Por lo menos así lo ve el 87 % de españoles y el 76 % lo considera como algo inevitable. A estas alturas del año van ya cuarenta y dos asesinatos de mujeres con un incremento del 26 % respeto a 2009. Nadie puede negar que se hacen esfuerzos para combatirlo pero ahí están las cifras.
Las últimas encuestas indican que cuatro de cada diez personas (incluyendo tanto a hombres como a mujeres) culpan a la maltratada por seguir viviendo con su verdugo. Se sigue cargando las tintas sobre las propias mujeres acusándolas de no denunciar por miedo, vergüenza, desconfianza en las autoridades e instituciones o por no ser conscientes del riesgo que corren.
Pero si denuncian se las acusa de presentar denuncias falsas que, sin duda las hay, pero son un porcentaje insignificante ante la cantidad abrumadora de las verdaderas. Se sigue culpabilizando a las víctimas y se mantiene la tendencia de creer que son ellas las que se lo buscan, por lo menos en parte.
El único culpable es el agresor, eso es incuestionable. El resto es posible que se equivoquen, sean inconscientes y hasta negligentes en su tarea pero culpable sólo hay uno, el agresor. No vale buscarle atenuantes en la crisis y el paro porque la inmensa mayoría de los asesinos de sus esposas o compañeras tienen trabajo a tiempo completo o son pensionistas. Nada más que una pequeña parte están buscando trabajo.
Es cómplice levantar cortinas de humo explicando o justificando, da igual, esa bárbara conducta mediante el alcohol o las drogas, el haber sido víctima o testigo de agresiones en la infancia, ser violento por naturaleza o tener problemas psicológicos. Es repugnante que todavía un sector aunque sea minoritario -inferior al 6 %- de varones justifique que el hombre agreda a su pareja cuando ésta decide dejarle.
Habrá que buscar las causas en que el maltratador-malhechor establece su relación en términos de desigualdad, sometimiento, dominio, control y poder. Que da lo justo a su pareja para vivir pero que corta de raíz todo intento de crecimiento personal. Que el maltratador vende los celos como si fueran amor y no lo son. Los celos no son una variante del amor ni una manifestación equivocada del amor. Los celos son eso, celos y por lo tanto repugnantes e injustificables.
Los malos tratos y el asesinato como su máxima expresión son un problema de todos, de la familia, de los vecinos, de los medios de comunicación de las fuerzas y cuerpos de seguridad, de los jueces y fiscales, del gobierno y también de la oposición. No se pueden asumir como normales comportamientos que, se mire por donde se mire, no lo son. No se pueden buscar explicaciones que simplemente nos tranquilicen en detrimento de las verdaderas causas ni soltar recetas simplistas y fáciles mientras se miran los toros desde la barrera (perdón por la mención).
Es exigible a nuestros gobernantes que luchen con eficacia contra esta desgracia colectiva pero si la familia ignora y calla mientras los vecinos miran a otra parte y los medios banalizan, no esperemos grandes avances en este asunto.
Si las instituciones se siguen acusando entre ellas y la falta de confianza en las autoridades a la hora de romper el círculo del maltrato no pasa de ser un dato estadístico, lo tenemos mal. Mientras los políticos conviertan el tema en basura para arrojarse unos a otros en lugar de buscar nuevas y mejores iniciativas, no vamos a ninguna parte.
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