Cansado y emocionado

Mientras cruzaban miradas de sorpresa, extrañeza, aprobación o tal vez de envidia la guía les explicó que sus señorías utilizaban expresiones eufemísticas para dar salida a sus excesos verbales. Puso dos ejemplos. Para llamar mentiroso a otro y no utilizar el término la expresión era “Económico con la verdad” y para calificarle de borracho “cansado y emocionado”.

Nadie va a negar a estas alturas, aunque sea desde una perspectiva de ciudadano raso, que el debate político tiene una importante componente de dureza. Pero somos muchos los que seguimos estando en contra del “y tú más…”, el insulto y la descalificación sistemática como útil para distraer el debate sobre argumentos, ideas, iniciativas y soluciones. Dicho de otra manera: Ya está bien de que tengamos que ver cómo se pelean el gobierno con la oposición y hasta los jueces mientras tenemos la casa sin barrer, la crisis empieza a comernos y el futuro se presenta cada vez más negro.

Algo tendrá de económico con la verdad un PSOE que, por razones electorales, negó la realidad de la crisis cuando hasta el más desinformado la daba por cierta. Pocos meses después se ha demostrado que eran fundados los temores del hombre de la calle.

El Partido Popular, por idénticos motivos, enfatizaba la gravedad de la crisis y su magnificencia negra para presentarse como el único que podía aportar una salida eficaz con su compromiso de crear 2,2 millones de puestos de trabajo en esta legislatura —la de la crisis— y situar la tasa de desempleo en el 6,5 %. Tan económico con la verdad como el gobierno actual.

A quién no le gustaría ver a los diputados en los plenos del Congreso enfocados a diagnosticar sin intereses secundarios ni mezquinos la situación para buscar soluciones válidas a favor de quienes les ponen en sus escaños.

¿Es ser económico con la propia verdad esperar que los piques, las animadversiones, las zancadillas y las luchas sectarias queden en un segundo plano para dejar paso exclusivo al interés nacional?

Parece que eso no ocurrirá hasta que sus señorías estén cansados y emocionados y que nosotros sólo lo veremos cuando estemos también cansados y emocionados.

Cansados ya lo estamos, ahora sólo nos queda emocionarnos.