Protestantismo en el Perú (II)El 6 de enero de este 2007 Iberia me llevó en doce horas desde Madrid hasta Lima en un largo y cómodo vuelo que me permitió leer buen parte de la exquisita novela Entre Fronteras de Xavier Alcalá. Fue así como al llegar me desplacé desde la verdura de Galicia, tan bien descrita por el novelista, hasta la aridez desértica del aeropuerto limeño. La noticia que llamó mi atención en los diarios de la capital peruana fue la de las gestiones que se venían realizando para la liberación de ocho campesinos indígenas evangélicos acusados de un rebrote de terrorismo.
Al día siguiente en una reunión escuché al pastor Rafael Gotto, Presidente del Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP), el organismo representativo del Protestantismo peruano, quien informó que en sus esfuerzos por aclarar la situación de esos campesinos había llegado hasta una conversación con el Primer Ministro.
Evidentemente se trataba de una falsa acusación. Ante un rebrote de terrorismo en el cual habían muerto cinco policías y dos civiles hubo que “producir resultados” de una investigación apresurada y en un país donde todavía hay racismo, y mucha injusticia en los rincones alejados de la capital, culpar a un grupo de campesinos indígenas, aunque no hubiera ningún indicio, pareció una medida permisible.
Los acusadores no contaban con la paciencia y firmeza de los defensores de los Derechos Humanos entre los que ocupa un papel destacado el CONEP. La intervención decidida de la Defensoría del Pueblo consiguió la liberación de los campesinos unos días después, aunque quedan por delante todavía una investigación y un proceso judicial.
EL CONEP
Esta gestión del CONEP está en línea con el papel que jugaron los evangélicos durante los años de violencia en el Perú entre 1980 y 1995. Pese a su condición minoritaria, sus acciones de defensa de los pobres y su labor en servicio a las víctimas de la violencia terrorista y la represión policial-militar indiscriminada llamaron la atención del país. Unos 600 pastores y líderes evangélicos murieron víctimas de la violencia. Cuando esta guerra fratricida llegó al final, el CONEP fue invitado a participar también en los esfuerzos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación para aclarar las causas y la naturaleza del proceso de violencia, señalando responsabilidades y culpabilidades a fin de evitar que la historia se repita.
El CONEP existe desde 1940 y en él participan las iglesias evangélicas que han estado presentes en el Perú desde fines del siglo XIX. Sin embargo ha ido surgiendo una división en el Protestantismo peruano, ya que las mega-iglesias carismáticas de aparición reciente pero que han crecido numéricamente en forma notable no tienen interés en lo que no sea “evangelístico”, y mucho menos en la defensa de los Derechos Humanos, y han tratado de crear una entidad paralela al CONEP.
Por otra parte el Arquitecto Humberto Lay, pastor de una de esas mega iglesias carismáticas, fundó un partido político y se presentó el año pasado como candidato a la presidencia de la república y luego a la alcaldía de Lima. Aunque medio millón de personas votaron por él en el primer caso, quedando en cuarto lugar en la elección, su partido se debate hoy en una crisis por acusaciones de corrupción surgidas dentro de sus propias filas. Por razones parecidas algunos conocidos evangélicos abandonaron el partido y ese tipo de proyecto político, tan poco evangélico, a los pocos meses de su fundación. El CONEP sigue siendo por el momento la principal institución representativa del Protestantismo peruano.
VOCACIÓN LITERARIA
Es sorprendente que pese a las dificultades económicas y la escasez de recursos entre los evangélicos peruanos se manifiesta una gran vocación literaria de la cual ofrezco algunos botones de muestra.
Así por ejemplo,
Tomás Gutiérrez Sánchez, pastor bautista, profesor universitario y estudioso de la historia ha publicado
El “hermano” Fujimori. Evangélicos y poder político en el Perú del 90 (Lima 2000), una crónica crítica sobre la participación evangélica en el proceso político de la última década del siglo veinte. El Dr.
Darío López, pastor pentecostal y expresidente del CONEP publicó su tesis doctoral presentada en Oxford
Los evangélicos y los Derechos Humanos (Lima 1998), acerca de la experiencia social del CONEP entre 1980 y 1992. En un encuentro con escritores evangélicos López me hizo entrega de sus dos libros más recientes, ambos publicados en el año 2006. En primer lugar
Artesanos de la paz (Lima: Ediciones Puma) en el cual estudia los modelos bíblicos de reconciliación tratando de ofrecer un mensaje evangélico en este momento en que el país todavía busca caminos de reconciliación luego de los quince años de violencia. El segundo es
La fiesta del Espíritu (Lima: Ediciones PUMA) en el cual se ocupa de la espiritualidad y celebración desde la perspectiva pentecostal. También recibí un ejemplar de
La antorcha encendida (Lima 2006) del joven historiador
Juan Fonseca Ariza quien ofrece aquí una biografía de Gertrude Hanks, misionera estadounidense que dirigió el colegio María Alvarado, una respetable institución educativa metodista que acaba de celebrar su centenario. La prestigiosa editorial de la Universidad Católica publicó la tesis de maestría de Fonseca
Misioneros y civilizadores. Protestantismo y modernización en el Perú (1915-1930) (Lima 2002), un modelo del tipo de investigación de la historia evangélica que hace falta en el mundo académico.
COLEGIOS Y EDUCACIÓN
A propósito de colegios y educadores evangélicos, precisamente en un conversatorio pedagógico me reuní con un grupo de educadores y personas interesadas para explorar la cuestión de la contribución que pueden hacer los evangélicos a la educación en el país.
La prensa se ha ocupado estos días de un informe que coloca a la educación en el Perú a la zaga de las naciones americanas y ha ido surgiendo un consenso de que a menos que esta situación cambie drásticamente, el futuro del país está amenazado. Con representantes de todos los partidos políticos y de la sociedad civil que incluía a todas las iglesias, el CONEP participó en el año 2004 en el esfuerzo por forjar un “Acuerdo Nacional” de políticas básicas que permitieran al país avanzar hacia el año 2021, fecha del segundo centenario de la independencia de España.
En materia educativa el Acuerdo Nacional dice: “Nos comprometemos a garantizar el acceso universal e irrestricto a una educación integral, pública, gratuita y de calidad que promueva la equidad entre hombres y mujeres, afiance los valores democráticos y prepare ciudadanos y ciudadanas para su incorporación activa a la vida social. Reconocemos la autonomía en la gestión de cada escuela, en el marco de un modelo educativo nacional y descentralizado, inclusivo y de salidas múltiples. La educación peruana pondrá énfasis en valores éticos, sociales y culturales, en el desarrollo de una conciencia ecológica y en la incorporación de las personas con discapacidad.”
Este acuerdo propone una agenda que los evangélicos bien podrían adoptar como propia. En el pasado la contribución evangélica a la educación peruana fue notable, empezando por el hecho de que la primera Escuela Normal para formar maestros fue creada y dirigida por Diego Thomson al año siguiente de la independencia de España, en 1822. Como se sabe Thomson era colportor de la Sociedad Bíblica Británica y representante de la sociedad pedagógica lancasteriana, viajero incansable que también visitó España entre 1847 y 1849. Redes de colegios metodistas en el centro del país y adventistas en el sur se desarrollaron durante la primera mitad del siglo XX. El teólogo presbiteriano Juan A. Mackay fundó el Colegio “San Andrés”, uno de los mejores del país hasta hoy. Los adventistas tienen hoy una excelente Universidad en las afueras de Lima. ¿Qué más podrían hacer los evangélicos peruanos por la educación en esta década inicial del siglo XXI? Los educadores con los que conversé creen que éste es un desafío al cual la comunidad evangélica puede responder si consigue tomar conciencia de su trayectoria histórica, lo crítico de la situación, sus recursos y posibilidades, y las exigencias de su propia fe.
En una tercera nota me ocuparé de algunas de otras contribuciones que los evangélicos en el Perú están haciendo a la educación y otros aspectos de la vida nacional.
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