El mes de marzo de 2003 el mundo fue conmovido por una serie de acontecimientos que, si bien apuntaban como previsibles, los más optimistas los consideraban imposibles o lejanos.
El presidente norteamericano George Busch no figuraba entre los optimistas. Cuando el 19 de marzo ordenó lanzar las primeras bombas sobre Bagdad, se dirigió a su pueblo con estas palabras: “Que Dios bendiga a nuestro país y a todos los que están dispuestos a defenderlo con las armas”.
Pero ¿quién estaba atacando a su país? ¿De qué tenía que defenderlo?
El veterano y prestigioso periodista Luís María Ansón, por entonces director del diario LA RAZÓN, daba una pista. Decía el 9 de mayo de 2003: “La guerra de Irak se ha hecho contra el terrorismo y por el orgullo herido de Estados Unidos tras el 11 de septiembre. Se ha hecho por el control de una zona petrolífera clave. Pero se ha hecho, sobre todo, por exigencia de Sharon (primer ministro de Israel en aquella época) y el lobby judío norteamericano. Jerusalén no está dispuesto a que en su entorno exista un país árabe con mayor potencia militar que Israel. Un Sadam Husein rearmado y mesiánico hubiera jugado la carta de Salvador de Palestina para convertirse en el
rais indiscutido del mundo árabe. Por eso, el verano pasado Sharon dijo a Bush: “O atacas tú o ataco yo”. Si hubieran atacado los israelíes se habría encendido el mundo árabe con grave riesgo internacional”.
El pasado mes de marzo la guerra de Estados Unidos contra Irak cumplió cinco años. Han muerto unos 5.000 jóvenes soldados de los ejércitos invasores, más de medio millón de iraquíes y un millón largo de desplazados por el conflicto.
La guerra contra Irak ha revestido una particularidad esencialmente dramática. Irak es la antigua Mesopotamia bíblica. Su nombre significa “el país entre dos ríos”.
Sus tierras están regadas por dos ríos que se mencionan en el Génesis, el Eufrates y el Tigris (
Génesis 2:10-14). Se cree que el Edén se hallaba situado en Mesopotamia (
Génesis 2:7-10). En Irak se encuentra Ur de los Caldeos, donde vivió Abraham antes de salir hacia Canaán por mandato divino (
Génesis 11:31-32).
En Sinar, en la llanura regada por el Eufrates y el Tigris, se inició la construcción de la Torre de Babel (
Génesis 11:1-9). A unos 100 kilómetros al norte de Bagdad se encuentran las ruinas de Babilonia, mandada construir por Nimrod, hijo de Cus y nieto de Noé (
Génesis 10:8-10).
En tierras de Irak se hizo fuerte el rey Nabucodonosor, 89 veces citado en el Antiguo Testamento, constructor de los jardines colgantes, considerados como la segunda maravilla del mundo antiguo, después de las pirámides de Egipto. A Irak fueron llevados cautivos 200.000 judíos de Jerusalén. Allí estuvieron 50 años (
Daniel 1:1-2; Salmo 137:1-6). En Irak reinaba Nabucodonosor cuando tuvo sus famosos sueños, interpretados por Daniel (
Daniel 2:31-43).
A todos estos hechos alude Fernando Báez en su libro LA DESTRUCCIÓN CULTURAL DE IRAK.
Báez, venezolano, está considerado como una autoridad mundial en la historia de las bibliotecas. Su libro HISTORIA UNIVERSAL DE LA DESTRUCCIÓN DE LIBROS ha sido traducido a 14 idiomas.
En 2003 fue enviado a Irak como presidente de una comisión encargada de investigar la destrucción de las bibliotecas y museos en esta nación. Los datos que aporta son desoladores.
El asalto y la quema de la Biblioteca Nacional en Bagdad causó la destrucción de un millón de libros. Ardieron más de 700 manuscritos antiguos y 1.500 desaparecieron de la Biblioteca. En la Academia de Ciencias se extinguió el 60 por ciento de sus textos. Después de las bombas lanzadas por la aviación de estados Unidos, grupos de vándalos atacaron el prestigioso Museo Arqueológico. Treinta obras de valor incalculable y miles de otras piezas fueron sustraídas o reducidas a escombros y las salas resultaron arrasadas, junto con tablillas de arcilla que tenían las primeras muestras de escritura de la humanidad.
“Irak –concluye Fernando Báez- es hoy día un país cuya memoria ha sido borrada, expoliada y sometida. ¿Podría imaginarse un destino peor para el lugar donde comenzó nuestra civilización y, posiblemente, también la fe?”.
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