Antonio Gala ocupa un lugar de honor entre los escritores españoles contemporáneos.Críticas de puntería han destacado el relámpago de brillantez extrema que ilumina toda su obra. Gala es poeta, novelista, ensayista, autor de guiones televisivos de éxito como Paisajes con figuras y Si las piedras hablaran. No existe premio literario de importancia que no haya conseguido. Entre otros, ha sido distinguido con el “Premio Nacional Calderón de la Barca”, “Premio Adonais de Poesía”, “Premio Planeta”, “Premio Nacional de Literatura”, “Premio Quijote de Oro”, “Premio de la Crítica”.
EL POEMA DE TOBÍAS DESANGELADO es su último libro. El título está inspirado en un personaje del libro de Tobías, que figura entre los apócrifos en las versiones católicas del Antiguo Testamento. El padre de Tobías lo envía a cobrar diez talentos de plata que desde veinte años atrás le debía un tal Gabael de Ragues, ciudad de la Media. Al mismo tiempo le recomienda que busque un compañero de viaje. Tobías halla a “un joven gallardo de pie, ceñido”, que en realidad era el arcángel Rafael. Casi al final de la historia el arcángel abandona a Tobías y sube a Dios, quien le envió.
Tobías desangelado es, pues, Tobías abandonado por el arcángel. Un precioso pretexto de Antonio Gala para versificar la historia de su vida, sus amores y desamores, sus recorridos por lugares del mundo que alimentaron sus pasiones, sus vivencias.
Es un libro eminentemente autobiográfico. Gala recrea un mundo a la vez propio y universal, un mundo de viajes por cuatro continentes que se descubre a cada paso, en cada línea, en cada verso. Extraña que, viajero por tantas ciudades y países, Gala no mencione ni una sola ciudad de Israel. ¿Jamás estuvo en la llamada Tierra Santa? ¿Por qué?
Este libro de versos tiene algo de hechizante. Gala toca una gran variedad de temas, pero se detiene en la contemplación de la fugacidad de la vida, en la muerte que se aproxima, en el amor que, como el fuego, no puede existir sin una constante agitación.
Para el autor, en la vida no cabe marcha atrás:
No cabe el retroceso,
avanzamos hacia el mal o hacia el bien,
hacia el Tabor o hacia el Getsemani,
hacia el amor o el desamor,
hacia el olvido o el recuerdo,
retrocesos no caben.
Aunque nadie nos lo dijera el nacer, pasamos como pasa la Historia y sus maravillas, construidas por el esfuerzo del hombre.
Nadie predijo que todo pasaría.
Todo, hasta el nombre de la reina de Saba.
Hasta las alas de los ángeles
Que este Templo del Sol abanicaron.
Y también el de Salomón.
Por medio del pretérito perfecto simple expresamos un hecho con el cual ya no nos sentimos ligados. “Ayer escribí una carta”. Se trata de una acción concluida dentro de un tiempo concluido. Así lo ve Gala:
¿Quién llora sobre el tiempo que se fue?
¿Es que transcurre o nosotros transcurrimos?
¿No era todo presente a aquella hora
bajo los hondos cielos impasibles?
¿Dónde, entonces, está?
¿Tan sólo en la memoria?
Desmemoriado prefiero ser desde ahora.
Al reducir cualquier descripción a un simple inventario de objetos o movimientos, se le quita profundidad al tiempo y a la vida:
El río va hacia el mar.
Cansado, se resiste
y va y es el mar ya.
¿Dónde se acaba ayer?
No existe, y hoy tampoco,
ni mañana quizá…
Mañana, quizá mañana. Pero
vendrá la niebla y cerrará
sus ojos y los míos.
Esa niebla es inexorable, despiadada, implacable. Cae como un manto maléfico sobre la tumba que marca el final de la vida terrena:
No detienen la muerte
las ofrendas de jade ni de concha,
ni las caracolas esculpidas,
ni las elevadas estelas
levantándose hasta las nubes.
La muerte de los hombres,
la muerte de los pueblos
no las detienen el jade ni la concha
ni las caracolas trabajadas.
Ni siquiera los ángeles.
En opinión del poeta, la única metafísica razonable es el amor:
Nada es para el amor
la ausencia o la distancia.
Las noches y los días son tan solo
una forma de hablar para quien sabe
que el tiempo es una pausa
entre uno y otro abrazo.
Porque el amor es un tren que siempre regresa a la estación donde el otro o la otra esperan:
El incesante mar, como el amor,
insiste en sus regresos
coronado de blanco….
La razón de su vida es volver y volver,
si retrocede, es por dar ocasión a la correspondencia.
Engreído o humilde,
exige su lugar: el cuerpo amado,
el incansable impulso, la quietud
condescendiente o quizá estrepitosa
de quien no puede hacer más que esperarlo.
Así es, como el mar, el incesante amor.
Estamos ante un libro totalmente distinto a otros escritos por Antonio Gala. Es un libro encarnado en él mismo. Aquí la poesía se mezcla con la vida real. En estas páginas Gala se arrodilla ante la poesía y el resultado es esta obra deliciosa, una joya musical que penetra hasta los confines del alma.
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