En los últimos años el pensamiento intelectual de Antonio Cruz está creciendo sin cesar. Sus innovaciones científicas y teológicas están llenando el vacío que de estas disciplinas existe en el protestantismo de habla hispana. Diríase que, como Prometeo, Cruz está robando dulcemente el fuego del cielo y lo está trayendo a la tierra para convertirlo en excelentes obras de literatura. Su prosa es mucho más sencilla que los pulidos párrafos de autores que tratan estos temas con el diccionario a la vista, como si lo hicieran adrede para no ser entendidos, o sólo a medias.
Antonio Cruz es un hombre nacido, sin duda, para escribir. A pesar de su juventud es autor de una decena de libros de éxito. Con EL CRISTIANO EN LA ALDEA GLOBAL fue ganador del premio Gold Medallón 2004. El mismo premio le fue concedido el año pasado por su libro DARWIN NO MATÓ A DIOS.
Cruz es un autor concienzudo, completo, con dominio del arte de la escritura. Los libros no son entidades incorpóreas. Emanan del corazón y del cerebro. Antonio Cruz ha sabido crear un estilo ético nuevo, personal; teológico, pero sin desprecio de lo secular; científico, pero arrimado al hombre de la calle. Su posición es que para solucionar los males del mundo valen la ética, la lógica, la razón, la ciencia, pero la última palabra en los conflictos interiores de la personalidad la tiene la Biblia.
La conclusión del autor, expresada en las páginas de introducción a la obra, es que “la idea de un Creador del cosmos, evidente en la naturaleza y que era su razón fundamental, ha ido desvaneciéndose de manera inversa al auge experimentado por el evolucionismo materialista”.
Con poco éxito, desde luego. Porque la pregunta ¿existe Dios? tiene una respuesta natural y sencilla: Existen los seres humanos; existe el mundo animal; existe el universo físico; existen esta mesa, estas cuartillas, estos libros, estas paredes. Partiendo de este realismo, ya formulado por Aristóteles, Antonio Cruz constata que estamos aproximándonos a un período esperanzador. “A una época de retorno a la fe en el Dios creador, el único en verdad capaz de dar razón de la existencia del universo”. El autor coloca aquí, con acierto, una frase de Mark Twain: “Los informes sobre la muerte de Dios han sido notablemente exagerados”.
EL DIOS CREADOR se estructura en torno a seis largos capítulos. En ellos se estudia una serie de cuestiones que están sobre el tapete de la actualidad: ¿Es posible creer en Dios? El rostro del Creador. El dilema de Epicuro. La Biblia ante el enigma del mal. Job y Cristo: dos actitudes frente al mal. ¿Es culpable Dios del mal físico? El Creador es incausado. La idea de la eternidad. El espíritu creó la materia. Quien todo lo puede. En libertad absoluta. ¿es inmutable el Creador? Dios tiene personalidad. Estar a la vez en todas partes. El Creador ama la sofisticación. ¿Existe la perfección? Providencia y plan divino. Amor por la diversidad. Neuronas que creen en Dios ¿Existe el gen de Dios? ¿Primate salvaje o persona consciente? La mente del universo es el Dios de la Biblia.
Intencionadamente he reproducido aquí las ideas maestras que circulan por las 191 páginas del libro. Lo he hecho para advertir al lector que está ante una obra diferente.
Su autor prueba que la realidad de Dios se atestigua en la realidad del mundo. Hay relación entre la realidad que nosotros conocemos y vivimos y la realidad de la revelación divina. Esto es tan evidente, que Cruz se pregunta cómo es posible que el hombre de ciencia, o todo aquél que conoce los resultados de la ciencia contemporánea, pueda seguir profesando el ateismo o el materialismo, “pues todo lo que sabemos apunta más bien en la dirección de una mente creadora capaz de diseñar el cosmos”, dice.
Catedrático de Biología, científico creyente en la existencia de Dios, este último libro de Antonio Cruz insiste en un hecho que no admite dudas: Dios es el gran tema humano, el gran tema que inspira la ciencia, que cimenta la sociedad e ilumina la cultura. Dios no sólo anda entre los pucheros, como dicen que decía Santa Teresa. Dios anda también entre los ateos, quienes al negar su existencia suponen su esencia.
Preocupado por estos temas, y expuestos anteriormente en otros libros suyos, Cruz sabe que la física moderna, la ciencia del big-bang, de los agujeros negros y del caos ha desembocado en la teología. Los físicos y científicos modernos vuelven desde nuevas premisas, desde los nuevos hallazgos, a hacer las mismas preguntas de siempre;
¿Hay un relojero que ha fabricado el reloj del Universo? Si, responde Cruz. Es este “Ser Supremo creador de las galaxias que brillan en el universo y también el que se dejó clavar en una humillante cruz romana para morir en nuestro lugar”.
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