Consistía en un programa de eutanasia activa de los enfermos mentales, que eran eliminados para ahorrarle costes sociales a la nación en un momento de seria crisis económica. Es difícil comprender cómo los médicos aceptaron acríticamente lo que se les proponía desde el poder, sin chistar, sin preguntar, sin cuestionar lo que desde un gobierno democrático –en efecto, elegido por una mayoría– se les indicaba.
Los que tuvieron remordimientos de conciencia los acallaron asumiendo que se trataba de una cuestión política que la sociedad debía resolver por mecanismos democráticos, y el gobierno contaba con una mayoría parlamentaria que lo apoyaba.
No me voy a ocupar ahora de comparar la propia Aktion T4 con otras iniciativas actuales, quiero centrarme en el proceso por el que los doctores alemanes asumieron acrítica e irresponsablemente las directrices del poder. Se ha dicho que se trató de una locura colectiva, pero no fue tal: ni se volvieron locos ni eran una panda de descerebrados, estaban en la cima de la Medicina mundial;
lo que sucedió fue que renunciaron a sus valores y a su conciencia ante una mayoría social y unos poderes democráticamente elegidos. Siendo así, la cosa es más alarmante porque supone que hoy nosotros mismos no estamos libres de caer en una irresponsabilidad semejante. Y no puedo dejar de pensar que entre ellos había muchos evangélicos.
¿Qué harías tú si fueses psiquiatra, neurólogo, endocrinólogo o médico de familia en la Alemania do 1939? ¿Te opondrías a la Aktion T4? ¿O callarías asumiendo las decisiones de la mayoría social y parlamentaria? ¿Manifestarías públicamente tu desacuerdo? ¿Pagarías el precio por hacerlo? ¿Correrías el riesgo de ser tachado de conservador reaccionario carente de sensibilidad social, de oponerte a lo que se entendía como progresista, a la mayoría democrática? ¿Reclamarías tu derecho a la objeción de conciencia? ¿Y con qué argumentos?
Las preguntas son pertinentes porque hoy, aquí, se vuelve a poner en cuestión el derecho a la objeción de conciencia. Se habla de ajustar y regular su ejercicio, ¿y acaso es razonable enfrentar como excluyentes un derecho democrático y una política determinada? No voy ahora a valorar la política del gobierno sobre el aborto, pero algo es obvio: si la administración decide asegurar el acceso a la práctica del aborto, tiene mecanismos suficientes para hacerlo sin pisar el inalienable derecho de cada médico a la objeción de conciencia.
Acabamos de conocer también una iniciativa de Jueces por la Democracia, FADSP y otras organizaciones(2) que pretende restringir este derecho fundamental y manifiesta que “en democracia, la única forma legítima de luchar contra leyes que se consideran injustas pasa necesariamente por la consecución de mayorías parlamentarias capaces de modificar las leyes”. Identifico semejanzas con el pasado en el argumentario que dice que las leyes adoptadas por una mayoría parlamentaria son legítimas siempre y el individuo no tiene derecho a oponerse a ellas de forma sistemática ni boicotear su cumplimiento, sino debe en todo caso buscar una nueva mayoría parlamentaria que las modifique; así, los derechos de la mayoría y el poder político prevalecen sobre los derechos fundamentales de la persona.
Apliquemos el razonamiento a la Alemania de 1939 (ojo, con un gobierno que no había llegado al poder por un golpe de estado, sino por elecciones libres): ante la Aktion 4, el argumento de los Jueces por la Democracia y la FADSP apoyaría el sometimiento acrítico de los médicos alemanes y les exigiría cumplir con la normativa democráticamente apoyada por una mayoría parlamentaria, sin bloquear la eficacia de la Aktion T4 con reclamaciones de objeción de conciencia. En efecto, en coherencia con esto, las organizaciones citadas reclaman medidas coercitivas que restrinjan la objeción de conciencia proponiendo en su caso “las necesarias políticas de contratación y redistribución de personal”. Sorprende que estos jueces desconozcan que en democracia uno se puede enfrentar a leyes que considera injustas buscando nuevas mayorías parlamentarias, pero es igualmente legítimo plantar ante ellas la objeción de conciencia en casos como la práctica del aborto. Este derecho no está sometido a los cambiantes equilibrios parlamentarios, ni los concede el parlamento ni el gobierno; éstos sencillamente lo deben reconocer y proteger porque es un derecho previo básico.
El respeto a la objeción de conciencia es el test definitivo de la salud democrática de una sociedad. La falta de madurez democrática hace que muchos entiendan el sistema democrático como el gobierno de la mayoría, sin más, pero quienes llevan siglos de poso democrático saben que el meollo de la democracia nace en los derechos de la persona, derechos que no pueden ser tocados por ningún cambio de mayoría parlamentaria porque ninguna sociedad democrática los puede negar. Es por eso que la
Bill of Rights americana y la Declaración de Derechos del Hombre francesa son los documentos fundamentales de la democracia en esos países, y preservan los inalienables derechos de la persona frente al estado. Estos derechos no son una concesión del gobierno ni del parlamento, no precisan ser regulados, controlados; sólo hay que reconocerlos; no hay que establecer un registro de potenciales usuarios de esos derechos (como el registro de médicos objetores que se pretende establecer), porque todos y cada uno de nosotros los podemos reclamar en todo momento. Si los laminamos, nos desprotegemos ante las tendencias al totalitarismo que tiene en latencia todo poder –incluso el democrático–; uno de estos derechos es el de la objeción de conciencia.
Esta es la hora en la que los médicos, que defendemos al ser humano por profesión y por vocación, nos plantemos con valentía en defensa del derecho a la objeción de conciencia; no vale delegar nuestra postura en el criterio socio-político mayoritario, cada uno de nosotros es personalmente responsable de actuar en conciencia por encima de cualquier presión socio-política.
¡Quién pudiera volver atrás la historia y contagiar de esta convicción a los médicos alemanes de 1939! El derecho a la objeción de conciencia es tan importante y tiene tanta relevancia práctica que, si nuestros colegas lo hubiesen defendido con convicción ante el gobierno, habrían cambiado el curso de los acontecimientos. Pero su silencio, su pasividad tuvo consecuencias: la Aktion T4 fue el antecedente del holocausto.
1) Sus dos hijos (uno de ellos, Dietrich) y su yerno fueron ejecutados por su oposición al nazismo (LIFTON, RJ: The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of Genocide, p. 81)
2) http://www.fadsp.org/pdf/OBJECION%20CONCIENCIA%20SANITARIA.doc
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