Daniel y Jordi no son Clint East Wood ni Gary Cooper, pero un día (¿o un amanecer?), decidieron sentarse ante el ordenador y pistolas en mano la emprendieron a tiros contra la pantalla tentadora.
No. No son los famosos personajes de tantas películas memorables. Son escritores. Buenos escritores. Con talento. Con imaginación. Hábiles y sagaces en la invención de historias y en la manera de contarlas y hacerlas creíbles.
Sobre
Daniel Jándula escribí en septiembre del año pasado a propósito de su primer libro, EL REO, biografía novelada de Dietrich Bonhoffer. Entonces dije que en el seno del protestantismo español había nacido un nuevo escritor, que maneja la palabra con gracia y desenfado. En esta segunda obra confirma cuanto escribí de él. De
Jordi Torrents no he leído nada. La ficha editorial dice que ha trabajado en varios periódicos y revistas. Es autor de la novela SUENA KOWOLSKI y ha participado en el libro RELATOS EN CADENA, de la cadena SER. Ha ganado varios premios de narrativa y
en breve publicará otros dos libros.
Leo críticas de libros en periódicos que a diario se exhiben en los kioscos y
estoy en desacuerdo con quienes se centran en la obra y nada dicen del autor. En mi opinión, al lector no le basta con un nombre. Quieren saber cómo es y qué hace la persona que vive con ese nombre. En mi trabajo le concedo importancia al quién es quién y a veces dedico tanta atención al autor como a su libro.
En las dos páginas frontales de PISTOLAS AL AMANECER se aclara que la parte escrita por Daniel está centrada en un personaje único, en tanto que Jordi se enfrenta a una “proliferación de personajes”.
Entre los dos, Daniel Jándula y Jordi Torrents, han escrito una novela redactada con soltura, con una prosa limpia y precisa, en la estela de una corriente literaria que va de Conan Doyle a Ernesto Hemingway. Lo creo.
La estructura de la novela se apoya en una carta, un testamento y un diario donde describe la relación que hubo entre los antepasados de dos hombres de mediana edad que no se conocen entre sí.
La acción se inicia el 1 de marzo de 1819. Willem y Gorin, dos jóvenes soldados, deciden escribir un diario, como los cuadernos que redacta el general “para dejar constancia de sus conquistas diarias”. A salto sobre los años, en una coherente acción retrospectiva y evocadora, en las últimas páginas de la novela los dos personajes se enfrentan a un duelo con pistolas. La puesta en escena del duelo supera en tensión y dramatismo a las de muchas películas del oeste. Junto a la playa gris a Gorin le sudaba todo el cuerpo, especialmente las manos. También Willem, al montar su pistola, empapó con el sudor de sus manos gran parte de la pólvora. Bellísimo el corto relato del momento que los autores ponen en boca de Gorin: “En la playa desierta, sin aves ni nubes alrededor, pues la mañana se abría única para nosotros y sólo con la certeza de la vanidad de nuestras vidas, disparé”.
Entre la primera escena y la última se desarrollan una serie de acontecimientos que enganchan al lector. La fábula resalta los valores de “la libertad y el perdón” y reflexiona “sobre la muerte y el abandono”.
El valor público de una obra de literatura-ficción depende, cuando lo hay, de que el autor haya conseguido transmitir en ella una emoción que ya no es suya, ni tiene nada que ver con su privacidad, haciendo comunicable lo que en su origen no lo era en absoluto.
Jándula y Torrents lo consiguen. En PISTOLAS AL AMANECER transmiten una impresión de realismo que explora el campo de lo posible hasta donde este género literario lo permite. Unos hechos fantásticos que sitúan lo imaginario en lo real.
El avispado director de Ediciones Noufront debería realizar los contactos necesarios para que esta novela sea llevada al cine. A Juan Triviño, relaciones públicas con gran capacidad de convicción, no le resultaría difícil.
MULTIMEDIA
Entrevista en audio de Esperanza Suárez a
Daniel Jándula sobre su novela “a dos manos” –junto con Jordi Torrents- “Pistolas al amanecer”.
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