McLaren contra McLaren

Fernando Alonso llegó a McLaren siendo bicampeón del mundo y con la ilusión de quien ve cumplido un sueño maravilloso de infancia. A partir de ahí es difícil conocer toda la verdad de lo ocurrido, en qué momento empezaron los problemas y qué grado de responsabilidad tenga cada cual en el descalabro.

Unos dicen que el conflicto empezó Mónaco y otros que fue peor lo de Hungría y Shangai.

¿Quién tuvo la culpa Alonso, Hamilton o Ron Denis? El caso es que Alonso dice: «A veces en la vida las cosas no funcionan» y «nunca he llegado a sentirme cómodo».

Se han pasado la temporada gestionando su problema interno.

Empezaron por negar la situación y siguieron echándose las culpas unos a otros mientras recelaban del compañero.

Por fin pasó lo inevitable McLaren que, lideraba con claridad el campeonato de constructores, fue descalificada por espionaje y Ferrari se alzó con la victoria.

Además tras tener a sus pilotos —Hamilton y Alonso— en la cabeza de la tabla, facilitaron que Raikkonen se hiciera con el título en la última carrera.

No ha cesado aún la información sobre la ruptura entre McLaren y Alonso. Eso sí, de común acuerdo, por el mejor interés de todos, con declaración conjunta, pactada, políticamente correcta y expresiones mutuas de buenos deseos.

Tras ello —como suele ocurrir en estos casos— comentarios ácidos de trastienda, críticas más o menos veladas y amenazas de demandas en los tribunales.

Las palabras de Cristo «una casa dividida contra sí misma se derrumba» son muy claras y McLaren es ejemplo de que las divisiones internas tienen consecuencias lamentables.

Tal vez sea el momento de preguntarnos si algo de esto puede estar pasando en nuestras propias escuderías.

Ilusiones frustradas, problemas antiguos sin resolver, luchas internas, fracasos propios, victorias servidas en bandeja de plata al adversario, y rupturas civilizadas. Sin hablar de las críticas de trastienda y posibles amenazas posteriores.