Dar la vida

Murió bajo los impactos del arma asesina. Su viuda recibió en los días posteriores a la tragedia muchos correos electrónicos de los alumnos agradeciéndole que su marido —con su muerte— les hubiera salvado la vida.

Jaume Sanllorente, catalán, treinta y un años, estudió periodismo en la Universidad Ramón Llull. Por casualidad fue de vacaciones a Bombay en un viaje titulado «India en Libertad» y el país, dice: «rompe los esquemas». En un viaje posterior dio con un orfanato que estaba a punto de cerrar por falta de recursos. Las mafias patrullaban por los alrededores esperando a que los niños salieran de nuevo a la calle para captarlos y mutilarlos a fin de que dieran más pena y consiguieran así mayores ganancias mendigando. Las niñas serían explotadas en burdeles.

Se lió la manta a la cabeza, dejó su trabajo en Barcelona donde ejercía como periodista en el departamento de comunicación de una empresa y vendió todo lo que tenía para comprar ese orfanato del que dependían cuarenta niños y niñas. Ahora tiene seiscientos niños y otros más de trescientos cuarenta apadrinados. Su propósito es trabajar a favor de esos niños y niñas hasta que se muera. Dice: «cada día creo más en Dios y menos en las religiones» (A mí me pasa igual).

Jesús de Nazaret, judío, treinta y tres años, Hijo de Dios que se hace hombre. No valora el ser Dios como un obstáculo de suficiente entidad como para impedir que se sacrifique por toda la humanidad que va de mal en peor victima de su propia maldad. Da su vida en una cruz, resucita y asciende de nuevo al cielo. Logra de esta forma salvación y libertad para quien quiera creer en él.

Los tres dan su vida por los demás.

Liviu Librescu me provoca admiración y Jaume Sanllorente despierta mi envidia. En Jesús de Nazaret lo que es el amor de Dios, siento gratitud sincera y experimento lo que es la vida eterna.