El debate de los orígenes (II)¿Cuál es la importancia para la fe cristiana de Génesis 1-3? Desearía comenzar este artículo con esta cuestión, ya que la discusión con que frecuentemente se entra en los otros apartados puede llegar a eclipsar lo trascendente de lo que tenemos. Sería como aguar una boda al entrar desproporcionadamente en consideraciones secundarias, «técnicas», del estilo de si las flores u otros adornos no están bien colocados, la música es pregrabada y no en directo, o cualquier otra cosa que uno pensara que debiera haber sido de otra manera.
El Génesis es el libro de los principios, y nos ofrece respuestas a toda una serie de cuestiones que todo hombre en algún momento se suele plantear. Entremos, pues, en lo que podemos aprender de estos capítulos.
APRENDEMOS ACERCA DE DIOS
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Así de escueto y profundo, sencillo y sublime a la vez.
Aprendemos que Dios es la causa primera y esencial de todo lo que vemos y no vemos. La Escritura no siente la necesidad de demostrar la existencia de Dios, la naturaleza misma lo proclama en alta voz.
Aprendemos de la capacidad iniciadora de Dios, que no queda limitada a «cambiar» solamente lo ya establecido como ocurre con el hombre. La creación evidencia la riqueza de su inventiva e ideación así como su capacidad realizadora, su poder de ejecutar lo que primero pensó:
Porgue las cosas invisibles de El, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas (Ro 6:2o). Esto es importante para el cristiano porque constituye la garantía del cumplimiento futuro de las promesas de Dios acerca de la resurrección de los muertos y la creación de cielos nuevos y tierra nueva. La resurrección es posible no por su probabilidad factual actual, sino por la existencia de la misma fuente de poder que un día hizo lo que ahora vemos. Si pudo crear una vez, ¿no podrá hacerlo de nuevo?
Por la creación entendemos el derecho de autor que Dios reclama sobre su obra. El no sólo es creador sino también Señor de todo lo creado. Con justicia se le reconoce este derecho al exclamar:
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (
Ap. 4:11).
Su grandeza y poder demostrados nos permiten comprender cómo nada se le escapa de su conocimiento y que es una pretensión vana el intentar
esconderse de su presencia.
...¿cuándo seréis sabios? El que hizo el oído, ¿no oirá? E que hizo el ojo, ¿no verá? (
Sal. 94:8-9). Su silencio actual ante determinados
hechos del devenir humano no implica ignorancia o incapacidad de conocer.
No nos equivoquemos:
...no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (
Heb. 4:13).
APRENDEMOS ACERCA DEL HOMBRE
En particular acerca del propósito creacional de Dios para el mismo, su diseño de humanidad, antes de la irrupción del pecado. Queda clara una dimensión espiritual, ya que existía una relación directa (conversacional) entre el hombre y su creador, pero también podemos notar una dimensión terrena, en la que apreciamos entre otras cosas:
— El lugar de privilegio del ser humano respecto al resto de las criaturas:
a) El hombre posee una dignidad distinta al haber sido hecho a la imagen y semejanza de Dios (
Gn. 1:26a), semejanza que no se reduce a lo físico ya
que en tal caso un chimpancé también sería portador de la misma dado su parecido físico con el hombre. La dignidad que conlleva el ser portadores de la imagen de Dios no viene dada por la conversión sino por la creación, por eso queda extendida a todo ser humano no importa su sexo, raza, edad, credo o cultura.
b) Derecho de señorío sobre las otras criaturas (
1:26b). El mismo le viene por delegación divina, no por mérito propio.
- El lugar del matrimonio y el modelo de esta relación para el futuro:
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (
2:24). Jesús apela a este diseño creacional cuando enseñó contra el divorcio (
Mt. 19:4-6).
- La dignidad del trabajo.
Tomó, pues, Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase (
2:15). No había maldición sobre la tierra, y la actividad a realizar no era una carga, pero si un cargo. No debemos entender el dar nombre a los animales (
2:19-20) como un acto arbitrario, sino como el resultado de un proceso de observación, comparación y clasificación, es decir, dar nombre con significado. Dios ya había dado nombres en algunos de sus actos creadores (
1:5, 8 y 10), pero ahora encarga al hombre que haga lo mismo desde su lugar como virrey de la creación.
- El lugar de lo estético. Dios hizo no sólo una creación útil, sino también una creación bella.
El conocimiento de esta dimensión terrena del propósito divino para el hombre antes del pecado es útil ya que no cabe pensar que entre luego en oposición con el plan de la redención. Dios no tiene por qué contradecirse. En ocasiones, hay cristianos que por una espiritualidad mal entendida anulan o reprimen lo que Dios creó como bueno, llegando a exigir que todos hagan lo mismo. La renuncia de lo lícito por una causa mejor es posible y encomiable, pero no generalizable. Si otros no optan por la misma conducta, no por ello merecen censura si por creación hay licitud en su hacer.
APRENDEMOS ACERCA DEL PECADO
Vemos como el pecado consistió básicamente en una desobediencia de un mandato explícito de Dios, unido a un sentimiento de duda y desconfianza (¿les habría mentido Dios?), y de rivalidad (¿podrían ellos ser también como Dios?).
- Vemos la presencia de un adversario encarnado en la serpiente, que es el diablo y Satanás (
Ap. 20:2). Algunos postulan que la enseñanza de la existencia de Satanás es muy posterior en la historia de las Escrituras. Aquí no se le menciona por este nombre, pero aparece claramente la figura de uno que se opone a Dios y que tienta al hombre seduciéndolo con argumentación engañosa para que desobedezca a quien lo creó.
- Aprendemos de la relación causal entre el pecado y un desequilibrio en la creación. Aparece el dolor, la lucha por la existencia y la muerte. La causa inmediata de los mismos podrá ser un parto, una tierra árida o una enfermedad, pero la causa esencial es el deterioro creacional tras el surgimiento del pecado. Génesis nos informa que la creación tal como salió de las manos de Dios era perfecta, Dios veía que era bueno lo que había hecho,- fue luego que se estropeó.
— Vemos ilustrado el principio de justicia y retribución divinas. Dios cumple su sentencia, pero también vemos ilustrada su misericordia al vestirles.
- Vemos el surgimiento de la conciencia acusatoria, de su expresión externa («
estaban desnudos»), y de la búsqueda de exculpación ante la propia responsabilidad.
APRENDEMOS DEL VALOR REPRESENTATIVO DE ADÁN
Su pecado afectó al resto de la raza y no sólo a él mismo. Su valor representativo es evidente. Nos permite comprender, luego, el valor del Cristo como antitipo y representante de una nueva raza. El postrer Adán también pasó por la seducción de la tentación satánica, pero no cedió a la misma, y victorioso llevó a cabo la obra de redención formando para Dios un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Muchos cristianos disfrutan del manjar que sacan de estos textos aunque no entiendan el debate que los envuelve, como el enfermo que logra disfrutar del beneficio de un medicamento pese a que en el prospecto del mismo abunde información de posibles efectos secundarios, incompatibilidades, etc.
Visto ya en síntesis cuál sería la importancia de este pasaje para el cristiano, podemos entrar en los otros aspectos.
(Continuará)
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(*) Esta serie sobre El debate de los orígenes es la reproducción y adaptación (con permiso) del nº 10 de la revista Aletheia, una publicación de pensamiento y teología realizada por la Alianza Evangélica Española.
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