Ángeles negros

A las faldas de Europa
llegan los ángeles negros
entregando la vida al destino.
Dejan África paraíso vibrante,
donde el sol asa la piel y la sed de plomo
agrieta la faz de la tierra.

La naturaleza deja es esplendor y exprime las miserias
encima del elefante magnético sin tacto.
A sus angostos estómagos les duele el hambre,
y las agónicas cosechas.

Los sueños pasean por el vecino continente
a bordo de la utopía.
Con la fugaz decisión pasan la alambrada del miedo.
Tiran el pasado por la proa de la desesperación;
agarrándose al trébol de la suerte de sus jaculatorias.

Echan las redes a la costa del futuro, pescando rechazo.
Algunos se ahogan en el mar y otros en la cruda realidad.
Cuando la noche guarda la luna en la cuna de las nubes,
el universo protege la locura que cruza el estrecho,
a hombros del peligro.

Hombres perdidos en pantanos de crisis,
aferrando su valentía
a los flecos de la esperanza.

De las minas de sus ojos desalojaron las emociones,
que salieron por el satinado túnel de jade.
No lloran porque sus lágrimas se derramaron
en el sótano de lo imposible.

No ríen porque sus risas
murieron en las espaldas de sus dientes.
No gritan porque sus voces
se quedaron en la fosa de su garganta.

No exigen porque sus derechos
están en la cárcel con cadena perpetua.
La patera con remos humanos navega hacia el atolón blanco
que se atreve a preconizar la pureza de la raza,
teniendo átomos sin ubicar en el aforo del sentimiento.

Llegan los ángeles negros empujados por sirenas
para después ser devorados por los tiburones del progreso.

Alicia Gallego Soler
(Los colores del infinito)

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