Como hemos venido señalando en los artículos anteriores, el contexto cultural, educativo y social de cualquier época influye y moldea a sus individuos de una manera muy poderosa, sean cristianos o no. También hicimos alusión a cómo muchas circunstancias que nos rodean, por injustas que sean, sólo pueden ser asumidas mientras luchamos para cambiarlas, si es que deseamos cambiarlas, claro.
Un ejemplo de esto es cuando Pablo “acepta” y “regula” entre los cristianos algo tan repudiable como la esclavitud (Efesios 6,5-9). El apóstol aborda el tema en pos de un buen trato para los esclavos a sabiendas de que a los creyentes les será imposible cambiar de inmediato todas las injusticias sociales de su tiempo, entre ellas el sistema esclavista.
No obstante, siglos más tarde serán precisamente creyentes quienes encabezarán movimientos abolicionistas. Y aunque no es la esclavitud el tema que nos ocupa aquí, esta realidad nos sirve para comprender mejor los porqués de algunas actitudes de Pablo con las mujeres. Cerrando el asunto de la esclavitud, debemos entender que el apóstol está convencido de que lo mejor que les podía pasar a muchos esclavos no era ser “libre” para saltar de la sartén al fuego y vivir de la mendicidad sino tener un buen amo que los proteja y sustente con dignidad. Ante esto los cristianos debían ser los mejores, por lo que sería un error confundir que Pablo acepta la esclavitud y sus tristes consecuencias con que La Biblia apela a la esclavitud como algo aconsejable o -mucho menos- como una institución de origen divino. La intención bíblica es llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social, algo que no sólo se pretendió hacer en medio del sistema esclavista sino también con la marginación de las mujeres del siglo primero.
ENSEÑANZAS IMPARTIDA POR MUJERES: ¿PROBLEMA CONCRETO O PRINCIPIO ATEMPORAL?
Dicho todo lo anterior abordamos ya el texto de
1ª de Timoteo 2:9-15 que centra esta reflexión:
“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”. 1ª Timoteo 2:9-15
Nos detenemos en el presente artículo en un primer aspecto a destacar: Aunque Pablo normalmente no ofrece explicaciones históricas para justificar que un mandato dado por él es Palabra de Dios, aquí sí
apela a lo acontecido en el Edén para argumentar su decisión ¿Por qué lo hace? ¿En qué consiste su argumentación para tratar de convencer a los creyentes de que las mujeres supervisadas por Timoteo no deben enseñar? Veámoslo.
DEBIDO AL ORDEN DE LA CREACIÓN EVA NO PUDO APRENDER
El relato de
Génesis 2:7-21 al que Pablo apela como razón es un despliegue de diferentes instrucciones dadas por Dios a Adán sin que Eva estuviera presente, pues ni siquiera había sido creada aún.
Es un acontecimiento que ilustra perfectamente las fatales consecuencias de quien pretende orientar o enseñar a otros desde la ignorancia y el atrevimiento, algo que desgraciadamente tiene un claro paralelo con la situación general de las mujeres en tiempos de Pablo, tal y como venimos viendo en toda esta serie.
No tendría demasiado sentido usar un mero orden cronológico de la creación biológica de cada sexo para convencernos de que sólo Adán estaba llamado a enseñar a no ser que se pretenda señalar la ausencia de formación, prudencia y conocimiento de Eva. No hay otra explicación para una alusión cronológica, pues igualmente Pablo sabía que los animales fueron creados antes que Adán sin que esto proveyese cualidad alguna para la enseñanza.
El apóstol no pide a los creyentes que acepten el argumento del orden de llegada de Adán y Eva para ejercer la enseñanza como un misterio divino o un asunto de fe incomprensible. No. El apóstol opta por
un “porqué” al afirmar que Adán fue formado primero porque pretende que aquellos cristianos “creados” y “formados” milenios después de Adán y Eva comprendan la lógica de su mandato para que aquellas mujeres del siglo primero guarden silencio.
Seguramente él quería que todos entendiesen que
la falta de adiestramiento, la ociosidad y el atrevimiento de muchas mujeres de su tiempo causaba problemas y confusión cuando éstas enseñaban o propagaban enseñanzas paganas entre los creyentes.
El sinsentido de un hipotético uso del mero orden formativo en el caso concreto de Adán y Eva como explicación se hace aún más claro si tenemos en cuenta la obviedad de que muchas mujeres del Nuevo Testamento habían sido biológicamente nacidas –
o formadas- después de Adán e incluso después de otros muchos hombres contemporáneos a ellas y que sin embargo no estarían llamados a guardar silencio por ello. Lo mismo habría que decir de las mujeres “nacidas
–o formadas- espiritualmente de nuevo” en Cristo con su conversión antes que otros hombres contemporáneos a ellas para darnos cuenta de que la
formación biológica, e incluso la espiritual de cada hombre y mujer no tiene por qué coincidir con el orden cronológico de la formación de Adán y Eva.
El orden en sí no era un argumento.
¿ADÁN NO FUE ENGAÑADO?
Aunque el apóstol aquí afirma que “
Adán no fue engañado”, la Escritura muestra que finalmente Adán sí fue engañado y culpable de incurrir en transgresión (
Génesis3:17). Esta ligereza interpretativa de Pablo es una nueva evidencia de que el apóstol no pretendía exponer dogmas ni principios espirituales perpetuos (un hecho que él mismo aclara por dos veces, tal y como veremos en la siguiente entrega de esta reflexión). Su imprecisión acerca del engaño de Adán refuerza la idea de que
Pablo sólo quería señalar que la falta de conocimiento y un adiestramiento serio deriva en engaño, razón por la que se centra en lo que le pasó a Eva y en cómo ésta confundió posteriormente a Adán.
Stuart Park explica cómo “
en el segundo relato de la Creación (Gn. 2:4-25), el hombre (’adam), se «desdobla» en varón y hembra para formar una pareja que comparta el dominio, y disfrute de un compañerismo mutuo. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y ambos participaron en la tragedia de la Caída. CuandoPablo habla, por tanto, del pecado de «un hombre» (Ro. 5:12-21), cabe pensar que se refiere no sólo al varón, sino al hombre genérico (anthropos) Adán, ya que ambos, hombre y mujer, por su desobediencia y transgresión, arrastraron a la raza humana a su destino. En el tercer relato (Gn 5:1-2), el autor de Génesis reafirma la identidad de Adán como varón y hembra: “Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (’adam), a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados[1]”
“TAMBIÉN EL VARÓN PROCEDE DE LA MUJER”
Toda esta interpretación que exponemos acerca de las intenciones de Pablo casa con sus palabras en
1ª Corintios 11:11-12 (que ya vimos en anteriores entregas) cuando dice que “
en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”.Ante los corintios
Pablo pretende zanjar el tema de “la procedencia” descartando un uso interesado del orden de creación de Adán y Eva como argumento discriminatorio pues tras recordar que la mujer procede del hombre afirma que “
tambiénel varón nace de la mujer, y finalmente, ambos de Dios” (vs. 12).
La procedencia del hombre y la mujer es mutua entre ellos y común respecto a Dios.
Además de lo visto,
existen otros aspectos más esclarecedores aún en el texto de 1ª Timoteo 2, 9-15 que muestran definitivamente que Pablo no tiene intención alguna de establecer un dogma que niegue la labor de enseñanza para cualquier mujer cristiana de cualquier tiempo y lugar. Pero esto lo veremos en la próxima entrega.
[1] S. Stuart Park.
La figura de Eva en la eclesiología de Pablo. Revista Alétheia nº 37
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