Charles Haddon Spurgeon nació el 19 de junio de 1834 en el condado de Kelvedon, Essex, Inglaterra. Su abuelo y su padre fueron pastores evangélicos. A los 15 años decidió bautizarse por inmersión, con el consiguiente disgusto de los padres, que no eran partidarios de esta forma de bautismo. Enseguida se dedicó a enseñar la Biblia, adquiriendo fama de “niño predicador”. Tenía 20 años cuando fue llamado a pastorear una importante Iglesia bautista en el sur de Londres. La congregación se multiplicó tan rápidamente que cinco años después, en 1859, la Iglesia decidió construir el conocido Tabernáculo Metropolitano. Las cifras que se dan en su biografía asombran. El Tabernáculo llegó a tener en aquella época 6.000 miembros. En su vida como predicador alcanzó 14.592 convertidos, que ingresaron en otras congregaciones.
A los 24 años contrajo matrimonio con Ana Thopson. El ministerio de Spurgeon se
extendió a obras muy diversas. Fundó un Instituto para predicadores y se volcó en la tarea social. Falleció en Menton, Francia, el 31 de enero de 1892. Tenía 58 años.
Como escritor, Spurgeon produjo una obra considerable. Muchos de sus libros están traducidos al castellano y se han vendido en grandes cantidades en la América hispana. Conocidos son los volúmenes sobre sermones, “LECTURAS MATUTINAS”,”NO HAY OTRO EVANGELIO”, “GANADOR DE HOMBRES”, “LIBRO DE CHEQUES DEL BANCO DE LA FE” y otros.
“EL TESORO DE DAVID” es eso, un verdadero tesoro. Los dos tomos fueron traducidos por Samuel Vila y publicados por vez primera en 1989. Editorial Clie, que lanzó la primera edición, ha vuelto con una nueva entrega.
Hasta donde este escritor tiene noticia,
el trabajo de Spurgeon constituye el mejor y más completo comentario que se ha escrito sobre los Salmos. El llamado “príncipe de los predicadores” se adentra en el salterio y va comentando uno a uno los 150 capítulos que lo componen. Uno de los grandes méritos de esta obra consiste en que Spurgeon no se limita a exponer su pensamiento cuando escribe. En una labor que le llevó miles de horas, recopila lo mejor que a lo largo de veinte siglos se ha dicho en torno a los Salmos. De tal forma que en sus comentarios encontramos un monumento bibliográfico que enriquece e ilustra.
El primero de los dos tomos contiene una breve introducción de José María Martínez, autor él mismo de otro delicioso libro sobre los Salmos. Para Martínez, “El tesoro de David” es mucho más que un comentario sumamente apreciado. Puede decirse que constituye, en palabras de D.O. Fuller, “una antología teológica de toda la verdad cristiana”, en la que se exponen las grandes doctrinas bíblicas relativas a Dios, sus atributos, su Palabra, su obra de redención, la resurrección y la segunda venida de Cristo, entre otros.
A los propios comentarios de Spurgeon se añaden los de las figuras de la Iglesia cristiana tan ilustres como Agustín, Crisóstomo, Atanasio, Lutero, Calvino, Bunyan, etc.”. Un ejemplo: a los seis versículos del conocido Salmo 23 se le dedican doce páginas de comentarios. Además del pensamiento del propio Spurgeon, en estas páginas se añaden citas de otros 24 autores cristianos que han tratado el tema. Este rico material, convenientemente ordenado, da una leve idea del contenido total de este tesoro, conocido como “el comentario de los comentarios” al libro de los Salmos.
Para Spurgeon, no hay nada en el salterio más majestuoso o más hermoso que su último versículo: “Todo lo que respira alabe a Jehová”. “Pequeñas o grandes –escribe el autor- no escatimemos nuestra alabanza. ¡Qué día será cuando todas las cosas, en todos los lugares, se unirán para glorificar al único Dios vivo y verdadero!”.
No ignoro que una parte del pueblo evangélico rechaza a Spurgeon por sus ideas calvinistas. Yo no encuentro parcialidad doctrinal o denominacional en sus comentarios a los Salmos. Veo en ellos una exposición correcta, reposada y reflexiva que me revela a un autor motivado por una inconmovible fe divina, producto de su experiencia religiosa y de su afán de servicio. Cierto que Spurgeon hace teología en estas más de mil páginas. Una teología que lleva a Dios, que revela su naturaleza, su vida íntima, sus acciones, sus planes y designios para nuestras vidas en la tierra.
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