El énfasis
latinoamericano no es casual, pues se trata de evidenciar que no sólo en los países cuya herencia religiosa calvinista es muy directa se estudian y valoran las aportaciones para la fe cristiana de este nombre tan relevante para la historia de la Iglesia.
Así, luego de una introducción a cargo del secretario general de AIPRAL, en la que se recuerdan algunos de los eventos y publicaciones patrocinados por este organismo y otros más,
aparecen los textos provenientes de nueve países agrupados en siete secciones, varios de los cuales fueron expuestos en la consulta de octubre de 2009, en Barranquilla, Colombia. En
la primera, “Perspectivas generales”, el pastor Enrique Vijver hace una breve reflexión sobre Calvino en la que destaca la función moral de su tradición. Dice, por ejemplo: “El aspecto fuerte de esta moral calvinista es su énfasis en la responsabilidad humana por el mundo. El hombre vive en el mundo para dedicarse a él y para cuidarlo bien. El calvinismo en todas sus versiones siempre ha tenido un interés muy grande en la ética. En muchas iglesias calvinistas la lectura del Decálogo todavía ocupa en lugar importante en la liturgia”.
Walter Altmann, desde el luteranismo brasileño, se apropia de la tradición refomada y la ve como expresión de pertenencia a una fe común. Alain Besançon, desde Francia, en un magnífico texto publicado por
L´Osservatore Romano, expone la “rehabilitación” que, desde el catolicismo, se ha practicado en ocasión de este aniversario. Eduardo Galasso Faria, a su vez, resume las relaciones de Calvino con dos referentes fundamentales: el humanismo y el reformismo del siglo XVI. L. Cervantes-Ortiz habla de las diversas herencias que ha generado Calvino en el medio latinoamericano, especialmente ante la existencia de cierto conservadurismo predominante.
La segunda parte (“Biblia, fe y teología”) incluye tres textos. Lysias Oliveira dos Santos estudia el trabajo exegético de Calvino y su contexto, mediante un fino análisis. Milton Mejía se centra en la importancia del Espíritu Santo en la teología calviniana. Y Armando Araújo Silvestre revisa el complejo trato de Calvino con los llamados “herejes” de su tiempo, destacando por supuesto, el manejo que recibió el caso de Servet.
En la tercera sección (“Impacto socio-político y económico”), Alberto F. Roldán profundiza creativamente en las características “mundanas” de la obra teológica de Calvino, es decir, la manera en que este esfuerzo puede vincularse con las exigentes y complejas realidades del “mundo real”. Mariano Ávila desarrolla las implicaciones del calvinismo para el surgimiento de la democracia en Occidente. A su vez, Rodolfo Haan discute con la teoría weberiana sobre el impacto de Calvino en la práctica económica capitalista. Como parte de su análisis, señala: “La
perspectiva social en Calvino siempre es la suerte del pobre, excluido del bienestar económico reservado para los ricos. La ´iglesia de los pobres´ de la teología de la liberación recibe un sentido muy profundo en Calvino. Considera a los pobres como aquellos que han de
instruir a la dirección de la iglesia (con una referencia a Mateo 26, 11)”. Galasso Faria se refiere más al impacto social de Calvino al incluir las referencias históricas propias del protestantismo latinoamericano, especialmente a partir de los años 50 y 60 del pasado (mediante la labor de Richard Shaull) y el surgimiento del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina.
Sobre el impacto cultural, motivo del siguiente apartado, Cervantes-Ortiz hace una revisión de los elementos reconocibles en diversas manifestaciones artísticas de varias épocas y José de Segovia (desde España) escribe sobre la importancia de la manera en que Calvino trabajó los Salmos para la música protestante y cristiana en general. En ese sentido, afirma: “Calvino quería disponer del Salterio en primer lugar en una versión en lengua vulgar, pero también acompañada de una música que se pudiera cantar monódicamente, alejada de las florituras y ornamentaciones, para ser fácilmente asimilable por los fieles”.
La quinta sección se ocupa de las lecturas específicamente latinoamericanas del legado calviniano. Allí, Obed Vizcaíno Nájera realiza una actualización sociopolítica en el contexto venezolano actual y la posibilidad de dialogar con la fe calvinista como un sólido insumo para la lucha por el cambio. Sergio Arce Martínez, por su parte, en el discurso pronunciado en la inauguración del monumento a Calvino en La Habana, resalta el papel revolucionario de su pensamiento para nuestro continente y cita una de sus frases menos conocidas entre nosotros: “Dios usa las revoluciones para castigar a los que explotan el trabajo ajeno, puesto que no podrá encontrarse mayor violencia que la de hacer morir de hambre… a aquellos que nos proveen de pan con su trabajo”. En esta sección se incluye también la transcripción de una entrevista radiofónica con Reinerio Arce sobre la importancia del jubileo calviniano. Milcíades Púa, rector de la CUR, reflexiona sobre la necesidad de “afinar” el “ser reformado/a” como parte de la búsqueda de una mayor fidelidad al Evangelio y a la praxis que éste demanda.
En la penúltima sección, “Nuevas interpretaciones”, Zwinglio Dias encuentra y comparte a “un Calvino desconocido”, esto es, la imagen más pastoral (si esto fuera posible) y “política”, y por lo mismo, más desafiante, que ciertas tendencias eclesiástico-dogmáticas han condenado al silencio. Sostiene, por ejemplo, que: “Su visión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado determinó su posición como cristiano, ciudadano y político. En su perspectiva, estas tres cualidades son simultáneas e inseparables. O sea que el cristiano, en cuanto ciudadano de este mundo y partícipe del pueblo de Dios, está definitivamente implicado en el proceso de ordenamiento da vida de la comunidad humana, o sea, la política. Todo esto adviene de la comprensión del sentido de la vocación cristiana en el mundo y de las relaciones entre la comunidad cristiana y la comunidad civil”. Rubén J. Arjona Mejía explora una zona también diferente del calvinismo: la que tiene que ver con el placer y la llamada “buena vida”.
Finalmente, la última sección reúne tres reseñas de libros recientes sobre Calvino. La primera, de Roldán es un diálogo con el trabajo de la profesora española Marta García-Alonso acerca de la teología política de Calvino en el marco de la discusión sobre los inicios de la modernidad.
La segunda, de la propia doctora García-Alonso, discute el trabajo de Antonio Rivera G. sobre el supuesto “republicanismo” en la teoría y práctica políticas derivadas del pensamiento calviniano.
Mejía cierra el libro con una revisión del libro introductorio a la vida y obra de Calvino, del doctor Salatiel Palomino. Encuentra en él “un buen panorama de lo que fue la obra bíblica y teológica de Calvino sin negar las criticas que tuvo y lo que algunos consideran negativo en la vida del reformador” y algunos “elementos y herramientas para que desde nuestra identidad latina y desde nuestra perspectiva reformada tratemos de dar respuesta a los problemas sociales que estamos viviendo y a la crisis que tienen nuestras iglesias para anunciar la esperanza del Evangelio y convertirse en comunidades donde podamos vivir lo que Dios desea para todos los seres humanos y para su creación”.
En suma, este trabajo colectivo se ofrece como un recurso de apoyo y consolidación de la identidad reformada para las iglesias y comunidades que reivindican esta herencia teológica y desean actualizarla en nuestro continente de la manera más pertinente posible. Esperamos que así sea y pronto sepamos de testimonios al respecto.
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