Stuart McAllister es Vice-presidente para la formación y proyectos especiales en Ravi Zacharias International Ministries, y ex-secretario general de la Alianza Evangélica Europea.
APOLOGÉTICA DE LA ESPERANZA
Stuart McAllister
Una respuesta al artículo de Mark Chan “Afirmando la verdad en un mundo relativista”
Estoy agradecido a Mark Chan por su artículo que describe acertadamente nuestras realidades globales. Trabajando en un ministerio profético por todo el mundo, me afecta mucho cuanto Chan dice. En los Estados Unidos, hablando en líneas generales, parece existir un desencanto respecto a las respuestas de los cristianos ante cualquier reacción hostil al cristianismo, algo impulsado en parte por la contribución del Nuevo Ateísmo. Parece correcto y necesario burlarse de la religión y negar cualquier aprobación de la misma, como si ello pudiera animar a los creyentes a engañarse a sí mismos y, lo que es peor, a los que no lo son.
Al igual que Chan, también he visto un distanciamiento del compromiso a la unidad de Cristo. La predisposición americana a domesticar y popularizar las tendencias ha conducido a una popular versión del postmodernismo que es altamente contagiosa y resistente a los tradicionales métodos apologéticos.
A menudo me sorprendo con lo que la gente quiere decir cuando hablan de la “verdad”; frecuentemente no es nada más que su propia experiencia subjetiva. Un relativismo asumido neutraliza la mayoría de las convicciones, relegándolas al estatus de la esfera personal.
Lo que creo que contribuye a esta socavación son los valores que se colocan por encima de las nociones básicas de leer la Biblia y de la fidelidad a las Escrituras. La cuestión para muchos no es “¿Es verdad?” sino “¿Es práctico?, ¿funciona?, ¿cuánto representa en metálico?” En los temas de dificultad moral la respuesta es, la mayoría de las veces, de una vaga empatía, limitada por consideraciones no críticas, que conducen principalmente a la frase “Es todo tan complicado” (significando que no es posible decisión alguna de forma clara sobre el problema).
Lo que Chan describe y mis propias observaciones confirman, es la permanente inquietud, desconfianza e insatisfacción que caracteriza a nuestra cultura actual. Todo esto nos hace tan infelices, tan irritables, hay tantas cosas que van mal, que al final nuestra capacidad de análisis parece pesar mucho más que nuestras respuestas redentoras.
En otras palabras, parece que nos sentimos mejor adoptando el cinismo que cultivando la esperanza.
Me reúno a conversar con muchas personas que están distanciadas de la fe evangélica; que no tienen confianza en la Biblia; que consideran el contenido de sus historias con profunda desconfianza. Su único remedio es la “cura de la conversación”, en la que (como en nuestros
talk shows televisivos) invierten grandes cantidades de tiempo y energía “compartiendo” y buscando “el resultado”, solamente para terminar profundizando en los sentimientos de distanciamiento, desacuerdo y confusión. Parece que tenemos un déficit de sabiduría –la habilidad necesaria para discernir las cosas que valen la pena para luego actuar en consecuencia.
En todo esto, la que se resiente, como indicó Lesslie Newbigin hace bastantes años, es nuestra confianza en la “verdad pública”. Si rechazamos los estándares compartidos de evaluación de la verdad, quedamos a merced de múltiples opiniones que hacen guerra en blogs, chats y forums de discusión popular. Ello conduce a mucha gente a buscar consuelo en la distancia de la retirada, y quizás contemplarlo todo con un exasperado “¿Hasta cuándo?”.
Chan destaca correctamente el resultado: una especie de individualismo aislado que opta por la “espiritualidad” de una religión a la medida. Si todas las autoridades están bajo sospecha, naturalmente ya no hay autoridades en su auténtico sentido, y nosotros tenemos que interiorizar y personalizarlo todo. Todos los puntos de vista, creencias y valores se vuelven provisionales y quedan sujetos a las lealtades limitadas o tribales, dependiendo de los beneficios emocionales que conseguimos de la inversión efectuada en ellos.
La verdad se convierte en una simple metáfora, que es moldeada, ajustada y adaptada según enseña la sociedad, la cultura, el último estudio o las tendencias del predicador de moda. Vivimos en lo que Zygmunt Bauman llama “modernidad líquida”, donde todo tiene una vida breve y una provisionalidad que se resiste a todo sentido de permanencia y estabilidad.
Más que un cambio de filosofía claro como resultado de ideas bien asumidas, creo que este relativismo es la consecuencia del triunfo de la convergencia del marketing y de la influencia de los medios de comunicación.
Parecer bueno y sentirse bien son las principales preocupaciones, que sustituyen a ser bueno y hacer el bien.
Así, ¿qué significa alabar la verdad? A veces escuchamos opiniones al final de algunas conferencias sobre apologética de las que siento tener que discrepar. Como nuestro equipo está implicado internacionalmente, constantemente nos encontramos con personas que tienen preguntas que formular. Cuando se les escucha y sus problemas son examinados a la luz de los principios bíblicos, parecen aliviados de comprobar que las respuestas sean tan posibles como reales.
El gran peligro con el que debemos luchar en Occidente es nuestra propia pérdida de confianza, una aversión hacia nosotros mismos cada vez más aguda y la tendencia a adoptar una postura casi de vergüenza hacia todo lo que se refiere a nuestro pasado.
Creo en un Evangelio que es “poder de Dios para salvación”. Creo que a pesar de los muchos errores pasados, las reformas son posibles. El gran Dios de las Escrituras, el Dios que se ha revelado a sí mismo en Jesús, el Cristo, actúa global y localmente por medio de su Espíritu, por caminos que sorprenden y deleitan. Creo que ya es hora de detener el “derribo” de todo.
Deberíamos poner una moratoria a la multiplicación de los debates y, en su lugar, invertir nuestras oraciones, esfuerzos y energías en nuevas e imaginativas formas de atraer realmente a las personas a Jesús, de proclamar a Cristo y su cruz (1 Cor. 2:1-2) y de ser agentes de esperanza.
LA CONVERSACIÓN GLOBAL
El movimiento Lausana entra en la recta final de su tercer encuentro (Lausana III, en Ciudad del Cabo, en octubre de 2010). Con este motivo, organiza un foro global por internet llamado
“Conversación Global de Lausana”. A través de blogs, forums de discusión y otras herramientas interactivas como Twitter y Facebook, la conversación global permitirá que se oigan las voces de todos. Por ello, este foro está abierto a todos los cristianos evangélicos del mundo entero, y servirá para debatir las cuestiones centrales que se debatirán en CP2010, incluyendo el contenido de este artículo.
Ésta es la web de la “Conversación Global de Lausana” ¡No dejes de participar!
Traducción: Rosa Gubianas, Protestante Digital
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