Ahora, una directora de cine marroquí, conocedora del mundo que palpita en LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI, ha llevado el argumento a la pantalla en una nueva película. En mi opinión, ni la primera película ni la segunda hacen justicia al contenido de la novela, que continúa siendo una obra más alabada que leída.
Ángel Vázquez Molina nació en Tánger el 2 de junio de 1929 y murió en Madrid el 26 de febrero de 1980. Fue siempre el gran desconocido de la literatura española. Era tímido, arrinconado, en parte por su carácter solitario y en parte por la mafia editorial que sólo aúpa a los que venden imagen. Reunía todas las características de un personaje kafkiano, desarraigado de su propia vida interior y desarraigado del mundo exterior, al que temía y repudiaba. Bebía con exceso, no cuidaba en absoluto su cuerpo, atrapado en las redes de la homosexualidad.
Ángel Vázquez y yo fuimos amigos. Lo fuimos a lo largo de varios años en aquél Tánger de los 50 y los 60, cosmopolita y abierto, dulcemente canalla. Allí se hablaba el árabe y el español, el francés y el inglés sin solución de continuidad.
En Tánger nacieron buenos escritores y vivieron otros de reconocida fama. Entre los primeros cabe destacar a Plácido Fernández, Emilio Sanz de Soto, Ramón Buenaventura, Antonio Lozano, José Enrique Frieyro, Ramón Da Cruz, Silvia Nieto, Carlos Sáenz de Tejada, Antonio Fuentes, José Hernández, José Luís Delgado y otros.
Aunque no nacieron en Marruecos, pasaron por Tánger o vivieron temporadas en la que fuera ciudad internacional eminencias de las letras españolas tales como García Lorca, César González Ruano, Jacinto Benavente, Rafael Albertí, Vicente Alexandre, Luís Cernuda y muchos más.
Carmen Laforet, galardonada con el primer premio EUGENIO NADAL en 1945 por su novela NADA, vivió tres años en Tánger cuando su marido Manuel Cerezales dirigía el diario ESPAÑA. Al frente de este periódico estuvo también el excelente escritor, recientemente fallecido, Eduardo Haro Tecglen. Fue allí donde dos de sus hijos, muertos de manera trágica, iniciaron los caminos oscuros del alcohol y las drogas.
En esta relación de nombres es preciso destacar al gran escritor catalán Juan Goytisolo, enamorado de Marruecos, de la cultura musulmana, asiduo en las calles y cafetines de Tánger.
A sus costas llegaron también prestigiosos escritores ingleses y norteamericanos, entre ellos Tennessee Williams, Truman Capote o Paul Bowles. Este último vivió largos años en la ciudad atlántica junto a su esposa Jane.
Puede que al lector de PROTESTANTE DIGITAL no interese ni una línea de este artículo, pero la nostalgia lo perpetúa todo. Quien ha bebido en las fuentes de Tánger volverá a beber otra vez.
Todo esto lo he recordado ahora que se acaba de estrenar en Marruecos la segunda película realizada sobre la novela de Ángel Vázquez, LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI.
Cuando preparaba la primera edición de mi libro LA BIBLIA EN EL QUIJOTE yo solía coincidir con Ángel Vázquez (su nombre auténtico era Antonio Vázquez Molina) en la Biblioteca Española, que por entonces estaba en la Avenida España; en la Biblioteca Francesa de la calle Fez, casi pegada a la plaza de Francia, posteriormente trasladada a la calle León el Africano y en la Biblioteca Americana, en la calle Libertad, bajando hacia el Zoco grande. Otras veces nos citábamos en el Café de la Poste, frente a Correos, en el Boulevard Antée, que después de la independencia tomó el nombre Boulevard Mohamed V. Allí hablábamos de todo entre cinco y siete de la tarde.
A fuerza de insistir en su vocación de escritor Ángel Vázquez logró quedar finalista en el Premio Sésamo de Novela Corta en 1956 con EL CUARTO DE LOS NIÑOS. El éxito le llegó en 1962 con el Premio Planeta por su novela SE ENCIENDE Y SE APAGA UNA LUZ.
El salto a la popularidad no cambió su fortuna. En 1965 se trasladó a Madrid. Aquí llevó una existencia mísera. Dormía en pensiones baratas; frecuentaba tabernas de mala muerte; el poco dinero que ganaba dando clases de francés y de inglés lo gastaba en alcohol. Un frío 26 de febrero de 1980 la muerte arrastró su soledad hasta la desolación del sepulcro.
Yo no nací en Tánger, sino más adentro, en Rabat, la capital de Marruecos. En Tánger viví desde 1947 a 1965. Fueron 18 años difíciles de olvidar, en abierta y sincera camaradería con españoles, musulmanes, judíos sefardíes y toda una tropa llegada de los puntos más diversos del planeta, que solía matar el tiempo en los cafetines del Zoco Grande y del Zoco Chico, el corazón palpitante de aquél Tánger que, aunque ya no es el mismo de entonces, siempre será recordado como un cuento de las mil y una noches.
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