¿Quién es Ramón Sánchez? Pues esa es la gracia, que no le conocen pero ven todas las semanas su trabajo, sin saber que existe, ni el esfuerzo que le supone. Es el mejor mensaje -en silencio y nada visible- de aquella enseñanza de Jesús: que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda (en este caso al revés, porque Ramón, que sepamos, es diestro).
Y vaya diestro. No sabía nada de las “tripas” de Protestante Digital, y las dominó enseguida. Las planillas y gestores de esta revista se parecen a la panza de un barco. Uno flota y vive en él como si fuera un ciudad casi plana, pero en su fondo hay un laberinto de calles, motores, almacenes y túneles secretos que llevan a alguna parte. Y así lo ha bautizado su autor: el trasatlántico de Protestante Digital: este arquitecto naviero-digital es Manuel J. Martínez, afincado en las dunas de Almería desde donde trabaja junto a su Nancy. También en el silencio, no de los corderos, sino de los leones que saben dar su vida por los demás sin que se les note.
Pues estábamos y volvemos con Ramón. Las dimensiones de carga semanal del barco de Protestante Digital nos superaba, hasta el extremo de temer por nuestras vidas (esto, sin exagerar, que exagerando…). Bueno, un poco menos, debo reconocerlo, pero cada vez más cerca andábamos.
Y hete aquí que apareció Ramón. Se ofreció a aprender (y lo hizo rápido este catalán avispado, con dos simples lecciones por teléfono). Se ofreció a dedicar la noche del lunes un rato largo para introducir una por una las noticias –con sus fotos- de la sección de Internacional, que le enviaríamos por correo electrónico.
Y se ofreció también a levantarse una hora antes el martes, es decir, a las 6 de la mañana hora del meridiano de Barcelona, para hacer lo mismo con las noticias de Ciudades españolas (la sección local, que es la que más trabajo nos da, porque nos llega muchas veces en plan telegrama, o en formato imagen que hay que transcribir
(1), o de aquella forma que parece un texto de sánscrito traducido parcialmente al etrusco oriental). Es decir, es la sección que siempre terminamos más tarde.
¿Por qué les cuento esta historia? Porque me parece ejemplar. Porque gracias a los muchos
ramones hacemos equipo (y no vamos a decir aquello de
zidanes y
pavones, porque además de fracasar el mencionado proyecto futbolístico, en el reino de Dios somos un cuerpo de siervos, sin galácticos ni canteranos).
Nos emociona saber que por amor a Dios, y la confianza en que este medio está a su servicio, con nuestras humanas imperfecciones, Ramón Sánchez cumple siempre fielmente, sin fallar, nieve o truene. Miento, una vez tronó y se quedaron sin conexión a internet en Barcelona, la única ocasión en que no cumplió su cometido en casi un año.
Y nosotros descansamos sabiendo que estará todo hecho una vez que le enviamos los textos. Y ustedes leen las noticias publicadas que más le interesan cada martes. Gracias a que Ramón da su tiempo, su esfuerzo y una hora de su sueño sin esperar nada y sin que casi nadie lo sepa.
En un mundo en el que todo se mide por dinero y por intereses de cualquier otro tipo (poder, sexo, fama) es esencial rescatar este mensaje silencioso de Ramón, y de otros muchos como él dentro y fuera de esta revista, que trabajan día a día en nuestras iglesias evangélicas, sean o no líderes, se conozcan o no sus nombres, ancianos o jóvenes, visibles o invisibles para los demás.
Y este mensaje vale más que mil palabras dichas o escritas. Es el mensaje de que amamos como hemos sido amados por Jesús: sin que haya ninguna otra razón mayor en nuestro esfuerzo que el propio amor de su muerte en una cruz, y el poder transformador que logró vencer a la muerte para seguir luchando día a día y noche a noche.
Les deseamos que descansen estas vacaciones, y sobre todo que disfruten de los suyos. Pero por encima de todas las cosas que no olviden esto:
lo más importante de nuestra vida es a veces lo que nadie ve, y que aunque los hombres lo desconocen, Dios si que lo valora. Y mucho.
(1) Aprovechamos para pedirle que ¡por favor! no nos envíen noticias en formato de imagen, sino en texto.
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