Maragalladas

Algunas son muy conocidas, los medios se hicieron eco en su momento, muchos las criticaron con más o menos razón y a mí me irritaron de lo lindo. Sin embargo hoy se trata de la última y, casi seguro, la mejor de todas.

Hace unas semanas anunció que, a sus sesenta y seis años, le habían diagnosticado alzheimer en fase precoz. Enfermedad neurodegenerativa que conduce a la muerte, caracterizada entre otras cosas por la pérdida progresiva de memoria y que afecta a más de ochocientas mil personas en España.

Hasta el momento es irreversible. Sólo quienes conviven con estos enfermos conocen de verdad lo que es. Por otro lado, ha de ser muy duro enfrentarse a un diagnóstico así cuando la persona se encuentra bien y puede valorar lo que se le viene encima.

El próximo día catorce participará, en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona, en la presentación del documental “Bucarest. La memoria perdida” sobre la vida de Jordi Solé Tura, de setenta y siete años —uno de los padres de nuestra Constitución y exministro de Cultura— aquejado de ese mismo mal desde el año 2000.

Cuando supo de su enfermedad Pasqual Maragall expresó la decisión firme luchar contra ella —¿dónde está escrito que sea invencible?, preguntó—.

Se manifestó dispuesto a trabajar mientras tenga energías, personalmente y con el apoyo de quienes quieran y le puedan ayudar, para eliminar los tabúes que la envuelven, para abrir los ojos de los políticos y para derrotarla.

Me estimula su valentía y generosidad, ver como da la cara y la llama por su nombre, en contraste con planteamientos eufemísticos que hacen otros.

Dicen quienes le tratan de cerca que conserva la capacidad de reírse de su alzheimer y sigue con la vida normal a pesar del problema. Se ha referido en público a las muchas cosas positivas que aprecia en su vida y a su intento de disfrutarlas intensamente.

Con esta buena maragallada expreso mi respeto y solidaridad con los afectados por alzheimer y sus personas cercanas.