Diez años han transcurrido desde que asumí la presidencia de la
AEE en febrero de 1999. Agradezco mucho las peticiones de la Junta y de otros miembros para seguir en el cargo. De hecho, por ganas y por ilusión, seguiría muchos años más. La Alianza está viviendo un momento histórico de gran pujanza con diversos proyectos que entusiasman. Sin embargo, estoy convencido delante de Dios de que ha llegado la hora del relevo.
Varias son las razones para cerrar este ciclo. Ante todo, un principio de "salud democrática": no es saludable perpetuarse en los cargos de máxima responsabilidad de un organismo. El cambio siempre genera un nuevo dinamismo, nueva visión. Con todo, este factor de higiene democrática no es el más importante. Creo firmemente en el ejercicio compartido de los dones en el cuerpo de Cristo y por ello quiero dar lugar a que otros hermanos tan o más capacitados que yo desarrollen sus dones al frente de la AEE. La diversidad es una de las bendiciones en la creación de Dios porque enriquece y estimula. En esta línea, quiero transmitir todo mi apoyo a la Junta con su nuevo presidente, Pedro Pérez.
¿Qué valoración puedo hacer de estos años? Sin duda, otros podrían realizar esta evaluación con más objetividad. Por mi parte hay tres aspectos que valoro como muy positivos:
Un relevo generacional profundo que se ha realizado de forma natural. No era tarea fácil remplazar a una generación de líderes que han sido auténticos gigantes de la fe y que llevaron el peso de la AEE en medio de muchas dificultades y oposición (de dentro y de fuera). Este relevo es una necesidad permanente y seguimos con la visión de incorporar savia joven a quien traspasar el testigo.
La adquisición de un sólido fundamento administrativo, en especial con el nombramiento por primera vez de un Secretario General a tiempo completo.
Un organismo puede tener unos fines espirituales encomiables, pero si falla la organización muchos de los esfuerzos son baldíos. En este sentido, ha sido clave el trabajo infatigable de Jaume Llenas y de varios voluntarios en la oficina que han entregado generosamente muchas horas de su vida.
La expansión y el crecimiento en nuevas áreas de ministerio y en número de miembros. En estos diez años se han creado comisiones nuevas (oración, juventud, libertad religiosa, familia) y se ha dado un impulso enorme a otras ya existentes, en especial Medios de Comunicación y Obra Social, así como la creación del Observatorio Cívico Independiente (OCI). La presencia de la AEE se ha hecho más visible también en la sociedad.
¿Qué retos quedan por delante?
Mi oración y mi deseo es que la AEE nunca pierda de vista su razón de ser original, muy bien reflejada en su antiguo lema: trabajar juntos para la "comunión, defensa y extensión del Evangelio".
"Somos un cuerpo en Cristo" se leía en los antiguos carnets de miembro. La AEE quiere ser nexo de unión, "casa común" que contribuya a la expresión de la unidad del pueblo de Dios en España.
En cuanto a la defensa y extensión del Evangelio, el reto es que la AEE siga siendo una voz pública -dentro y fuera de la Iglesia- con la que se puedan identificar muchos creyentes.
Históricamente la Alianza ha sido reconocida por la enjundia y riqueza de sus documentos teológicos y sus comunicados. Mi oración es que siga siendo una voz fundamentada sólidamente en la autoridad de las Escrituras, una voz Cristocéntrica tanto en su contenido como en su forma, una voz prudente, humilde, llena de mansedumbre, pero que defienda y guarde el buen depósito con firmeza y vigor en un mundo secularizado y sincretista.
Como ya anticipó hace una década el gran teólogo Cari F. Henry, éste es un tiempo de grandes peligros, pero también de grandes oportunidades.
(*) Tomado del Editorial de la última revista IDEA de la Alianza Evangélica Española.
Si quieres comentar o