Decía que estoy perplejo, si, perplejo porque me siento como parado en un cruce de caminos sin acabar de entender, sin acabar de fiarme y sin acabar de decidir.
Esta vez la cosa tiene que ver sólo con Catalunya pero a mí me afecta directamente y si miro más allá la cosa no cambia demasiado. Además, la perplejidad no entiende de nacionalidades, territorios o soberanías sino que es proporcional al grado de duda y vacilación interior de cada cual. Y ese es mi caso.
En mi opinión, que reconozco muy particular, los políticos han estado cuatro años fomentando la abstención. Quizá no son del todo conscientes pero eso es lo malo que lo consiguen hasta cuando no se lo proponen. El gobierno por partida triple como tripartido unido -en esto si- con una cohesión que tira de espaldas. La oposición se ha sumado con decisión a la tarea pese a no compartir poltrona.
Los he visto obcecados con sus trapos sucios -unos de otros y viceversa- mientras dejaban pasar los verdaderos problemas sin hincarles el diente.
Pero, llega la campaña, en quince días quieren recuperar el terreno perdido y nos machacan por tierra, mar y aire para que votemos.
Aunque no se puede negar que la campaña tiene su nivel.
Artur Mas saca un vídeo -porque la cosa va de vídeos- culpando a los que no voten si sale Montilla.
Montilla, a su vez, nos regala un video -otro- en el una señora tiene un orgasmo al votarle, ni que el candidato fuera un sex-symbol. Por su cuenta
Alicia Sánchez-Camacho se dedica a eliminar inmigrantes ilegales en sus ratos libres. En un vídeo -otro- ideado por las juventudes de su partido y soslayando unos controles tan difíciles de explicar que no hay quien se aclare. A todo esto
Puigcercós se entretiene -éste sin vídeo- faltándole al respeto a los andaluces y se hace fuerte en su error.
Yo no sé a usted, pero a mí nada de esto me predispone.
Ingenuamente pienso en votar al que mejor me represente a pesar de todo pero no encuentro ninguno que defienda de verdad mis principios cristianos. Bueno, pues al que no fomente la crispación o se escape de la corrupción o que sea un buen gestor, y nada de nada. Ya sé que cualquier generalización es injusta y que no se puede meter a todos en el mismo saco. Ya lo sé, ya lo se. Pero tampoco me parece lógico ofuscarse en ver cada desaguisado un hecho aislado porque tan puntuales, tan puntuales, al final la suma los hace bastante generales. Y pienso, si voto a un partido con corrupción más o menos probada ¿no le estoy yo, con mi voto, dándole el visto bueno aunque sea implícitamente a su corrupción? Estoy que no me aclaro.
Qué quiere usted que le diga no me decido si votar o no votar. No sé si con Franco vivíamos mejor, creo que no, por lo menos yo no, pero por lo menos no había que decidir y eso siempre es un alivio. Al paso del tiempo he entendido que él lo hacía por nuestro bien. Después hubo un tiempo en que eso de ser convocado a las urnas me sonaba a una cosa muy seria y aspiraba a votar al mejor. Luego bajé el listón y pasé a votar al menos malo. Ahora ya veo que si voto será para que no salgan los otros y ahí me entran todas las dudas y los sudores. Cuando pienso en que algunos dicen que las elecciones son la fiesta de la democracia me entra la risa porque si voto lo haré con una pinza en la nariz.
Total, que
cuando usted lea esto mi error estará a punto de ser irreversible o ya se habrá consumado. Si no voto seré responsable de la desestabilización del sistema democrático. Si voto -vote a quien vote- ya ve usted el panorama. ¿Sabe lo que le digo? Que tengo unas ganas locas de que se haga realidad aquello de los cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia y de que llegue el día en que Dios juzgue al mundo por medio de Cristo a quien ha designado habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos.
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