Breviario del sosiego/ 51

El más execrable materialismo es aquel que se exhibe maquillado de espiritualidad.


Estás enamorado: piensas menos y sientes más.


Tu traje es para otra región y para otro albergue. Anda con cuidado, pues las fronteras desprenden chispas de desvarío.


Desde la sombra te difaman o se burlan de tu conducta. Deja que te lancen esos dardos, pues tu fuerza los hará inocuos.


Al clemente no le aflige su misericordia.


¿Cuántos no han caído en la dictadura del parecer de tanto denostar el hacer? ¿Será que por no hacer expresan las vicisitudes de su conflicto? Mucho querer ser sin siquiera encender alguna lámpara.


Confía en la Justicia cuyo propósito no declina ni ante los príncipes del dinero. Existe, aunque sea inusual.


Su ternura aumenta mis ganas de firmar armisticios. Cuando así me trata, sabe que ya no plantaré batalla.


¿El disfraz del consuelo es la expiación de todo fracaso?


No te amuralles en la dureza. Mejor dormitar bajo el viento sedoso, en las extensiones sin límites del amor.


Bienaventurado soy porque tengo por grande escudo a un dios vivo.


Se han de posar las aguas en orillas donde sangre la sal.


Escribir con el humor y la melancolía. Así hasta el último fondo del lenguaje.


Hoy, en ciertas iglesias, se privilegia lo musical, en desmedro de la Palabra. Por otro lado, hay quien usa el púlpito para demostrar su poderosa noción del espectáculo.


Al menos en una seña de identidad el cristiano debe semejarse al gladiador: en tener el cuerpo lleno de cicatrices.


Por algo ocurre la visión que traspasa la noche de lado a lado. Por algo es irrevocable el revés de la luz.


Hay demasiados emisarios de campañas inútiles. Altísimo precio en los páramos paganos.


Otra capa de deseo colorea tu piel a la velocidad del relámpago. Y yo a ciegas saqueo entre tus ramas.