El alma, siendo inmortal, nace muchas veces, dice Platón en “MENÓN O DE LA VIRTUD”. “De modo que no hay nada de qué asombrarse”, añade.
¡Reencarnar! ¡La cuerda a la que se aferran los que se resisten a caer en el abismo de una eternidad insondable! ¡La última esperanza de quienes se niegan a morir para siempre!
Dos libros que manejo en la redacción de este artículo abordan el tema. “¿UNA VIDA O MUCHAS? UN CRISTIANO ANTE LA REENCARNACIÓN”, es del jesuita Carlos Gonzáles Vallés, durante muchos años misionero en India. Ha sido publicado por la Editorial Sal Terrae, de Santander.
El otro libro es de la francesa Joanne Esner, licenciada en Letras. Es de la Editorial Grancher, de París. Como el anterior, tiene título y subtítulo: «REINCARNATION ET RENAISSANCE INTERIEURE» (Reencarnación y renacimiento interior). Utilizo la versión francesa. Ignoro si ha sido traducido al castellano.
Carlos Vallés ha vivido la mitad de su vida en Occidente y la otra mitad en Oriente. Es autor de unos veinte libros sobre espiritualidad, traducidos a varios idiomas. “LIGERO DE EQUIPAJE” ha alcanzado en España quince ediciones hasta ahora. Cuando llegó por primera vez a la India y manifestó su sorpresa por encontrase allí, un amigo hindú le dijo: “En tu anterior nacimiento tú eras indio en la India, y por eso te encuentras tan a gusto”. ¿Lo creyó Gonzáles Vallés? Leyendo sus obras tengo la impresión de que sí. La contraportada del libro que comento estampa esta frase, escrita, pienso, con su autorización: “De hacer caso a las estadísticas, en Occidente una tercera parte de los católicos practicantes declara creer en la reencarnación”.
Joanne Esner ha profundizado a lo largo de doce años la cultura y las ideas religiosas de los países orientales que aceptan la reencarnación. Ha estudiado con el profesor Ian Stevenson, psiquiatra mundialmente conocido por sus investigaciones sobre la reencarnación y con el físico Régis Dutheil, autor de nuevas teorías sobre la reencarnación.
Tras afirmar que la doctrina de la reencarnación es inherente a la vida misma de los orientales, Esner realiza un recorrido por países y religiones que, según afirma, aceptan la doctrina de la reencarnación. La relación es larga: India, el budismo, el hinduismo, el taoísmo, Egipto, la antigua Persia, el judaísmo, la tradición griega, la herencia romana, las Américas, el mundo cristiano, la Iglesia católica, el Islam, el renacimiento. Sigue con una larga lista de personajes célebres que creyeron en la reencarnación y algunos expusieron ampliamente sus creencias. Escritores, políticos, científicos, gente del mundo del arte y otros, para concluir diciendo que a pesar de los muchos testimonios a favor, “no conocemos la verdad sobre la reencarnación. No podemos determinar su realidad ni su frecuencia. Ninguna de las personalidades citadas, ninguna civilización adherida a la doctrina de la reencarnación está de acuerdo con otra sobre la modalidad del fenómeno”.
Carlos G. Vallés, quien llegó a la India como misionero jesuita a los 24 años, es un ardiente defensor de la reencarnación. En el capítulo 9 del libro, “EL ÁGUILA Y LOS GORRIONES”, hace suyas las teorías de Annie Besant, la mejor tratadista de la reencarnación en opinión del autor, y expone en 14 puntos lo que considera pruebas de la reencarnación. En la obra de Vallés los argumentos están suficientemente detallados. Aquí me limito a mencionarlos: La memoria de vidas pasadas. Las diferencias entre los humanos. Diferencias entre hermanos. Las diferencias entre hermanos gemelos. Los niños prodigio. Los genios. Diferencias en la capacidad de asimilar. La intuición. Desigualdad en nacimiento, oportunidades, suerte. La inmortalidad del alma. Una sola vida no da lugar al desarrollo de toda la inmensa potencialidad que hay en cada hombre y en cada mujer. Una analogía, el árbol y las hojas. Los ciclos de la historia. El surgir y el degenerarse de las razas. “Muchas más pruebas de la realidad de la reencarnación podrían aducirse –argumenta Vallés citando a Besant-; el buscador sincero y dedicado podrá añadir otras, según vaya avanzando en el conocimiento de la materia”.
Tanto Joanne Esner como Carlos G. Vallés dedican amplios espacios en sus libros a demostrar que la reencarnación está presente en las páginas del Nuevo Testamento. Una y otro acuden a los mismos textos, con énfasis en el pasaje de Mateo 16:13-14:
“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre” Ellos dijeron:
“Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.
Para Vallés, el hecho de que los discípulos, a lo que parece, atribuyeran a Jesús vidas anteriores, afirma la realidad de la reencarnación. “En la hipótesis de que disponemos de una sola vida –escribe-, nos encontramos con que tenemos que jugarnos la eternidad a una sola carta. Eso es duro. Una sola vida, larga o corta, feliz o desgraciada, culta o primitiva, espiritualmente avanzada o socialmente reprimida…. Una vida, una muerte, un juicio, un cielo, un infierno, una eternidad…. ¿Quién no tiembla ante esa sucesión imparable de eventos únicos e irrepetibles que puede desembocar en la mayor y peor tragedia de nuestras vidas?”.
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