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Los cristianos y la ciencia, una relación mejorable

Una entrevista de Joel Forster con Pablo de Felipe, Doctor en Bioquímica y Biología Molecular, y profesor de “Ciencia y Fe” en el Seminario SEUT (Seminario Evangélico Unido de Teología, España).
MUY PERSONAL AUTOR Joel Forster 27 DE JUNIO DE 2009 22:00 h

La ciencia y los cristianos. Estamos en el S.XXI, y ningún creyente negaría que la primera ha sido y es una herramienta muy útil para el bienestar de nuestra sociedad. Aun así, algunos grandes temas de conflicto han creado en muchos cristianos una reticencia a acercarse con naturalidad a los avances científicos.

Pablo de Felipe, Dr. en Bioquímica y Biología Molecular, y profesor de “Ciencia y Fe” en el Seminario SEUT, nos da algunas claves sobre la relación entre el conocimiento científico y la fe cristiana.

Pregunta (J.F.).- Una gran cantidad de científicos cristianos (también los católicos) lleváis ya años intentando cambiar entre los creyentes el concepto de “Confrontación irreconciliable entre ciencia y fe”. Por qué crees que hay aún cristianos que prefieren no buscar puentes entre fe y ciencia? ¿Da la ciencia miedo, a los cristianos?
Respuesta (P.F).- Lo que algunos han llamado la “metáfora del conflicto” entre ciencia y fe, es decir, la idea de que ciencia y fe están (y han estado siempre) en una guerra a muerte sin cuartel, y que no puede ser de otra manera, es la idea que domina de forma absoluta, casi única. Es la visión que de este tema tienen tanto los medios de comunicación como la población en general, en todo el mundo. Pero lo más chocante es que, aunque esta idea asume que ese conflicto ha existido desde siempre, se trata de una “metáfora” moderna, de finales del siglo XIX, aunque tiene sus raíces en algunos pensadores del siglo XVIII. La verdad es que no fue hasta hace poco más de una siglo que ganó fuerza.

Precisamente, lo que fascina a algunos historiadores es cómo ha podido aparecer semejante idea y tener tanto éxito. Durante siglos, la idea estándar era que ciencia y fe estaban aliadas en la búsqueda del conocimiento y, es más, que no podía ser de otra manera porque ambas procedían de Dios, del Dios Creador del universo.

Lo más triste es que mientras que la “metáfora del conflicto” puede ser comprensible en pensadores no creyentes, resulta bastante increíble que muchos creyentes hayan “comprado” semejante idea y hayan respondido, de forma simétrica, mediante un desprecio o, incluso peor, una hostilidad abierta ante la ciencia. En ese sentido, la respuesta es que sí, por desgracia, ha habido y hay creyentes que tienen miedo a la ciencia.

Pero me parece que casi es peor una variante de eso último, que consiste en la búsqueda de una ciencia “alternativa” que se acomode a la medida de determinadas visiones teológicas. Es decir, una ciencia “domesticada” que sirva simplemente como apoyo e ilustración de ideas de origen no científico que se pretenden legitimar de esta manera. La paradoja aquí resulta en que no solamente se compre la idea corriente de “conflicto” con la ciencia, sino que también se compra otra idea de nuestra sociedad que es mucho más peligrosa. Me refiero a que todo tiene que probarse de forma “científica”. Así se busca el apoyo para ideas teológicas en la ciencia. Y si no es posible con la ciencia “oficial”, con una “alternativa”; pero se acepta la idea de que la ciencia (del tipo que sea) tiene que constituirse en la piedra de toque de cualquier cosa. Me parece interesante comprobar que esta tendencia no es una novedad de nuestra época, sino que en diversas maneras se remonta hasta los primeros siglos del cristianismo, no en vano, en el siglo VI hubo alguien que escribió una “Topografía Cristiana”, como si algo así pudiera tener sentido…

P.- Uno de los temas científicos de los que más hemos informado últimamente en P+D es la posibilidad de crear células madre sin necesidad de destruir embriones. Tú mismo has destacado como se está avanzando en la “reprogramación de las células adultas”, con lo que se podría empezar a avanzar sin sobrepasar barreras éticas… ¿Hasta qué punto puede ser este avance importante para la investigación biomédica, en los próximos años?
R.- Pues en investigación biomédica supone un avance muy interesante en el que se investiga muy, muy intensamente. Hay progresos todos los meses. Pero otra cosa es lo que todo esto dé de sí en la realidad clínica. Estas cosas tardan mucho, y todo dependerá de los escollos con los que se encuentren los investigadores al pasar esta tecnología del laboratorio a la clínica. Es importante que los investigadores sean capaces de controlar con precisión esas células.

Cuando empecé mi doctorado a principios de los 90 parecía que la terapia génica iba a arrasar de forma inminente. La tecnología ha progresado enormemente en estos últimos quince años; pero todavía la terapia génica no es una realidad clínica, como en el caso de la vacuna contra el SIDA. ¡Hay que seguir trabajando! Muchos esperan de la ciencia soluciones inmediatas (como en las películas); pero la realidad es más compleja…

P.- Los medios de comunicación destacaron el año pasado (de una forma inusualmente grande, teniendo en cuenta que se trata de una noticia de tipo científico) la entrada en funcionamiento del acelerador de partículas (LHC), situado entre Suiza y Francia. Tras una avería, se espera que vuelva a entrar en funcionamiento en breve. Pero entonces, la prensa destacó especialmente las voces que consideraban que utilizar esta nueva herramienta podía llevar a “consecuencias catastróficas”, y que los científicos estaban “jugando a ser Dios”. ¿Hasta qué punto estas opiniones son veraces?
R.- No soy físico, y mientras me considero competente para especular sobre la pregunta anterior, debo reconocer mi limitación para responder a esta pregunta. Nadie puede ser competente en todas las ramas de la ciencia, al igual que nadie puede dominar todas las áreas de la teología. Es por eso que intento animar al mayor número de creyentes, tanto científicos como teólogos, a colaborar desde sus conocimientos en el diálogo ciencia y fe. En cuanto a la expresión “jugar a ser Dios”, se usa muy a menudo para todo tipo de cosas, y uno no sabe ya qué significa exactamente.

En el caso del LHC, parece que la principal crítica respecto a su seguridad ha sido que se podrían generar microagujeros negros que fuesen capaces de destruir la Tierra. También se ha hablado de la generación de partículas extrañas entre otros hipotéticos fenómenos. Esto ha llevado a algunos a realizar demandas judiciales (que han sido rechazadas), protestas públicas e incluso a amenazar a científicos implicados en el LHC. Los responsables del LHC, la “Organización Europea para la Investigación Nuclear” (CERN) ha pedido en dos ocasiones (2003 y 2008) informes a dos grupos de expertos que han llegado a la conclusión de que estos miedos son infundados. Estas conclusiones han sido apoyadas por otras organizaciones científicas de diversos países y continentes. Una discusión de la polémica puede encontrarse en la propia página del CERN.

P.- Cuando el cristiano medio se interesa por la ciencia, suele centrarse casi exclusivamente en la teoría de la evolución y sus alternativas. ¿Crees que se ha escrito demasiado sobre esto o consideras que realmente es un tema central para la fe cristiana? Además de este debate, ¿qué otras investigaciones científicas (menos conocidas) consideras que serían especialmente interesantes para un cristiano?
R.- En sí, tal vez no sea un tema demasiado importante para la fe cristiana. Sin embargo, entiendo que por sus ramificaciones, implicaciones y efectos sobre diferentes aspectos del cristianismo puede llegar a tener importancia. Ello se debe a que tiene un impacto importante sobre las ideas de creación, antropología, hermenéutica bíblica, etc. En cualquier caso, hay veces que tal vez se exagera su importancia para la fe, al mismo tiempo que se olvida que, dentro de las relaciones ciencia y fe, es un caso particular.

Otros debates ciencia y fe se han dado en el pasado y se dan hoy en día. Estos temas quedan eclipsados por el debate sobre la evolución, así como también se eclipsa una comprensión más profunda de la idea de creación, por no decir de los textos del Génesis. Muchas veces la reflexión sobre la teología de la creación del Génesis 1-2 se arrincona para dejar espacio a la lucha sobre la cantidad y calidad de información de relevancia científica que podemos extraer de estos textos, con debates sobre la duración de los “días”, la extensión del término “especie” y cosas parecidas.

Esa reflexión teológica debería enfatizarse más, especialmente cuando en el último siglo y medio nuestro conocimiento del contexto del Israel del Antiguo Testamento ha progresado de manera prodigiosa, iluminando estos textos de manera muy relevante. De esta manera, resulta posible ver estos textos bajo una nueva luz. Especialmente interesante me parece la visión de algunos especialistas que consideran los textos del Génesis 1-2 como un desafío polémico lanzado contra los mitos paganos de los orígenes.

En cuanto al mundo de la ciencia, también ha progresado vertiginosamente, y no para de darnos temas de reflexión a los cristianos, temas que muchas veces quedan abandonados (en ciertos contextos cristianos), para poner todas las fuerzas en el debate de los orígenes. Temas científicos de interés son la bioética, la neurociencia, la cosmología, la ecología, la filosofía/historia de las ciencias, etc. Nadie puede ser experto en todos ellos, y yo tampoco; pero siempre que puedo trato de animar a los creyentes a introducirse en esos campos (hasta donde puedan) y hacer una reflexión cristiana; esto es lo que intento siempre que tengo oportunidad de dar una conferencia, o desde los artículos de ´Tubo de Ensayo´ en Protestante Digital, o desde el Programa ´Ciencia y Fe´ en el SEUT, etc. Los cristianos no debemos retirarnos de ningún campo de conocimiento.

P.- Hay algunos especialistas que dicen que si se tuviera un equipo de investigadores suficientemente grande, y un presupuesto ilimitado, se podría llegar a alargar la vida de los humanos más allá de los 300 años. Ante afirmaciones como ésta, la pregunta que surge es… Existen unos límites para la ciencia a la hora de intervenir sobre la vida y el universo (en sus posibilidades técnicas, no me refiero a la ética, aquí)?
R.- La vida humana se está alargando, y es posible que (en los países ricos) siga así, aunque extensiones mayores son cada vez más difíciles. En las sociedades occidentales ha sido en el siglo XX que la esperanza de vida ha pasado de unas pocas décadas (como ocurre todavía en continentes como África) a no menos de tres cuartos de siglo. Aunque la investigación biomédica ha contribuido a ello (vacunas, antibióticos, tratamiento del cáncer, etc.), buena parte del mérito lo tienen medidas sociales poco tecnológicas (mejora en la higiene, alimentación y el acceso al agua potable, alojamiento, alcantarillado, etc.).

El problema ahora no es simplemente sumar más años, por ejemplo, pasar de unos 75 años de media a 100 (lo de 300 es algo irreal, igualmente podríamos decir, por el afán de llamar la atención, 400 o 500). El problema es que en esa extensión de la vida lo que se alarga es la vejez, y ahí es donde hay que evaluar el coste. Coste económico: más pensiones, más tratamientos médicos, etc.

Y coste emocional: ¿realmente todo el mundo quiere vivir una vida –una vejez- tan larga? A muchos no les agrada semejante idea, especialmente si lo que se hace es “estirar” la vida mediante tratamientos médicos cada vez más “artificiales” (de ahí el creciente interés en la eutanasia). En relación con esto está el que aunque digamos que prolongamos la vida, por el momento lo que prolongamos es la vejez. Y aunque ahora es frecuente llegar a la jubilación en buenas condiciones físicas y mentales, al prolongar nuestra vida más allá, ya no es tan fácil librarnos de las enfermedades degenerativas que hacen poco deseable semejantes extensiones de la vida. ¿Quién quiere empeñarse en estirar su vida hasta los 100 o 300 años si a los 80 ya ha perdido el control de su mente y/o su cuerpo?

P.- ¿Has tenido la oportunidad de explicar tu visión de la ciencia y su relación con tu fe, en universidades españolas? ¿Cómo reaccionan los estudiantes?
R.- Pues la verdad es que no en muchas universidades. También es cierto que he pasado muchos años (siete) fuera de España. Por la experiencia que he tenido, hay una gran indiferencia por un lado y visceralidad por otro.

Curiosamente, hay no creyentes que exigen de los creyentes ser fanáticos para hacer de blanco fácil para sus ataques. Intento romper ese tópico y mostrar que hay otra forma de ser cristiano, cuyas raíces se remontan al origen del cristianismo y que no exige negar y oponerse a la ciencia. Es un mensaje muy, muy difícil de transmitir, especialmente porque es algo tan inusual y tan contracorriente respecto a los tópicos que nos suelen contar, que puede parecer increíble.

P.- Otra ocasión para compartir tu visión de la ciencia y ´confrontarla´ con otros, será en el Fórum GBU 2009. ¿Qué destacarías del evento, y para qué crees que puede servir?
R.- Es importante su carácter nacional y la mezcla de estudiantes y graduados. La idea de confrontación no está sólo en la calle, en los libros de Dawkins o los autobuses “ateos”; como he comentado antes, también hay otra confrontación de sentido contrario entre algunos creyentes, que nos hace mucho daño y alimenta la idea de confrontación que tienen muchos no creyentes. Sería bueno que los creyentes que todavía viven en esa confrontación con la ciencia contemporánea la abandonen, pues es algo innecesario e incluso dañino para la fe.

Todos deberíamos trabajar para que se normalicen las relaciones de la fe con la ciencia, al menos por la parte que nos toca, al igual que con otras áreas del conocimiento y de la cultura: integrando o criticando; pero desde una profunda comprensión tanto de la fe como de la ciencia en cuestión, y sin adoptar posturas apriorísticas que prejuzguen determinados temas “en bloque”. La discusión entre profesionales científicos creyentes en el contexto del Forum es una buena oportunidad para continuar avanzando en esa dirección.
 

 


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