“Por favor sigan orando. Las vecinas han dicho que esta madrugada – a eso de las 5- los soldados atacaron al campamento. Ellas están asustadas y se van para allá, queriendo saber de sus familiares”. Este mensaje llegó desde El Aaiún el pasado lunes 8.
Marginados en su propia tierra, los saharauis decidieron hacerse visibles y reclamar justicia social. Sin levantar banderas políticas, sin mencionar palabras como autonomía o autodeterminación, sus reclamos fueron: trabajo, vivienda digna y participación en las ganancias producidas por la explotación de los recursos naturales de su territorio (administrado por Marruecos desde hace 35 años, cuando organizó la famosa Marcha Verde).
Para que su voz fuera oída, buscaron llamar la atención acampando en el desierto –su hábitat natural por generaciones-, a 18 kilómetros de El Aaiún, ciudad capital del Sahara Occidental, ex Sahara Español. Primero fue un puñado de familias –que desde hace meses venían urdiendo en silencio el plan-, y con el correr de los días se fueron agregando más y más personas, hombres, mujeres, niños... Cien, doscientos, trescientos, hasta sobrepasar los veinte mil.
Las jaimas (tiendas) se multiplicaron y también la necesidad de agua y comida. El tráfico entre el campamento en Gdeim Izik y la ciudad se hizo mayor y la situación comenzó a incomodar al gobierno. Se dijo que negociaban, que se estaban reuniendo los líderes del campamento con las autoridades de la ciudad para encontrar una solución. Pero el cerco se estrechó, la presencia de policías y militares se hizo intimidatoria. Los controles apostados en las inmediaciones del campamento dificultaban el abastecimiento y llegó el día en que murió un adolescente saharaui cuando el vehículo en que viajaba se saltó un puesto de control.
El campamento siguió creciendo y los ánimos se caldearon.
No llegó a conocerse ninguna medida propuesta por el gobierno de Marruecos para satisfacer las demandas de los manifestantes. Y llegó la madrugada del lunes 8 de noviembre. Coincidiendo con el inicio de una nueva rueda de conversaciones entre Marruecos y el Frente Polisario en Nueva York, el ejército marroquí entró en el campamento, después de haber advertido el día anterior que evacuaran a mujeres y niños “o se atuvieran a las consecuencias”. Las consecuencias fueron destrucción y muerte en el campamento y la ciudad, donde los saharauis reaccionaron también con violencia.
Poco fue lo que la prensa internacional pudo informar en un primer momento. Hubo interrupción del servicio de internet, ocultamiento de información, expulsión de periodistas, etc. De fuentes confiables recibimos estos datos de lo que sucedió después del violento desalojo del campamento:
“En la noche de ayer (martes) han detenido a Brahim Ismaili, conocido defensor de los derechos humanos saharaui. Entraron a su casa y se lo llevaron. También a otro joven.
Me cuentan que han encontrado a 18 mujeres muertas, también 7 hombres y un niño de 7 años. Parece ser que hay fosas comunes por la zona del campamento de Gdim Izik, pero es muy difícil acercarse. Ahora mismo, 13:40 horas del miércoles, en El Aaiún siguen el ejército y la gendarmería atacando a los saharauis en los barrios de Maatala, Auda y Douerat y en la Avda de Smara. Muchas detenciones y mucha barbarie”.
Donde se levantaba el campamento “quedan cadáveres y heridos, pero no hay manera de acercarse”, declaró alguien que logró enviar un SMS. Por este medio y por chat se pudo conocer en el exterior que las fuerzas marroquíes habían organizado partidas de ciudadanos-colonos marroquíes acompañados de policías y soldados, que iban por los barrios donde viven los saharauis, deteniendo gente, y que los colonos aprovechaban para hacer pillaje y robar las tiendas de los saharauis. “De los detenidos, nada se sabe; se los llevan a lugares desconocidos y oficialmente no constarán en ningún lugar”. Una joven contó a su amiga en España que por la noche habían entrado marroquíes en su casa y le habían pegado a toda su familia, incluido su padre, que es un anciano.
Impunidad. Complicidad de la comunidad internacional, que prioriza intereses políticos y económicos a la defensa de Derechos Humanos. Dolor. Impotencia.
No tomamos una postura política ni nos entrometemos en causas internas de los Estados. Pero reclamamos el respeto a los Derechos Humanos. De los saharauis y todos los pueblos de la Tierra.
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