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El libro de los principios ante la ciencia

El presente monográfico está dedicado al polémico y discutido tema de “El debate de los orígenes”. En este número (artículo III) seguimos con el análisis y opinión de Carles Pujol.
MUY PERSONAL AUTOR Carles Pujol 01 DE FEBRERO DE 2008 23:00 h

El debate de los orígenes (III)

El libro de Génesis ¿es «histórico-científico» en sus capítulos 1 al 3, o «simbólico-poético»? Esta pregunta presenta ambas alternativas (histórico-científicas / simbólicas-poéticas) en oposición, y dado el valor que solemos dar a estos términos podemos fácilmente vivirlos como sinónimos de real/irreal, cierto/imaginario.

Si optamos por la primera opción (histórico-científico) no podremos negar la realidad de que el relato tiene un soporte literario poético. Si optamos por la segunda (simbólico-poético) parece que el relato pierde confiabilidad. ¿Qué validez tendrán estos pasajes para sacar todas las enseñanzas que hemos notado en el punto anterior si todo lo que contienen son palabras bonitas? Si falta una base factual, histórica, que lo sustente, ¿por qué pensar que las explicaciones que otros credos aportan tocante a los orígenes sean menos válidas que las nuestras?

Ambas perspectivas no tienen por qué ser autoexcluyentes. Hay una amplia intersección entre ambas que permitiría describir el relato como «histórico-poético». Narra hechos reales pero plasmados en un lenguaje literario concreto. No se describen de la misma manera que lo haría un científico en un artículo especializado, ni siquiera como se haría en un trabajo de divulgación científica,- el propósito del Génesis es otro.

Ejemplo de esta narrativa poética es la estructura que se sigue al narrar los siete días creacionales, en los que hay una clara cadencia:
- «dijo Dios» (Inicio del ciclo).
- «hizo Dios» (Descripción del acto creador).
- «y fue así»
- «y vio Dios que era bueno» (Valoración divina).
- «y fue la tarde y la mañana del día...» (Cierre del ciclo).
Este lenguaje literario, desde una perspectiva exegética, desaconseja un excesivo literalismo interpretativo de cada detalle que se menciona, pero no es lo mismo que afirmar que tales textos tengan sólo un valor simbólico. Será adecuado aquí hacer un comentario sobre este concepto «simbólico». El mismo implica la idea de que tras el relato hay una realidad más compleja, distinta incluso, que queda ilustrada (y simplificada) por El. ¿No abunda el simbolismo en las Escrituras?

Luego, ¿por qué pensar que la narración de la formación de Eva a partir de una costilla de Adán, o de la caída de ambos, haya sido como se nos describe en vez de verlo como una narración sencilla, ilustrativa, asequible a todo ser humano, de una realidad más compleja?

El cristiano se encuentra con la cuestión: ¿se puede ser inteligente y creer al mismo tiempo en la literalidad de estos relatos? Dada la dificultad para la mente actual de creer en la realidad de un árbol de la vida, de una serpiente que hable, de que comer de un fruto fuese tan trascendente -¡tanto por una «manzana»!-, etc., muchos cristianos se sienten intelectualmente más satisfechos con una interpretación simbólica. Estos detalles serían simplemente símbolos de otras realidades que se explican de esta manera. La serpiente misma, ¿no representa a Satanás?, o sea que es un símbolo, o ¿es que Satanás es una serpiente? Dicha interpretación no negaría la realidad de Dios ni la utilidad de su revelación, pues el propósito de la misma permanecería incólume, dado que la clave no está en estos detalles narrativos sino en la enseñanza general que extraemos.

  1. El relato de Génesis de los capítulos 1 al 11 (en el que se encuentran los tres primeros capítulos en consideración) no tiene el aspecto de ser simbólico. Pensamos así por lo especial de algunas de las cosas que se nos dicen, no porque lo exija su estilo literario.


  2. Los escritores bíblicos no parece que lo entendieran como simbólico al referirse al mismo en sus propios escritos. Por ejemplo, Pablo habla de la procedencia de la mujer del hombre (1 Co. 11:8-9, 12, - 1 Ti. 2:13), del engaño de Eva (1 Ti. 2:14) y de que el mismo fue a través de una serpiente (2 Co. 11:3).


  3. La dificultad que entrañan tales pasajes para la mentalidad actual es comprensible dada nuestra limitación intelectual para situarnos en aquel contexto histórico. La humanidad estaba en su inicio. No había pecado en el hombre, la relación del mismo con Dios como con las otras criaturas es difícil de imaginar ahora. El hecho, hoy increíble, de una serpiente que hable, quizá no lo sería tanto para ellos, continuamente sorprendidos por la grandeza y riqueza de una creación que cada día estaban descubriendo

    Ver el comer o no de un fruto como algo desproporcionado por sus efectos es posible si sólo nos fijamos en el fruto en sí, pero las consecuencias no vinieron por la naturaleza del árbol sino por la desobediencia del acto. En el resto de las Escrituras vemos otras ocasiones de castigo severo por desobediencia aunque el contenido de la misma pudiera parecer como poco trascendente.

    Si estas cosas se contaran de un contemporáneo nuestro haríamos bien en ser escépticos, pero en aquel marco donde tantas cosas eran diferentes no constituyen al menos algo intrínsicamente paradójico.


  4. Si lo que aparece como no natural es cuestionable y por tanto colocado dentro de la categoría de lo simbólico, hay el riesgo de hacer lo mismo con el resto de las Escrituras, como de hecho ocurre con muchos al interpretar los relatos evangélicos de los milagros y de la resurrección. Por cierto, la tentación que sufrió Jesús, ¿fue sólo simbólica?
¿QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE G/V. 1:1-2:3 Y LA CIENCIA?
Abundaremos poco en este punto para podernos extender más en el que queda. Simplificando un poco, una de las dificultades que suelen enfatizar los escépticos en cuanto al relato de Gn. 1 es tocante a la duración de los días creacionales, que afirman no pudieron ser de 24 horas.

En cuanto a esto, diría que:

A) No veo una transgresión escritural el aceptar la posibilidad de que los días de la creación fueran más prolongados de lo que tradicionalmente se había supuesto. Es posible entender la palabra «día» como un período. Hay quien vive como una falta de confianza en la Escritura esta concesión, pero siendo esta acepción posible no creo que merezca mayor discusión.

B) Con todo no veo una necesidad forzosa el aceptar que fuera así. La ciencia llega a esta conclusión a partir de datos científicos actuales que se extrapolan al pasado. Así, si se admite que una serie de constantes se mantuvieron inalterables, se obtiene unas cifras astronómicas de tiempo. Para mí el problema está en esta asunción, ya que el poder creador pudo lograr en un muy corto período de tiempo lo que de otra manera sería muy prolongado.

Para poner una ilustración: si contemplamos una bañera medio llena en la que va goteando lentamente agua del grifo, tenemos dos posibilidades:
— asumir que la bañera se ha ido llenando desde su inicio a la velocidad que ahora comprobamos. (Con lo que quizá empezó a llenarse antes incluso de la fecha inscrita de la construcción del edificio, dado el tiempo que puede requerir),
— pensar que alguien la llenó a mayor velocidad en un principio y que luego dejó el grifo goteando lentamente, aunque ahora no veamos a nadie.

Hoy sabemos con qué rapidez se cicatriza una herida o cura una enfermedad que se resuelve favorablemente, ¿esto significa que Jesús en sus milagros siguiera dicha velocidad? ¿o su poder aceleraba de manera portentosa el proceso de manera que apareciera como instantáneo? La creación no fue un simple proceso «natural», sino un gran milagro de Dios.

¿cómo entender el debate ciencia- creación?
El debate CIENCIA versus CREACIÓN (muchas veces reducido a un debate EVOLUCIÓN-CREACIÓN) es una cuestión frecuente para el joven estudiante cristiano. ¿Cuál es el problema?: si defiende una postura antievolucionista se sentirá como un bicho raro en el ambiente que le rodea: si acepta la tesis evolucionista, puede verse en falso ante la Palabra de Dios (a no ser que opte por una interpretación simbólica de las Escrituras).

Que un cristiano culto no acepte hoy día la hipótesis evolucionista parece colocarle en una posición retrógrada y reaccionaria de incultura y fanatismo, de obcecación por presuposiciones previas, que le impide admitir lo que los «sabios» y «la ciencia» han «demostrado».

Habitualmente la evolución es enseñada como hecho científico y no como hipótesis. Se hace así en base a la interpretación de datos que son considerados como las pruebas de su realidad (datos paleontológicos —fósiles, estratos geológicos—, de anatomía comparada, de genética, etc.).

Muchos cristianos defienden modelos conciliadores ante esta «evidencia» presentada por la ciencia, o separan totalmente lo que son postulados científicos de lo que es revelación, ya que los ven como terrenos de contenido y finalidad distintos, estratos diferentes de la realidad y del conocimiento, válidos cada uno de ellos en su campo, como podría ser el sonido y el color en una representación. El cristiano no evolucionista, ¿es realmente una persona obcecada, incapaz de admitir la evidencia presente?

  1. El hábito de escuchar determinados argumentos reiteradamente puede hacer, si proceden de un sector culto y mayoritario, que se tienda a aceptarlos sin capacidad crítica para analizarlos. Finalmente, los tales llegan a moldear también nuestro pensamiento como cristianos.


  2. Como disciplina autónoma, tiene libertad para elaborar las hipótesis que considere oportunas para explicar los datos que tiene delante, así como de modificarlas ante nuevas observaciones.


  3. Con todo, en las cuestiones de los orígenes, la ciencia se encuentra con la imposibilidad de reproducir tales acontecimientos, con los que desprovista de una de sus herramientas básicas para un conocimiento auténticamente científico, la comprobación, sólo puede, pues, plantear hipótesis. Son los científicos quienes hablan de los orígenes, pero lo que dicen sobre los orígenes no es científico, sino hipotético. La ciencia puede hacer hipótesis, pero ello no obliga que sean ciertas.

    El evolucionista critica al cristiano de estar sujeto a criterios preconcebidos, pero él mismo no puede evitar el efecto apriorístico de prescindir de la presencia de un agente creador. Postular su ausencia le lleva a tratar los datos de una manera distinta a como lo podría hacer si tal posibilidad se tuviera presente. Para quien no cree en Dios, su incredulidad le impide ser neutral en el tema de los orígenes.

    Es como interpretar los hechos de un accidente de tráfico sólo por el estado en que han quedado los vehículos, las huellas dejadas, etc. prescindiendo del testimonio de un testigo que vio más de lo que se puede deducir.

    Dada su irreproducibilidad, la asunción de una tesis que excluya a Dios frente a otra que lo tenga presente es más una cuestión de fe que de ciencia. La argumentación que se presente, y más si se hace de manera plausible, será necesaria para justificar la propia decisión, pero lo plausible no es necesariamente cierto, tanto en un caso como en otro. El tipo de evidencia que mueve a la fe va más allá del lenguaje de la ciencia.


  4. La hipótesis evolucionista es un modelo integrador (este es su mérito para el hombre), pero no exento de lagunas importantes, entre las que cabe mencionar, entre otras:


    • Improbabilidad matemática de una construcción al azar de seres tan complejos (como los seres vivos) con una ley de entropía adversa.

    • Hay evolucionistas que discrepan del modelo evolutivo tradicional y postulan la necesidad de una aportación de información procedente del espacio exterior para obviar lo anterior (teoría de la panspermia).

    • En este tema es frecuente la falacia de que algo que prácticamente es impensable al azar en un lapso de tiempo podrá ser posible si admitimos muchísimo tiempo.

    • No existe evolución en el presente. De hecho se confunde «evolución» con «variación», que sí existe y es evidente. Por «evolución» se entiende la existencia de cambios interespecíficos (que de una especie se pase a otra) mientras que la «variación» implica sólo cambios intraespecíficos. En la actualidad hay una sorprendente carencia de formas transicionales, y las que se muestran como tales son muy discutibles al ser seres completos en sí mismos.

    • Hay grandes lagunas en el estudio de fósiles, en particular en lo que se refiere a posibles formas transicionales (como señalábamos en el párrafo anterior). Mucho del material que se presenta corresponde a «variación» pero no a «evolución» en sí.

    • La mutación, como explicación de cambios en el código genético que dieran lugar a nuevas formas vivas, se enfrenta con la dificultad de demostrar en la actualidad mutaciones rentables para los seres vivos. La mayor parte son regresivas, si no letales. No es lo mismo lo que se desprende del estudio de lo que se ve, que lo que sale de modelos teóricos de ordenador.

  5. Es lícito que hombres de ciencia cristianos hagan a su vez hipótesis para explicar los datos que el estudio científico pone delante. Por ejemplo, el creacionismo postula que el sedimento fósil tuvo básicamente un origen catastrofista, posiblemente el mismo diluvio, hecho cataclísmico de dimensión universal. Ante la semejanza que se puede observar en el código genético de diferentes seres vivos, el creador bien pudo usar una herramienta de trabajo similar para hacer cosas muy distintas, como el programador a través de un código escrito puede hacer programas tan diversos como un procesador de textos o un juego de ordenador. Bien que explique la «variación» intraespecífica, no obliga a una dependencia genealógica de diferentes especies alejadas entre sí («evolución»).

    Tales hipótesis, por proceder de cristianos, no son necesariamente ciertas tampoco, pero son lícitas y en todo caso se mueven en el mismo terreno en el que los evolucionistas hacen las suyas.


  6. Hay argumentos bíblicos que hacen pensar que no hay una «necesidad» de aceptar las tesis evolucionistas.


    • La presentación de Dios realizando una creación por ensayo de acierto/error (la adquisición evolutiva válida es mantenida por selección natural, si no es anulada) no parece encajar con el modelo de creación perfecta y buena que se desprende del relato del Génesis.

    • Gn. 3, junto con otros textos, presenta la maldición, que afectó no sólo al hombre, como resultado de la caída, y no anterior.

    • El proceso creacional no tuvo que ser necesariamente lento si el Dios de las Escrituras es quien lo generó. Los milagros de Jesús son evidencia de procesos físicos sumamente rápidos, así se nos informa que será la transformación de los vivos y de los muertos resucitados en su segunda venida, «en un abrir y cerrar de ojos». Ciertamente el tener en cuenta la presencia del Creador es crucial en toda esta cuestión.

  7. Es justo reconocer que no podemos tratar a las Escrituras como un libro de ciencia. El propósito de las mismas, como su estilo literario conllevan una limitación para ello.

    Esto no contradice lo expuesto hasta aquí, pero es necesario tenerlo presente para evitar un énfasis desmedido en estas cuestiones que no ayuda a la fe. Desde la perspectiva religiosa muchas veces se han defendido aspectos de la ciencia que finalmente se han tenido que variar (ej: la tierra como centro del sistema solar). Esto ha dado alas a los incrédulos en su descrédito de la Palabra, al confundir la Revelación con la manera de ser y pensar de los creyentes. Por ello yo viviría este debate con tranquilidad y humildad. Debemos, saber que podemos quizá interpretar inadecuadamente algún aspecto, respetar a quien no piense igual, exponer con honestidad la propia visión, y sobre todo disfrutar de saber que somos resultado de la acción sabia de un Creador, quien además diseñó un plan para que fuésemos también nueva creación en Cristo Jesús.

La próxima semana: Génesis y la unidad del conocimiento (David Andreu)


bibliografía básica:

Dickson, R., El ocaso de los incrédulos, Clie, Terrassa. 1986. Flori, J.,
Rasolofomasoandro, H. Evolución o creación. Safeliz. Madrid 1986. Gish, D. Creación, evolución y el registro fósil. Serie Creación y Ciencia, n°l. Clie. Terrassa, 1983.
Hoyle, E, El universo inteligente. Grijalbo, Barcelona, 1984.
McDowell, J., Stewart, D., Answers. Here´s Life Publishers, San Bernardino. 1980.
Moore, J.N., Vida, Herencia y desarrollo. Serie Creación y Ciencia n° 9. Clie Terrassa. 1985.
Morris H., El mundo en sus comienzos. Clie. Terrassa, 1981.
Schaeffer, F, Génesis en el tiempo y en el espacio. Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1974.
Vila, S;. Escuain, S., Muevo diccionario bíblico ilustrado. Clie. Terrassa, 1985. Whitcomb Jr, J., £1 origen del sistema solar. Serie Creación y Ciencia, n° 7. Clie, Terrassa, 1980.
Whitcomb Jr, J., Morris, H., El diluvio del Génesis. Clie, Terrassa, 1982. Willem Ouweneel, Ph. D., Biología y orígenes. Serie Creación y Ciencia, n° 10. Clie, Terrassa, 1985.





Artículos anteriores de esta serie:
1Génesis: un debate permanente
2El libro de los principios ante la fe




(*) Esta serie sobre El debate de los orígenes es la reproducción y adaptación (con permiso) del nº 10 de la revista Aletheia, una publicación de pensamiento y teología realizada por la Alianza Evangélica Española.



© C. Pujol, AEE (ProtestanteDigital.com, España).


 

 


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