En 50 años como misioneros, mi esposa y yo nos hemos familiarizado con las leyes y las oficinas de inmigración de los países donde hemos servido: Argentina, Brasil, Canadá, los Estados Unidos y, ahora, España. Aun recientemente, en 2007, en Valencia, estuvimos hacienda fila durante horas, completando formularios y pidiéndole a Dios paciencia para soportar la lentitud de la burocracia. En estas filas, se pueden escuchar maravillosas historias de gozos, tragedias, expectativas y decepciones dramáticas de los migrantes.
Las iglesias de España han tenido que enfrentar el desafío de una ola masiva de migrantes de América Latina, África y Europa Oriental. Es un desafío misionero que obliga a las iglesias a volver a las raíces de su fe.
En 2002, en un pueblo de las afueras de Madrid, un grupo de
skin heads (cabezas rapadas) incendió una iglesia evangélica rumana y pintó esvásticas y frases racistas en sus paredes. No tomamos a la ligera estos desafíos. Dos veces por semana, la iglesia bautista de Vallecas, en Madrid, brinda alimentos y medicinas a 600 pobres, principalmente inmigrantes de Marruecos y América Latina. La mayoría de los vecinos de esa localidad son comprensivos y compasivos, pero algunos han protestado por las largas filas que se forman durante tres horas. Además, grupos de pandilleros ebrios han interrumpido cultos en las iglesias. Todas las oportunidades de ministerio urbano tienen su costo.
Para el Foro 2004 para la Evangelización del Mundo, auspiciado por El Comité de Lausana, en Pattaya, Tailandia, el grupo que trabajó sobre “La globalización y el evangelio” se enteró de cómo las iglesias en Canadá y Japón se transformaban a medida que respondían al
desafío misionero que presenta la inmigración. “No podemos subestimar el enorme poder que la migración global tiene sobre la interdependencia de nuestras vidas diarias y destinos colectivos, que crea un mayor horizonte común de experiencia para nosotros”(1) decía su informe.
Pero el desafío y la oportunidad no son nada nuevo. La migración fue un factor importante en el desarrollo de la Reforma en el siglo XVI. Juan Calvino fue un migrante que debió huir de su Francia nativa para refugiarse en Ginebra, cuyos inmigrantes aumentaron la población en un 50% en esas décadas. El historiador Fred Brown habla de “la tremenda tarea que enfrentaron la iglesia y el estado en Ginebra, de atender a las oleadas de personas que inundaban la ciudad”.(2) Calvino lanzó iniciativas para la capacitación profesional de los jóvenes y la readaptación de los adultos a nuevos empleos, y predicó contra aquellos que deseaban beneficiarse con la mano de obra barata.(3)
MIGRACIÓN Y PLANTACIÓN DE IGLESIAS
En el Nuevo Testamento, la migración fue un factor clave para el avance de la iglesia. Pablo termina su Epístola a los Romanos con saludos a una larga lista de personas que había conocido a lo largo del Imperio Romano, que habían terminado en Roma. En el Imperio Romano, la migración era constante, algo similar a nuestra experiencia en el siglo XXI. Roma, centro del poder cultural, económico y político, atraía a los migrantes de la misma manera que los países ricos atraen hoy a personas de países en vías de desarrollo que buscan trabajo, seguridad y un futuro.
En el Nuevo Testamento, vemos la tarea misionera en el contexto de personas en movimiento. Los fundadores de la iglesia de Antioquía (Hechos 11:19) eran personas dispersadas por la persecución religiosa. En otros casos, las personas migraban voluntariamente con un fin misionero, como Pablo mismo, que deseaba pasar de la región oriental del Imperio a la occidental (Romanos 15:19, 23-24).
Priscila y Aquila (Romanos 16:3) son clave para comprender un patrón temprano de formación de iglesias. Hechos describe a Aquila como un judío de la región del Ponto que debió salir de Roma debido a la persecución contra los judíos (Hechos 18: 1-4). Priscila y Aquila se sostenían realizando un trabajo especializado en cuero, para el cual necesitaban pocas herramientas; una ocupación ideal para un viajero como Pablo. Pablo “se quedó con ellos, y trabajaban juntos” (Hechos 18:3), y después de “muchos días allí” (v. 18) los tres se mudaron a Éfeso. Para cuando se escribió Romanos, este fiel matrimonio había regresado a Roma, donde el apóstol los elogia como personas por quienes él y “todas las iglesias de los gentiles” están agradecidos (Romanos 16:3).
A lo largo de su trayecto, voluntaria o involuntariamente, Priscila y Aquila plantaron iglesias en, al menos, tres ciudades del imperio. Este patrón continúa en nuestro tiempo. Los empleados británicos de una compañía ferroviaria plantaron muchas iglesias evangélicas en Argentina a principios del siglo XX. Yo he participado de los cultos de iglesias plantadas por empresarios coreanos en Brasil, Perú y España. Migrantes españoles plantaron iglesias de habla española en Alemania en la década del sesenta, a las cuales, hoy, asisten migrantes latinoamericanos. Más recientemente, jóvenes filipinos han plantado iglesias en los Estados Unidos, y migrantes de Ghana han hecho lo mismo en los Países Bajos.
MIGRACIÓN Y RECEPCIÓN
La lista de saludos de Pablo (Romanos 16) nos permite imaginar, al menos, cinco iglesias hogareñas en Roma, relacionadas con los nombres judíos y gentiles. Las grandes ciudades son crisoles donde se encuentran diferentes razas y diferentes culturas. Algunas veces, el encuentro es traumático. Todos somos etnocéntricos, y aceptar al “otro”, el que es diferente de nosotros, puede no ser fácil. Los tiempos de crisis económica o social ponen de relieve el desagradable fantasma del racismo. Esto también ha afectado a los cristianos durante toda la historia de la iglesia. En el Nuevo Testamento, vemos que el encuentro de culturas y razas causó muchos problemas en la iglesia primitiva.
Algunas iglesias hogareñas de Roma estaban compuestas por creyentes judíos, y otras, por creyentes gentiles, mientras que algunas quizá hayan sido comunidades mixtas. Pablo anima a estos diferentes cristianos a recibirse unos a otros como hermanos en Cristo.(4) Su exhortación tiene una connotación teológica definida y una intención pastoral: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”. (Romanos 15:7). Al señalar cómo Cristo recibe a los que acuden a Él, esta exhortación va directamente al corazón del evangelio expuesto en la primera parte de la epístola. Tal aceptación mutua incluía la disposición para aceptar las diferencias culturales, como diferentes hábitos y prohibiciones en cuanto a las comidas (Romanos 14:1-6). Fomentar esta aceptación era parte de la estrategia misionera de Pablo: por ejemplo, en la colecta que las iglesias gentiles recogieron por iniciativa de Pablo para ayudar a los empobrecidos creyentes judíos de Judea (Romanos 15:25-29).
Esta bienvenida también debe reflejarse en la hospitalidad, que se convirtió en una marca distintiva de las iglesias cristianas en el primer siglo. Las elogiosas palabras de Pablo para Febe ilustran este hecho (Romanos 16.1-2).
Hoy, las iglesias de las grandes ciudades, desbordadas de inmigrantes, necesitan especialmente esta actitud de bienvenida. El increíble crecimiento de las iglesias populares en las ciudades de América Latina puede explicarse, en parte, por la cálida recepción que brindan a las personas desplazadas de áreas rurales. En muchos casos, la bienvenida que recibe el migrante en la iglesia se convierte en un símbolo y preludio de la experiencia de ser recibido por Jesucristo y hallar salvación en Él.
UN TRIPLE DESAFÍO
La migración presenta un triple desafío para los cristianos de corazón misionero. El primero es
el desafío de la compasión y la sensibilidad cristianas. Las iglesias tienen el desafío de responder con fondos y voluntarios a un enorme flujo de personas hambrientas, sin hogar, marginadas. También está el desafío de cooperar con las ONG seculares que siguen el modelo cristiano de participación voluntaria, pero sospechan de la motivación de las iglesias cristianas.
El segundo desafío es
la necesidad de que las iglesias adopten una postura profética frente al tratamiento injusto de los inmigrantes por parte de la sociedad. Algunas veces, el mayor desafío para las iglesias es convertirse en voceras de los pobres y oprimidos. Esto no es demasiado popular en una sociedad alarmada ante las oleadas de extranjeros. La iglesia debe volver a los orígenes de su propia fe y al legado de la compasión, algo un tanto olvidado en Occidente.
El tercer desafío es ver
la migración como una vía para el evangelismo. Los migrantes son personas en transición, que experimentan la pérdida de raíces y pueden estar abiertas a nuevos compromisos. Históricamente, el cristianismo misionero ha florecido en el contexto de la migración, precisamente, debido a la doble naturaleza de la experiencia. Está el aspecto doloroso, de la pérdida del hogar y las raíces, pero también hay una nueva libertad. La presencia de nuevos creyentes como resultado de tal evangelismo, a su vez, presenta desafíos pastorales, ya que las comunidades ya establecidas en la iglesia se ven obligadas a ver al “otro” en medio de ellas.
Frente a la migración masiva, la enseñanza de Romanos es extremadamente pertinente. Si las iglesias de Europa reflejan el abrazo de Cristo en lugar de la exclusión de una sociedad atemorizada, pueden convertirse en mejores bases para una nueva evangelización de Europa. Las iglesias de Norteamérica pueden convertirse en la clase de comunidad profética que saque a la iglesia de una forma barata de religión amable. Si las nuevas iglesias de migrantes en estas partes del mundo escuchan a Pablo en Romanos, hallarán formas de conectarse con iglesias establecidas hace largo tiempo que necesitan un nuevo espíritu misionero. Mientras tanto, en América Latina, África y ciertas partes de Asia, donde la iglesia está creciendo y llena de vitalidad, el entusiasmo debe ir acompañado por una búsqueda de madurez que permita dar un fiel testimonio en todas las áreas de la vida. Como en el primer siglo, la migración será una vía y un desafío que Dios use para cumplir la misión cristiana.
(1) David Claydon, Ed. A New Vision, A New Heart, a Renewed Call, Volume One, Pasadena: William Carey Library, 2005; pág.23.
(2) W. Fred Graham, The Constructive Revolutionary. John Calvin and his Socio-Economic Impact, Richmond: John Knox Press, 1971. págs. 105-106.
(3) André Biéler, Calvin’s Economic and Social Thought, Ginebra: Alianza Mundial de Iglesias Reformadas – Concilio Mundial de Iglesias, 2005; págs.134 ss.
(4) Paul Minear, erudito en el Nuevo Testamento, desarrolla este tema en su libro The Obedience of Faith. The Purpose of Paul in the Epistle to the Romanos, Londres: SCM Press, 1971.
SAMUEL ESCOBAR
El misionólogo peruano Dr. Samuel Escobar ha ministrado en Canadá y América Latina con la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, de la cual también fue presidente. Presidió la cátedra de Misionología en el Palmer Theological Seminary en Pensilvania, EE. UU. Escribió, entre otras obras,
The New Global Mission. Integró el comité que redactó El Pacto de Lausana en 1974. Actualmente, vive y enseña en España.
CONVERSACIÓN GLOBAL DE LAUSANA
En
www.lausanne.org/conversation, puede encontrarse ahora en diversos idiomas la Conversación Global de Lausana. Por medio de traducciones hechas por voluntarios y tecnología automatizada, usted podrá conversar con cristianos de todo el mundo sobre temas claves de la evangelización mundial. Aunque las herramientas de traducción automatizada no son perfectas, esto significa que la Conversación Global de Lausana es realmente una conversación global, y creemos que es la primera de esta clase. Este es un momento que Dios nos ha dado.
Su voz debe ser oída. Esta conversación preparatoria ayudará a dar forma a las presentaciones de los oradores de Ciudad del Cabo 2010. Hierro con hierro se aguza, y hay sabiduría en el consejo de muchos. Confiamos en que el Señor utilizará la discusión mundial de su pueblo para impulsarnos, no solo a continuar el diálogo, sino, por medio de ese diálogo, a la estrategia y a la acción, para que todo el mundo escuche el glorioso evangelio de Jesucristo.
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