X. Manuel Suárez
Si supiese escribir cartas como tú, hermano Carles, te diría cuánto siento no haberte tenido más cerca, no haberme empapado de tanta vida que irradiabas, no haber tenido más oportunidades de sentarme, escucharte y contagiarme de tu optimismo, tu firme esperanza, tu mirada limpia, tu coherencia, tu integridad, tu convicción, tu amor sincero por los demás.
Si supiese escribir, te contaría cuánto respeto me inspiraste hace años cuando discutíamos sobre cuestiones de gobierno de iglesia y tu mirada franca y clara me hacía ver que nuestras diferencias de criterio no empañaban tu entrañable amor fraternal, y así me descubría tu elevada calidad y calidez humanas.
Te contaría entonces cómo me tocó tu carta “
Las gaviotas”: “Cristo une. Nuestras diferencias, si nos miramos a nosotros mismos, separan”.
Si supiese, te diría que en nuestro “
Matagalls” tú has dejado jalones de esplendor dirigidos a la cima “para que sepamos que el objetivo está cerca, y no desmayemos”.
Si supiese escribir, me callaría ante tu carta “
Morir” y aprendería contigo a decirle al Señor: “Si vienes conmigo, tú mandas. ¡Cuando quieras!”.
Si supiese escribir cartas como tú, hermano Carles, te contaría cuánto me duele, pero cuánto me consuela saber que para ti las primeras cosas pasaron, el invierno desapareció y de pronto, “los almendros han florecido” más luminosos aún que los de los claros valles de Catalunya.
La via dels justos és com l'aurora: cada cop es fa més clara fins que arriba el ple del dia (Pr 4.18)
Carta de Mª Ángeles, esposa de Carles Pujol
Soy Mª Ángeles, su esposa. Quiero agradeceros todas las muestras de afecto y cariño que nos habéis mostrado durante todos estos días a través de cartas y de forma personal.
Sé que las Cartas a mi amigo eran leídas por muchas personas e hicieron pensar a muchos de sus lectores. Lo cierto es, que él siempre quiso dar de aquello que primero recibió y esas cartas nunca fueron fruto de algo meramente teórico, sino de una experiencia vivida. Esas ideas y reflexiones podían surgir en cualquier momento; a veces estábamos comiendo y de pronto, de alguna frase o comentario que se había hecho, nos decía: "¡Ya tengo otra carta!".
Durante los últimos días nos pidió que le lleváramos el ordenador portátil al hospital porque decía que ya no le quedaban muchas cartas y que quería escribir algunas más que tenía en mente pero apenas le quedaban fuerzas para teclearlas.
Para mí ha sido un esposo ejemplar, nos hemos amado y respetado mucho, siempre. En estos últimos años hemos vivido nuestra relación de una forma muy intensa. En su enfermedad luchó hasta el último día y yo he estado siempre a su lado, luchando con él. Él quería vivir pero el Señor quiso llevárselo. Aun así, mi marido estaba preparado para partir y así lo expresó a su Señor en una de sus últimas cartas: "si tu vienes conmigo, yo voy".
Fue de testimonio hasta el último momento. En el hospital habló del Evangelio a los médicos, las enfermeras y a la Sra Maria (mujer de la limpieza, la cual nos dijo: "dejadme llorar con vosotros, este hombre no sé qué tenía que me transmitía paz; tenía ganas de venir a trabajar para hablar con él").
Sé que su muerte tendrá fruto y esto me consuela.
Un beso y un abrazo para todos,
Mª Ángeles
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