Sin duda tenemos delante uno de los textos que más atención y “energías” exige, cuando se quiere explicar el liderazgo pastoral de la mujer en la Iglesia. Su lectura (en cualquier versión, de cualquier idioma) apunta de un modo natural hacia un orden de autoridad Padre-Hijo-varón-mujer, que para muchos es sencillamente parte de lo establecido por el Creador antes de la caída, como se señaló en el primer artículo de esta serie.
Pero para aquellos que quieren ver los efectos del pecado detrás de cualquier diferenciación entre hombres y mujeres, negando las evidencias de
Génesis 2, este texto de Efesios plantea una incuestionable dificultad… que se resuelve con una docta explicación:
Un enjundioso periplo por el griego clásico y el popular (koiné), una culta referencia a la literatura griega profana, y una apelación a los distintos usos en castellano, nos conducen a la posibilidad de entender adecuadamente el verdadero significado en estos textos de la palabra ‘
cabeza’ (
kephalé en su original). Y se nos dice que nada tiene que ver con cualquier concepto relacionado con autoridad o gobierno, sino con la idea de fuente u origen, como la cabeza de las aguas de un río.
Es la misma base argumental que nos presenta Luis Marián en su serie Mujer y Biblia, cuando afirma que ‘podemos decantarnos por la apelación al término como origen y no como una alusión a las limitaciones de funciones o capacidades’
Al leer tan elaboradas argumentaciones se siente un primer “escalofrío”, y vienen a la memoria aquellas palabras del propio Jesús: ‘
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños’ (
Mt 11:25). ¿Será que el propio Señor estaba equivocado, y no se dio cuenta de la importantísima trascendencia que tiene el conocimiento profundo del griego, la literatura clásica y la semántica, para entender lo que el Espíritu Santo realmente quiso revelar a los autores bíblicos? Sin desdeñar la riqueza y profundidad que todo conocimiento humano puede aportarnos al acercarnos a la Palabra, no podemos admitir que para nuestro entendimiento de la voluntad de Dios sean necesariamente imprescindibles tales conocimientos. Porque la propia Palabra rebosa de referencias a su sencillez y utilidad para toda persona, en todo tiempo, en todo lugar y toda circunstancia.
Pero más allá de esta primera referencia, la propia argumentación que se viene realizando alrededor de ‘
kephalé’ encierra un extraño baile interpretativo que merece atención.
LA INCONGRUENCIA CONTEXTUALINMEDIATA
Si afirmamos que cuando Pablo escribe que ‘
el varón es la cabeza de la mujer’ hay que entenderlo como que él es el origen o fuente de ella por el orden de la creación, entonces tendremos que convenir que el mismo sentido ha de aplicarse a las 3 veces en que aparece la misma palabra, en la misma frase, escrita por el mismo autor, en el mismo contexto del mismo versículo.
Pero entonces nos chocaremos frontalmente contra una imposible aberración exegética, como sería deducir –con la misma base interpretativa- que Dios, siendo ‘
cabeza’ de Cristo, es su origen o fuente. Porque eso nos colocaría ante un Cristo creado o emanado del Padre, lo cual derribaría la esencia de nuestra fe en cuanto a su perfecta divinidad, tras lo que comenzarían a caer como un castillo de naipes casi todas las doctrinas que conforman y sustentan el mensaje del Evangelio.
LA INCONGRUENCIA CONTEXTUALAMPLIADA
Pero más allá del propio texto de 1ª Corintios, es interesante y necesario un pequeño trabajo de investigación accesible a cualquier lector, cotejando con una simple concordancia los textos del Nuevo Testamento en los que aparece el término ‘
cabeza’, todas ellas del original
kephalé. De un total de 66 ocasiones, 33 en los evangelios y 16 en Apocalipsis tienen un claro significado puramente anatómico. Es en las otras 17 citas (fundamentalmente en 5 pasajes de las cartas de Pablo) donde el término ‘cabeza’ se usa en un sentido figurado o ilustrativo. Una lectura directa de todos ellos nos llevará a la reafirmación natural de su significado siempre relacionado con un sentido de autoridad:
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Efesios 1:20-23– Pablo habla de la exaltación del Cristo resucitado ‘
sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra’, añadiendo que Dios ‘
sometiótodas cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia’. Es evidente por el contexto que hay una profunda carga de autoridad en todo el texto, remarcado y condensado por el término cabeza.
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Efesios 4:14-16– Pablo hace aquí una inequívoca referencia autoritativa a Cristo como cabeza de la iglesia. Tampoco aquí cabe la acepción “fuente u origen”, puesto que se usa la figura del cuerpo para señalar el gobierno de su cabeza para el crecimiento.
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Efesios 5:21-25– Este es el otro texto en que se hace un paralelismo de la relación hombre-mujer con la de Cristo-Iglesia, y Pablo usa el ejemplo para remarcar que ‘
la iglesia está sujeta a Cristo’, uniendo de nuevo ‘cabeza’ a una función de autoridad.
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Colosenses 1:15-18– En uno de sus más bellos cantos a la persona y obra de Cristo, Pablo remarca su autoridad universal, ‘
porque en él fueron creadas todas las cosas… sean tronos, sean dominios, sean principados, sena potestades’. Y es en ese claro contexto de referencia a su autoridad, que Pablo señala que ‘Él es también la
cabeza de la iglesia’.
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Colosenses 2:8-10– Rebatiendo las ideas gnósticas, Pablo hace la gran declaración del Evangelio doblemente completo: ‘
en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, y vosotros estáis completos en él’. Y unido inmediatamente a ello afirma la autoridad de Cristo, ‘
que es la cabeza de todo principado y potestad’.
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Hechos 4:11 y 1ª Pedro 2:7– En ambas ocasiones Pedro hace referencia al
Salmo 118:22, para remarcar a Cristo como ‘
la cabeza del ángulo’, en una expresión que en nada nos hace pensar en el “origen o fuente” del ángulo, sino en la autoridad última en la que descansa la obra de la Salvación. Así lo entiende Pedro al completar su referencia en Hechos con aquella excepcional declaración: ‘
Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombre, en que podamos ser salvos’
La tan traída y llevada “cuestión kephalé” resulta finalmente una clara contradicción con el conjunto de los textos bíblicos. Por mucho que nos incomoden las referencias al varón como cabeza de la mujer, no podemos torcer la evidencia bíblica para negar que allí se encierra un claro componente de función y autoridad, puesta en paralelismo por la Palabra con la autoridad de Cristo sobre su Iglesia. O todo es fuente, o todo es autoridad; pero no podemos jugar con dos interpretaciones excluyentes a nuestro antojo y conveniencia.
En el próximo artículo de esta serie nos acercaremos al conflicto central que se encierra detrás de casi todas las cuestiones de género en la Iglesia: “El problema del sometimiento”.
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