Ni si a un querido amigo, esposo de una mujer extraordinaria; extraordinaria por su simpatía, su humildad, su belleza interior y su dedicación a servir a otros, no hubiera dado positivo a esta misma enfermedad que, por haber sido aquel «pelotero» el primero en hacerla conocida urbi et orbi lleva su nombre:
Lou Gherig disease. (Su nombre científico es
Esclerosis Lateral Amiotrófica o
Amyotrophic Lateral Sclerosis, ALS.)
Cuando en noviembre de 2004 a mi nietito Iván, de 7 años, le diagnosticaron
cáncer linfático, iniciamos una cadena de oración intercesora que no ha dejado de funcionar. Hoy, con sus 14 años, Iván es un muchacho fuerte, sano y que está resultando un buen estudiante, no obstante que todo el año 2005 lo pasó entre el hospital, la casa y la escuela; entre llantos, sonrisas y paciencias; entre quimios y radioterapias; entre pinchazos por todos lados y controles interminables. (Un «chisme» que comparto confidencialmente con mis lectores: Creemos que uno de los acicates que tiene Iván para esforzarse en sus estudios es que su hermana, Gabriela, dos años menor que él, le viene pisando los talones en el colegio. E Iván sabe que ante cualquier descuido, su hermana lo alcanzaría y eso, para su orgullo de «macho» es absolutamente inaceptable.)
Ese mismo año de 2005, este escribidor fue diagnosticado con
síndrome de Barrett, una amenaza inminente de cáncer esofágico lo que obligó a una intervención quirúrgica un poco de emergencia en el
Jackson Memorial Hospital de Miami. Mientras era intervenido y luego entraba en ese largo y tedioso periodo de recuperación, la cadena de oración no dejaba de «hacer ruido». De esto hace ya seis años.
Tiempo después, nos «encadenamos» de nuevo para orar por un querido colega periodista chileno, a quien le descubrieron
cáncer de colon. Quimioterapia, cirugía y para la casa. En noviembre pasado estuvimos visitándole en la ciudad de Concepción y hace unos días me contó por teléfono que venían llegando, con su esposa y su hijo, de unas vacaciones de diez días aprovechando el corto verano que la Madre Natura les regala a los chilenos de la zona sur del país.
Ahora, nos hemos «encadenado» de nuevo para interceder por John Mills.
La última vez que lo vimos fue en noviembre de 2007 cuando asistimos a la Conferencia Misionera de su/nuestra iglesia, Westover Church, de Greensboro, North Carolina. De esa fecha es la foto que ilustra este artículo. Ginger, su esposa, ha sido nuestro enlace con esa iglesia desde hace más de diez años. Siempre preocupada que las peticiones y necesidades de los Orellana sean conocidas a tiempo por la hermandad de Westover, no deja de recabar las noticias que habrán de aparecer en el boletín mensual para oración. Westover no está afiliada a ninguna denominación y ese pareciera ser uno de los grandes secretos de las innumerables bendiciones que les regala Dios día a día. Consta con varios miles de miembros y –este es otro de sus secretos– sostiene, espiritual y económicamente, a más de 100 misioneros distribuidos por todo el mundo.
Volviendo a Lou Gherig, me interesé por saber un poco más de él; así es que fui a la Internet donde hay una abundante cantidad de material. Y pude saber que fue uno de los grandes beisbolistas estadounidenses de todos los tiempos; que fue gran amigo de Babe Ruth, otro de los magníficos de este deporte que murió de cáncer 7 años después de Lou; que jugó los 17 años que duró su carrera por los
New York Yankees; que rompió una infinidad de marcas y récords; que fue exaltado al Salón de la Fama y que no hubo trofeo que no se ganara; que nació en Nueva York un 19 de junio de 1903 y murió en la misma Nueva York un 2 de junio de 1941; es decir, 37 años después; que la enfermedad que padeció es una enfermedad neuromuscular; que la prognosis del mal es clara y categórica: aumento rápido de la parálisis, dificultad para tragar y para hablar, una expectativa de vida de tres años o menos; no afecta la función mental, que la causa que la provoca es desconocida y que no es dolorosa, que no se transmite por contagio y que no obstante que la función motora del sistema nervioso central se atrofia, el enfermo conserva su lucidez mental; que la esclerosis lateral puede considerarse sinónimo de la parálisis infantil; que es muy poco frecuente, que es causada probablemente por algún bacilo y, de nuevo, que la ciencia médica no ha encontrado ni la causa ni la cura.
El 4 de julio de 1939, el equipo de béisbol New York Yankees declaró ese día como el Lou Gherig Appreciation Day. Ya Lou sabía de su enfermedad.En su discurso de despedida ante una multitud que lo aclamaba, dijo: «Amigos, durante las pasadas dos semanas ustedes han estado leyendo sobre el mal que me ha caído encima. Sin embargo, hoy, me considero el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra. He estado en el campo de juego por diecisiete años y todo este tiempo no he recibido sino cariño y aliento de parte de ustedes. Fíjense en estos grandes hombres. ¿No consideraría cualquier deportista lo más alto en su carrera haber tenido algo que ver con uno de ellos? Sin duda. Soy un privilegiado. ¿Quién no consideraría un honor haber conocido a Jacob Ruppert? ¿O a Ed Barrow, el constructor del gran imperio del béisbol? ¿O haber pasado seis años con ese maravilloso hombrecillo llamado Miller Higgins? ¿Y luego haber pasado los siguientes nueve años con ese extraordinario líder, ese tremendo estudioso de la psicología, el mejor
manager del béisbol de hoy día, Joe McCarthy? Sin duda. Soy un afortunado. Cuando los
New York Giants, un equipo por el cual cualquiera habría dado su brazo derecho por batear, y viceversa, te envía un presente; eso es algo. Cuando los encargados del campo de juego y esos muchachos en uniforme blanco te recuerdan con sus trofeos, eso es algo. Cuando tú tienes una maravillosa suegra que se pone del lado tuyo en lugar de en el de su propia hija, eso es algo. Cuando tienes un padre y una madre que trabajan durante todas sus vidas para que tú puedas tener una educación y desarrollarte convenientemente, eso es una bendición.(**) Cuando tienes una esposa que ha sido una columna inamovible y te demuestra un valor que tú nunca imaginaste, eso es lo más grande que he podido conocer. Por eso, termino diciendo que si bien pudo haberme tocado este mal, he tenido un sinfín de razones para vivir».
La multitud rompió en un aplauso largo y cerrado. Gherig bajó del podio mientras las lágrimas le corrían por el rostro y procuraba secárselas con el pañuelo. Babe Ruth se acercó a él y lo abrazó mientras la banda tocaba «Te amamos» y la multitud cantaba «Te queremos, Lou».
Desde que Ginger nos puso al tanto del mal que aqueja a su esposo, hemos pedido a nuestros hermanos y amigos que integran la cadena de oración que roguemos por la recuperación de John.La empresa parece imposible como imposible parecía ser la situación de los israelitas cuando se enfrentaron al Mar Rojo a poco de haber salido de Egipto. Para ellos no había escapatoria. Si seguían adelante, morirían ahogados. Si retrocedían, morirían a manos del ejército de Faraón. No había nada que hacer salvo aprestarse a perecer; sin embargo, Dios no había dicho la última palabra. Y cuando la dijo, quedó demostrado que allí donde para el hombre no hay escapatoria, para Dios el problema es sencillo. «Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco» (
Éxodo 14:16). «En seco». Nada de légamo. Nada de mojarse los pies. «En seco».
Creemos en el valor de la oración intercesora. No porque creamos que Dios escucha más y mejor a cien, a mil o a diez mil que oran por una misma cosa. Dios escucha tanto a una multitud como a un penitente, a una de sus criaturas afligidas. El mérito no está en la cantidad sino en la sinceridad con que yo expongo ante Él la petición de mi hermano.El mérito está en que la oración intercesora es un paso hacia delante en el cumplimiento del deseo de Jesús cuando dijo que quería que nosotros fuéramos uno, así como él y el Padre son uno. El mérito de la oración comunitaria está en que cuando oro por la necesidad de mi hermano estoy mandando al «final de la cola» mi propia necesidad; me estoy olvidando de «yo» para poner a «tú» por delante. Eso es una variante de «negarse a uno mismo» y ayudar al hermano a llevar su cruz. «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (
Gálatas 6:2). Esa es la ley de Cristo: que todos sean uno, «como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno» (
Juan 17:21-22).
Dios, en el caso de John Mills y en todos los casos, es soberano. Reconociendo esto, nosotros podemos ir a Él y expresarle nuestro deseo. «Te pedimos, oh Dios, que detengas el avance de la enfermedad de John así como separaste las aguas del Mar Rojo. Y que las fuerzas vuelvan al cuerpo de este hijo tuyo; que recupere el apetito, que las nauseas terminen y que se levante, animoso y vuelva a ser como antes. Eso es lo que te pedimos. Ese es el deseo de nuestro corazón. Ahora mueves tú. Amén».
Sigamos orando los «encadenados». Y si tú, que me lees, quieres ser un eslabón más en esta cadena, ven, que te haremos espacio.
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(*) En Chile no se juega el béisbol; o, a lo menos, no en la forma en que se juega el fútbol. Por eso, los chilenos de mi generación crecimos sin saber lo que es un pelotero, un bate, un «jonrón», una base por bola, el séptimo, el octavo o el décimo
inning, un cuadrangular o las bases llenas. Cuando los relatores deportivos de Miami hablan de «la pelota caliente» los que venimos del Cono Sur tendemos a pensar en otras cosas.
(**) Lou fue el segundo de cuatro hijos de inmigrantes alemanes. Su padre, Heinrich era un alcohólico y su madre Christina era una criada, la que llevaba la carga económica del hogar y la que aplicaba disciplina en la familia. Las dos hermanas de Lou murieron a temprana edad de tos ferina y sarampión. De niño, Lou ayudaba a su madre a trabajar doblando la ropa ajena que su madre lavaba, de modo que cuando él habla de «un padre y una madre que trabajan durante todas sus vidas para que tú puedas tener una educación y desarrollarte convenientemente…» no está pensando en su propia experiencia, que fue bien distinta.
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