Antes de seguir, una ojeada a la ficha biográfica del autor. Sepamos quién es.
Caldwell, 48 años, estadounidense, está considerado como “uno de los periodistas más influyentes del mundo”. Su actividad en la prensa escrita es amplia: Columnista fijo del FINANCIAL TIMES, colaborador del NEW YORK TIMES, redactor jefe del WEEKLY STANDARD. Lleva más de diez años escribiendo sobre la política y la cultura del Islam en Europa. Aunque vive en Washington, realiza continuos viajes al Viejo Continente.
La revolución que denuncia Caldwell no es pequeña ni debe ser ignorada. Con datos que no admiten discusión prueba cómo la inmigración musulmana ha cambiado definitivamente occidente. La misma cicatriz en la piel de la vieja Europa que señaló no hace tantos años la periodista
Oriana Fallaci en sus libros LA RABIA Y EL ORGULLO y LA FUERZA DE LA RAZÓN. “Europa se ha convertido en una provincia del Islam, con lo que está cavando su propia fosa”, decía Fallaci.
Es la misma tesis de Caldwell a lo largo de las 415 páginas: “Víctima de su complejo de culpa, el Viejo Continente está aceptando una inmigración islámica masiva que acabará transformando los valores y la cultura que los europeos han conseguido con la tenacidad de muchos siglos”.
Ante tales afirmaciones,
no se piense que Caldwell es un republicano neoconservador ni un islamófobo que concibe a los europeos como seres ingenuos sólo preocupados por las tentaciones materiales. Las referencias de este graduado por la prestigiosa Universidad de Harvard son las de un buen conocedor de Europa y del Islam. Su libro está muy lejos de las estridencias del panfleto. Está escrito de manera brillante y bien argumentada.
El autor divide su obra en tres partes principales. La primera trata el hecho de la inmigración. Después de la segunda guerra mundial las industrias y los gobiernos de países europeos organizaron programas de reclutamiento de mano de obra para sus florecientes economías de posguerra. Los que llegaban estaban bien pagados, pero se les encomendaban los trabajos más duros. Comenzaron a llegar a Europa unos dos millones de inmigrantes al año. Los de religión musulmana eran los que más problemas presentaban. Desde su llegada, éstos inmigrantes, dice Caldwell, “han roto una cantidad sustancial de costumbres europeas, ideas heredadas y estructuras estatales con las que han entrado en contacto”.
No se adaptan a la cultura de los países de acogida y se resisten a obedecer las leyes que no les gustan. Reclaman lo opuesto, que la sociedad acepte su religión, sus costumbres, sus leyes coránicas y hasta sus caprichos.
La segunda parte del libro se ocupa de la visión histórica del Islam en Europa. Aquí Caldwell es contundente, definitivo. Escribe esto: “Si los europeos hubieran sabido, cuando empezó la inmigración de Turquía, Marruecos, Argelia y otros países en las décadas de 1950 y 1960, que habría millares de mezquitas por toda Europa medio siglo después, jamás lo habrían permitido”.
Capítulo importante es el que el autor dedica al tratamiento de los disturbios provocados por jóvenes mahometanos en las grandes ciudades
europeas, principalmente París y Londres. Entre los inmigrantes que habitan esas ciudades “los musulmanes son especialmente propensos a meterse en problemas”. Según el sociólogo Farhard Josrojavar, “el Islam es ya la primera religión carcelaria de Francia”. Al otro lado del Canal de la Mancha, “los musulmanes británicos destacan como significativamente más radicales que todas las demás poblaciones musulmanas europeas”.
Para Caldwell, los sanguinarios atentados contra trenes de Madrid en marzo de 2004, desencadenados por activistas marroquíes vinculados con Al-Qaeda, vinieron a confirmar que el radicalismo islámico está asentado también en España.
En la tercera parte del libro su autor se ocupa de la excesiva tolerancia que advierte en los países europeos con los inmigrantes musulmanes. Cree que el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero se equivocó al repudiar imprudentemente la Alianza de España con Estados Unidos poco después de su elección y lanzar en su lugar lo que él llama una Alianza de civilizaciones con el Islam.
La ideología de la tolerancia permite que el Islam obtenga lo mejor de los países donde está implantado sin ofrecer el mínimo rasgo de reciprocidad. El mero hecho de que emigrasen a Europa no significaba que los inmigrantes dejaran atrás su historia. Al contrario, muchos inmigrantes, hijos y nietos de inmigrantes consideran un deber gritar su deseo de un Estado palestino, una patria kurda, una Argelia islamista o unas Ceuta y Melilla marroquíes. El clamor por la libertad, la tolerancia, el respeto, la comprensión y hasta la hermandad que pregona Europa con leyes basadas en los derechos humanos, no ha demostrado que funcione con el mundo musulmán. Caldwell entiende “que estamos muy lejos del alegre crisol multicultural con que fantasean los bienpensantes”.
El pasado 2 de agosto la prensa española anunciaba que “líderes islámicos de Cataluña se han movilizado para constituir un “lobby” que aglutine a toda la población musulmana asentada en esta comunidad, con el objetivo de hacerse fuerte ante el Gobierno y la Generalitat y reclamar la totalidad de sus tradicionales demandas”.
Dice el periodista Bernabé Sarabia que “en España este libro cobra un interés especial”. Nuestro pasado musulmán, el brutal atentado del 11 de marzo de 2004, el millón y medio de musulmanes que viven en nuestro país, la amnistía que el presidente Zapatero concedió en 2005 a 700.000 inmigrantes ilegales, la mayoría de religión musulmana, “proporcionan gran interés a un libro que ya de por sí se sitúa en un terreno polémico”.
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