Si, si. No, no

Consideramos que una persona es digna de confianza cuando sus manifestaciones son firmes y fiables. El propio Señor Jesús pedía a sus seguidores que mantuvieran la palabra dada «Sea vuestro hablar: “Si, si ó No, no”; y lo que es más de esto, procede del mal» Mateo 5:37.

Sin embargo es frecuente que “si” ó “no” expresen algo distinto de lo que gramaticalmente significan. A veces un “no” al principio de la conversación, más allá de una discrepancia, dice «me molestas», «me tienes harto» ó «estoy contra ti». Una sola palabra, pero que lanza todo un discurso de miedos y recelos tal vez ocultos, desconfianzas mal disimuladas o agresividades no contenidas.

Puestos a la defensiva se hace difícil evitar la confrontación. Así las cosas sorprende que en muchas ocasiones ambas partes dicen lo mismo pero con diferentes palabras. El “no” inicial y precipitado se ha convertido en una barrera para cualquier posible entendimiento.

Por otro lado es envidiable ver personas capaces de escuchar con atención al otro mientras trasmiten respeto y valoración con un solo gesto o un simple “si”. Desde la serenidad saben matizar lo escuchado o discrepar sin ofender.

Nadie percibiría desprecio o rechazo y así consiguen un intercambio tranquilo y constructivo. Sus planteamientos tienen muchas posibilidades de ser recibidos de buen grado. Expresan un “si” que suena a «no soy tu enemigo», aunque luego venga un “no” a lo planteado.

Las palabras ásperas e hirientes podrán servir para marcar nuestro territorio pero poca cosa más que no sea provocar la ira del otro. Hemos de admitir que así se construye poco, más bien nada.

Ganaríamos todos mucho si fuéramos capaces de combinar la firmeza de nuestras ideas con las respuestas suaves. Sería más fácil avanzar codo con codo si sumáramos una lengua apacible a la fiabilidad de nuestras palabras.