Buen camino

La cosa se inició en el Montseny un día de excursión familiar “¿Por qué no hacemos el Camino de Santiago?». Sin pensar en objetivos específicos -daba igual tener objetivos identificados y mucho más que fueran concretos-, la idea nos gustó y la dimos por buena sin más.

Quizá nunca llegara a materializarse. Luego, dicen que alguien exigió saber si nuestras motivaciones eran espirituales o laicas ¡vaya tela! Cuando nosotros sólo queríamos caminar y pasarlo bien.

Como si no fuera en serio empezaron los preparativos, que si ropa y calzado adecuados, que si equipaje ligero y sin por-si-acasos, que si nada más que lo imprescindible y a poder ser un poquito menos. Se estableció la ruta desde Roncesvalles a Logroño en seis etapas, los albergues, los desayunos, los almuerzos, las cenas; en fin se calentaron los motores o, dicho de otra manera, se fue generando la ilusión sólo equiparable a aquella tan infantil del día anterior a las excursiones anuales en autocar que organizaba nuestra iglesia local.

El grupo era heterogéneo. Los que nos conocíamos éramos muy distintos unos de otros, eso ya se sabía. Surgieron los interrogantes naturales ante la perspectiva de convivir una semana con algún extraño que se sumó a la expedición. A última hora y con el camino ya iniciado, digamos que de manera fortuita, se nos añadió José Luis.

Comprobamos que sí hay camino y además que se hace camino al andar. Todos hicimos el mismo camino pero cada cual hizo su propio camino, Cada uno a su paso, con su propia carga, con sus fuerzas y con sus llagas o sin ellas pero fuimos compañeros. Buenos compañeros de viaje. José Luis respetó nuestra fe y el resto respetamos su increencia. Compartimos espacio para dormir, para comer y un sin fin de cosas.

Nos ayudamos en los avatares del camino. Y conversamos sobre mil y una cosas.

El camino dejó un poso de bienestar personal. Ahora cohabitan la añoranza de lo vivido y las ganas de repetir la experiencia. También ha quedado el deseo de que siempre las relaciones humanas fueran semejantes a la convivencia de esa semana, exentas de las tensiones y los recelos que con demasiada frecuencia impregnan la vida cotidiana de todos.