En la medida que la llamada civilización occidental se adentra crecientemente en ser una sociedad poscristiana, el cristianismo requiere mirar a los modelos que en la historia expresaron su fe sin los apoyos del Estado y su aparato gubernamental.
La realidad ha desvanecido los sueños y proyecciones de quienes creyeron que sería posible edificar naciones cristianas, y que para hacerlo la unión de Iglesia(s)-Estado extendería un tipo de cristianismo que daría por resultado sociedades enteramente católicas o protestantes. Pero lo que sucedió a partir del siglo XVI fue un proceso de diversificación en todos los órdenes, que puso no solamente en duda, en el terreno de las ideas, el modelo de régimen de Cristiandad sino que en los paradigmas políticos concretos la simbiosis poder político/poder eclesial fue retrocediendo y su lugar lo tomó la separación Iglesia(s)-Estado.
El panorama anterior ha contribuido para que teólogos y pensadores cristianos de las sociedades poscristianas, particularmente en Europa, aunque no nada más en ella, se pregunten sobre el futuro del cristianismo en los países del Viejo Continente. Al mirar la historia han encontrado que en el pasado hubo grupos que rechazaron el sueño constantiniano y desafiaron al régimen de Cristiandad. Bajo persecución construyeron comunidades voluntarias de creyentes, y rechazaron tajantemente la supuesta cristianización que echaba mano de imposición y la violencia.
De explicar lo antes anotado se ocupa Stuart Murray en el libro The Naked Anabaptist. The Bare Essentials of a Radical Faith (Herald Press, 2010). Su interés inicial es ilustrar a lectores británicos e irlandeses sobre una fe cristiana que tomó distancia del modelo que en el siglo XVI dividió a Europa en países católicos y protestantes, pero que compartían la convicción de era necesaria una fe oficial y excluyente de las demás.
Para sorpresa de su autor la obra trascendió a otros públicos y ha sido editada en otros lugares que no tienen la herencia del régimen de Cristiandad, como es el caso de los Estados Unidos. Me parece que
una traducción al castellano sería muy útil para poner en perspectiva el exacerbado triunfalismo protestante/evangélico que, por mencionar un ejemplo, en América Latina quiere llevar al poder a políticos evangélicos para que con la ayuda de instancias gubernamentales se “cristianice” a nuestras sociedades. La tentación constantiniana está en ascenso y sus argumentos son muy esquemáticos y mecanicistas.
Stuart Murray eligió el título de su libro para reflejar que hay un núcleo identitario del anabautismo que comparten varias tradiciones cristianas, y que se puede ser, o se es, anabautista sin necesariamente pertenecer a algunas de sus expresiones eclesiásticas históricas. El anabautismo está presente, sobre todo, en movimientos que nacieron y se desarrollaron a contra corriente de las iglesias oficiales y/o anquilosadas. El redescubrimiento de una fe personal, pero no individualista, y una ética que se desprende de ella, ha gestado múltiples movimientos que forman parte de la extensa historia de iglesias de creyentes.
Los principios básicos del anabautismo que Murray propone, después de haberle quitado distintos ropajes que le adicionan algunos de sus desarrollos históricos, como es el caso de los menonitas, son siete y los resume de la siguiente manera.
- Jesús es nuestro ejemplo, maestro, amigo, redentor y Señor. Él es la fuente de nuestra vida, la referencia central para nuestra fe y estilo de vida, para nuestro entendimiento de la Iglesia, y nuestro vínculo con la sociedad. Estamos comprometidos tanto a seguir a Jesús como a alabarle.
- Jesús es el punto focal de la revelación de Dios. Estamos comprometidos con un acercamiento a la Biblia centrado en Jesús, y a la comunidad de fe como el contexto primario en el cual leemos la Biblia y aplicamos sus enseñanzas para el discipulado.
- La civilización occidental emerge lentamente de la era de Cristiandad, cuando la Iglesia y el Estado en conjunto presidían la sociedad, en la cual se asumía que casi todos eran cristianos. Cualesquiera que hayan sido sus contribuciones positivas en cuanto a valores e instituciones, el régimen de Cristiandad distorsionó seriamente el Evangelio, marginando a Jesús, y dejó iglesias pobremente equipadas para la misión en una cultura poscristiana. Cuando reflexionamos en esto, estamos comprometidos para aprender de la experiencia y perspectivas de movimientos como el del anabautismo que rechazaron estándares asumidos por el modelo de Cristiandad y ofrecieron alternativas de pensamiento y conducta.
- La frecuente asociación de la Iglesia con el poder, riqueza y la fuerza es inapropiada para los seguidores de Cristo ya que daña nuestro testimonio. Estamos comprometidos en explorar maneras de ser buenas nuevas a los pobres, a los desposeídos y perseguidos, somos conscientes de que un discipulado así puede atraer oposición, resultando en sufrimiento y algunas veces, en última instancia, en el martirio.
- Las iglesias son llamadas a ser comunidades comprometidas con el discipulado y la misión, lugares de compañerismo, mutua rendición de cuentas y multivocal alabanza. En tanto comemos juntos, compartiendo el pan y el vino, sostenemos la esperanza así como buscamos el Reino de Dios juntos. Estamos comprometidos a nutrir y desarrollar éstas iglesias, en las cuales jóvenes y viejos son valorados, el liderazgo es consultador, los roles están relacionados con los dones y no con el género, y el bautismo es para los creyentes.
- La espiritualidad y lo económico están interconectados. En una cultura individualista y consumista, y en un mundo en el que abunda la injusticia económica, estamos comprometidos a encontrar estilos de vida sencillos, compartir generosamente, cuidar la creación, y trabajar por la justicia.
- La paz es el corazón del Evangelio. Como seguidores de Jesús en un mundo dividido y violento, estamos comprometidos a encontrar alternativas no violentas y a aprender cómo hacer la paz entre individuos, dentro y entre las iglesias, la sociedad y entre las naciones.
Después de sus siete puntos, Stuart Murray dedica el resto de la obra a desarrollar cada uno de ellos. Lo hace de forma clara y relevante para quienes están convencidos de, o buscan, un compromiso de fe cristiana que construya comunidades alternativas a la desintegración del mundo posmoderno. Hace un breve recorrido histórico para explicar quiénes fueron los anabautistas pacíficos del siglo XVI, obnubilados por los poderes eclesiásticos y políticos de entonces, pero que conformaron “un movimiento profético cuyas voces necesitamos escuchar hoy”.
Los anabautistas, comenta certeramente Murray, identificaron el “giro de la Cristiandad” en el siglo cuarto “como el tiempo cuando Jesús comenzó a ser marginado. Fue entonces cuando el emperador romano, Constantino I, adoptó la fe cristiana y decidió reemplazar el paganismo con el cristianismo como la fe imperial”. El giro, la subversión del cristianismo la llama Jacques Ellul en un libro del mismo título, consistió en que un hecho político condujo a una nueva convicción doctrinal. El cristianismo antes perseguido se transformó en una empresa político/religiosa perseguidora.
La fe cristiana, liberada de la
Cautividad del Régimen de Cristiandad, tiene la oportunidad de hacer misión al estilo de Jesús, misión sin conquista, en la que es respetada la dignidad humana. Para tener más pistas sobre esta misión liberada del yugo del poder, el libro de Stuart Murray nos ofrece estimulantes pistas.
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