si lo que no se sabía hace 150 años fuera a dar la razón automáticamente al Creacionismo/DI!
Frente a esa confusión, hay que volver a recalcar (aunque uno se aburre un poco ya) que
el darwinismo no es igual a evolución. La idea de evolución existía antes de que Darwin naciera y puede existir con independencia del legado de Darwin.
Margulis, Sandín e incluso hasta cierto punto Behe, son evolucionistas no darwinistas, o evolucionistas críticos con el darwinismo/neo-darwinismo. Nuevamente hay que diferenciar entre el debate sobre (1) el “hecho de la evolución” y (2) el “mecanismo de la evolución”. Ninguno de estos tres autores parece tener dudas sobre el “hecho de la evolución”, que es lo que vengo exponiendo en estos artículos. Como ya quedó claro con las citas que aporté de Behe (uno de los padres más notables del DI), no se discute la evolución como hecho histórico, y Behe deja claro que no tiene dudas sobre que el ser humano y el chimpancé tengan un antepasado común. Estos autores defienden también la evolución como hecho histórico (y en ese punto están en el mismo barco que Darwin); pero discrepan del darwinismo y neo-darwinismo sobre el “mecanismo de la evolución”.
Margulis[3] es famosa mundialmente por su propuesta de la teoría de la endosimbiosis(aunque ella reconoce como su fundador al olvidado científico ruso de los años veinte, Boris Mihailovich Kozo-Polyansky, que la denominaba simbiogénesis), es decir, que nuestras células derivan de la unión de otras células más simples anteriores.
La endosimbiosis o simbiogénesis sería así un motor de la evolución de primera magnitud, especialmente en sus etapas históricas más tempranas, antes de la aparición de organismos pluricelulares como animales o plantas. Estas ideas, que resultaron revolucionarias en los sesenta, son ahora parte de la “ortodoxia” científica, en especial el origen bacteriano de mitocondrias y el de los cloroplastos en las algas verde-azuladas (como se puede ver en cualquier libro de biología).
Muy diferente es el caso de Sandín, un profesor universitario de la Universidad Autónoma de Madrid, recientemente jubilado, y poco conocido (como puede comprobar quien intente buscar sus publicaciones profesionales en cualquier buscador especializado de internet
[4])
que defiende con gran vehemencia verbal el papel de los virus como motores de la evolución. Esta no es una idea que él haya propuesto, ni siquiera un campo en el que él sea un investigador activo. Es simplemente un divulgador de esas ideas (algo que me parece muy bien), en las que se trabaja activamente en numerosos lugares alrededor del mundo (así que no se trata de ideas revolucionarias ocultas ni nada de eso – los tiempos en los que se consideraba a los elementos móviles y retrovirus como simples “basuras” o genes “egoístas” -básicamente los años setenta- pasaron hace ya bastante tiempo
[5]).
El carácter polémico de Sandín no se debe a niegue la evolución, ni siquiera por proponer mecanismos evolutivos misteriosos (tanto la endosimbiosis como el papel de los virus son temas conocidos y frecuentemente estudiados en las revistas científicas especializadas y en los libros de texto). Su carácter un tanto polémico proviene de la vehemencia de sus críticas al darwinismo; pero mucho más de otros temas que no tienen nada que ver con ello, como su peculiar combinación de biología, política y anti-capitalismo. Desgraciadamente, elementos científicos válidos han acabado mezclados con ideas extra-científicas, como el eco-panteísmo de la Tierra como Diosa Madre.
[6]
Volviendo a Margulis, en una reciente entrevista (2009) publicada en la
Revistade la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (lo que muestra otra vez más el interés de sus ideas y el respeto que se le tiene en los medios de la ciencia “oficial”), dice lo siguiente:
“Sus predecesores [hablando de Boris Mihailovich Kozo-Polyansky], que ya animaban esta teoría, rechazaban a Darwin. Pero Kozo-Polyansky no. Decía que la innovación en la evolución emerge de la simbiogénesis. Pero añadía que las asociaciones estaban seleccionadas por selección natural. Se necesitan las dos teorías.
La simbiosis es un concepto importante en evolución, aunque muy pocos lo creen.
Pero ahora, insisto, hay consenso internacional sobre la validez de sus ideas.
Mi teoría se ha rechazado muchísimas veces. Pero tiene su lógica, es lo que ocurre a menudo con las nuevas ideas. Hoy todo el mundo acepta que las mitocondrias proceden de bacterias y los plástidos de algas verdes y azules. La idea es perfectamente compatible con que toda la vida que vemos hoy en la superficie de la Tierra procede del mismo tronco. Eso es darwinismo y la biología molecular se ha encargado de demostrarlo. En eso estamos todos de acuerdo.
¿Y dónde está el problema?
Cuando se dibuja un árbol lo que vemos es simplemente diversificación, ramificación. Pero no todo es mutación al azar. Estoy totalmente en contra de esta idea. No se puede ir de una especie a otra simplemente por acumulación de errores al azar.
¿En alguna ocasión la han tildado de creacionista por ese comentario, no es verdad?
Sí, pero es absurdo. Pensemos en un escarabajo antecesor de los actuales. En un momento dado gana una bacteria de modo que surge un linaje en el que existe un genoma bacteriano. Eso es lo que explica el fenómeno de especiación. Por otro lado, el 99,9 % de las mutaciones son deletéreas. No creo que la acumulación de tan poco porcentaje, salvo excepciones, genere nuevos linajes, nuevas especies.”
[7]
Resulta interesante que en esa misma entrevista se le hace directamente la pregunta “¿Merece la pena preguntarle qué opina del creacionismo?”, a lo que Margulis responde: “Es una locura cultural. Es muy peligroso porque es pura ignorancia. Bloquea la entrada de la lógica y la evidencia, algo que para un científico es esencial. Y más aún en evolución, de la que no se puede hablar sin disciplinas como la paleontología, estratigrafía, geocronografía, ecología, limnología…”[8]Y eso que, a continuación, dice que no se puede pensar que “ser evolucionista se contrapone a creacionista. Esta dicotomía no existe.” (entendiendo “creacionista” en un sentido diferente al de arriba, pues afirma: “Una cosa es discutir sobre hechos y evidencias científicas. Otra, sobre fe o religión, cuando no de posiciones morales o políticas.”) En eso también estará de acuerdo cualquier evolucionista cristiano, que no considerará que los términos “creación” y “creacionismo” deban ser secuestrados y parasitados por el movimiento del así autoproclamado “creacionismo científico” (creación en 6 días de 24 horas, universo de 6000 años, diluvio universal hace unos 4000 años, hombres y dinosaurios compartiendo el mundo primitivo, etc.).
En fin, creo que queda claro que lo que se discute por parte de Margulis (y lo mismo podríamos decir con Sandín y hasta con Behe) no tiene nada que ver con el “hecho de la evolución” sino con su “mecanismo”.Esa discusión es ya un viejo debate (que empezó antes de Darwin, una vez que el hecho de la evolución empezó a vislumbrarse con claridad) y supongo que seguirá durante mucho tiempo, dada la gran complejidad de la vida presente, y la aún mayor complejidad de la historia de la vida.
Al final de su artículo, el Dr. Cruz parece que se incorpora finalmente a ese debate al afirmar que:
“
Si Sandín, Margulis, Behe, Goodwin y otros muchos científicos están en lo cierto en sus hipótesis,se debería pensar que determinados microorganismos y virus habrían permanecido inertes durante millones de años, esperando que en un determinado instante de la historia de la vida en la biosfera su información genética fuera necesaria para modificar radicalmente el genoma de ciertas especies en peligro de extinción, que aparecerían millones de años después, y rescatarlas así de la desaparición inminente. Los virus habrían estado esperando durante mucho tiempo la aparición de las diversas adversidades ambientales capaces de poner en peligro la subsistencia de las especies para pasarles la información necesaria que las haría salir airosas de los problemas.”
[9]
Bueno, no es exactamente lo que Margulis o Sandín piensan, porque la idea de que las bacterias o virus estén “esperando” suena un poco raro y es un tanto una personificación
[10], y en cualquier caso su actuación no se rige en función del beneficio o perjuicio de otros seres, por lo que no tiene sentido atribuirles calificativos de “previsión”, “colaboración”, ni de “egoísmo” o “lucha por la supervivencia”. Pero, en cualquier caso, esto muestra que tal vez el Dr. Cruz y yo no estamos completamente “en las antípodas”. Al menos parece que los dos reconocemos que la vida tiene millones de años (como Behe, y no los pocos milenios del creacionismo) e incluso que las bacterias y los virus han tenido un papel fundamental en la historia de la vida, dado que su información genética ha servido para “modificar radicalmente el genoma de ciertas especies”. Si el Dr. Cruz sigue pensando en los detalles concretos de esas ideas, me temo que se topará de bruces con que esas modificaciones radicales de los genomas llevan de manera lógica y natural a la idea de la evolución de las especies… Una vez reconocidos estos hechos básicos y fundamentales, podremos empezar a disfrutar juntos del interesante debate contemporáneo sobre los mecanismos concretos que han producido esa fascinante evolución.
Autor:Pablo de Felipees doctor en Bioquímica y Biología Molecular, presidente de Cristianos en Ciencias y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
[5] Una crítica a esta visión un tanto reduccionista se puede encontrar ya en un largo y documentado artículo de 2003 por uno de los más destacados defensores del neodarwinismo (Francisco J. Ayala) en relación con los pseudogenes (que también han sido a veces denominados como simple “basura”): E.S. Balakirev y F.J. Ayala (2003). Pseudogenes: are they “junk” or functional DNA?
Annu. Rev. Genet. 37:123-151. Más antiguo es un artículo por el “padre” del equilibrio puntuado (Stephen Jay Gould) en el que defiende vehementemente el abandono del concepto de “basura”: J. Brosius y S.J. Gould (1992). On “genomenclature”: a comprehensive (and respectful) taxonomy for pseudogenes and other “junk DNA”.
PNAS89:10706-10710. En realidad, su interés por las potenciales funciones de esa “basura” genética se remonta otra década más, al menos al artículo: S.J. Gould y E.S. Vrba (1982). Exaptation; a missing term in the science of form.
Paleobiology8:4-15. En ningún caso he pretendido hacer una historia exhaustiva de este tema, y es posible que haya más referencias similares, e incluso más antiguas… que ilustran el temprano interés que despertaron hace ya décadas los elementos móviles, retrovirus, pseudogenes y otros elementos cuya función no era muy obvia en un principio.
[9] A. Cruz (2011). Véase ref. 1.
[10] Se asoma ahí la vieja idea de la teolología, que los organismos hacen cosas con una “finalidad”. Esta vieja idea aristotélica fue abandonada hace ya mucho tiempo. No es una forma fructífera de explicar el comportamiento de los seres vivos a menos que tengan una inteligencia más que notable que les permita hacer planes, etc (como en el caso humano y algunas otras especies).
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