En mi labor de crítica literaria nunca comento un libro sin destacar la figura del autor. Puedo hacerlo al principio, al final, entre párrafos, pero lo hago siempre. Entiendo que al enjuiciar un libro el lector tiene derecho a saber quién lo ha escrito. Sé que esto no es frecuente en nuestra profesión. Ya decía Ramón y Cajal que el silencio de los envidiosos es el mejor elogio a que puede aspirar un autor. Jamás caeré en ese pecado. Entre otras razones porque la envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes, como la llamó Cervantes, es un pecado sin deleite alguno. Por otro lado, tengo en gran estima a los escritores que se preocupan por los temas espirituales y por las inquietudes humanas.
Dicho esto, testifico: a
Federico Aparisi se le tiene en gran estima y se le aprecia en toda la España evangélica. Desde muy joven se entregó a la hermosa tarea de evangelizar a los españoles a través de la palabra, la literatura, la entrega personal. Fue el primer coordinador nacional en España de Operación Movilización, un movimiento netamente evangelístico. Su ficha biográfica atestigua que ha participado directamente en la fundación de 11 iglesias en Barcelona y Madrid. Durante años ha ostentado responsabilidades en diversos organismos regionales y nacionales, incluyendo la presidencia de la FEREDE. Ahora, a los setenta años, sigue activo, lleno de curiosidades y de ilusiones. No va con él vivir tranquilito. ¿Qué mayor encanto que setenta años a cuestas? Las canas no hacen más viejo al hombre cuyo corazón no tiene edad.
Aparisi da razón de su libro en un largo párrafo de la introducción al mismo. Escribe: “Una generación tras otra de creyentes vienen sufriendo las consecuencias de la confusión que originan doctrinas como la doble predestinación, según la cual Dios destina a la condenación a quien quiere y salva a quien le place, o la simple elección incondicional que salva sin contar con la voluntad del elegido. No le va a la zaga tampoco el trastorno espiritual y la inseguridad que origina un incorrecto planteamiento doctrinal de la salvación.
¿Se puede perder la salvación? ¿Nos podemos sentir seguros en Cristo? ¿Por qué?”
De esta escritura el lector ya habrá deducido que el libro de Aparisi es eminentemente doctrinal. Necesitamos este tipo de literatura cristiana. En el Nuevo Testamento, la doctrina tiene una importancia notable para definir la actividad del Cristianismo primitivo. La doctrina de Jesús supuso una revolución auténtica en el Judaísmo por los aspectos nuevos que descubría en las relaciones entre Dios y el hombre. Como lo cuenta Jesús Díaz, ex profesor de Exégesis en el Seminario Hispano Americano de Madrid, en la línea doctrinal seguida por Jesús “ataca todo convencionalismo casuístico y la fisura formalista introducida por el fariseísmo decadente de su época entre el espíritu de la ley y la conducta moral”.
Aparisi plantea en su libro ocho puntos de doctrina: La soberanía de Dios y sus atributos. Lo que dicen las Escrituras sobre el ser humano caído. La gracia de Dios. El propósito de Dios. La voluntad humana. Elección y predestinación. Revelación y fe. La perseverancia.
En esos ocho capítulos se recogen las tres calificaciones fundamentales que tiene la doctrina en el Nuevo Testamento. Se la llama
buena, según la piedad y
sana. Para el citado Díaz, esta última es la que resulta más enigmática. Según él, el adjetivo
sano no está asociado a la predicación cristiana, ni parece por otra parte que sea la manera más apta de designar una enseñanza moral ó de presentar una formulación teológica.
He escrito que el libro de Federico Aparisi es eminentemente doctrinal.
Pero no sólo doctrinal. Una corriente de espiritualidad circula por todas sus páginas. El autor sabe cómo presentar la belleza de la fe cristiana para mover las voluntades y los corazones de los lectores. En las páginas de ELECCIÓN DIVINA, RESPUESTA HUMANA Aparisi hace brillar a Jesús, nos presenta a un Cristo vivo, revelado, permanentemente en la barca para librarnos de este mar indomable, del mundo que nos acosa.
Un libro para la mente, pero también para el alma.
Si quieres comentar o