Perú tiene una rica tradición poética. Menéndez y Pelayo, que tanto y de tantas cosas sabía, dice en el segundo tomo de su HISTORIA DE LA POESÍA HISPANO-AMERICANA que el Virreinato de Perú llegó a ser la más opulenta y culta de las colonias españolas de la América del Sur. De las investigaciones realizadas por Marcos Jiménez de la Espada se deduce que la poesía castellana en Perú es casi tan antigua como la conquista misma.
En el libro VI de LA GALATEA Cervantes alude a dos poetas peruanos, de Arequipa los dos. De uno, Ribera, dice:
Su divino ingenio ha producido en Arequipa eterna primavera, que este es Diego Martínez de Ribera.
Otro es el general y poeta Picado, a quien dedica estos versos:
Nombre de oriente al Occidente ha dado:
Cuando esta luz nació, nació con ella
todo el valor; nació Alonso Picado.
Honrando las letras del protestantismo hispano tenemos entre nosotros a otro poeta nacido en Perú, concretamente en Puerto Maldonado, a orillas del Madre de Dios, en el departamento del mismo nombre: Alfredo Pérez Alencart. Es profesor de Derecho del Trabajo en la prestigiosa Universidad de Salamanca, miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía, coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que anualmente organiza la Fundación Salamanca Ciudad de la Cultura.
Este poeta de media melena y sonrisa permanente es un versificador que brilla con peculiar esplendor. En su poesía es fácil descubrir una técnica refinada, un pensamiento grave y recogido, un sostén bíblico cuando se sumerge en el terreno de lo sagrado.
Alencart es conocido por los lectores de “Protestante Digital”. Desde el año pasado
escribe una columna semanal (Códice de Asombros) que tiene miles de seguidores. Por otro lado, he tenido el deleite de comentar aquí otros libros suyos. Este, AQUÍ HAGO JUSTICIA, es una obra breve cuyos versos escribió para sí mismo, sin pensar en el público. Un íntimo amigo suyo recogió el material y lo dio a la imprenta. El resultado ha sido un pequeño volumen de versos publicados en portugués y castellano.
David Medeiros Leite, autor del prólogo, aclara: AQUÍ HAGO JUSTICIA posee una peculiaridad que tal vez sirva como una especie de “ábrete sésamo” para mejor entenderlo: la dedicatoria. Eso mismo. El libro está dedicado a François Silvestre Alencar; y Alencar no tiene un sentido figurativo, como acontece con frecuencia. Para quien haya leído a François, inmediatamente percibirá la estrecha relación que existe entre AQUÍ HAGO JUSTICIA con la vida y obra literaria del autor de NADIE ES LA PATRIA.
Quiero ofrecer a los lectores una muestra de este poemario.Obligado a elegir sólo dos composiciones del catálogo, porque esta página no da para más, me decido por las que figuran en páginas 12 y 16. El primero de ellos, Guerrero, ha sido traducido a 20 idiomas.
GUERRERO
Pareces
un león herido de vida
en una región
de pájaros furiosos:
sangre en la infancia
y ahora puñales
de envidia.
Te comprendo.
Tú y yo
no es que nos parezcamos;
es que somos iguales,
creyentes esperanzados
en que no resucite
la traición.
Por esa lid
esperamos el sueño.
ORFANDAD
Perder un padre
es perder un imán.
Pero no eres
de los que se repliegan,
aunque te lancen
látigos feroces.
Perder un padre
es nacer dos veces
saludando ausencias
con las manos
escondidas.
Pero no eres
comedor de tristezas:
maduras
en plena niñez
y sigues inocente
en tu edad madura.
Perder un padre
es perder
una luz que no tiene
principio ni fin.
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