Son también varias las ocasiones en las que me he encontrado en la calle con inmigrantes, mendigos, trotamundos, gente con problemas de alcohol, drogas, etc, y a los cuales, además de evangelizarles, les he ofrecido la oportunidad de ir al centro y visitar la iglesia. Debo de confesar que no he tenido suerte hasta ahora; a unos los he citado en un lugar y no han vuelto a aparecer; otros han abandonado el centro a los dos días de estancia; otros más, en plena calle, al no darles dinero (no suelo dar dinero por el bien de ellos) me han montado un escándalo delante de los transeúntes; a algunos que pedían para comer los he llevado a un bar y les he comprado un bocadillo, pero al verles comer me daba la sensación de que no tenían mucha hambre, sino que más que pan, buscaban otra cosa.
A pesar de estos aparentes fracasos y decepciones, no dejaré de prestar ayuda a los necesitados conforme a mis humildes posibilidades, pero si me gustaría hacer una reflexión sobre estas experiencias que he vivido y sobre las muchas voces sociales que escucho y que claman justicia para lo más los desfavorecidos; voces necesarias y razonables en muchos casos, pero demagógicas e injustas en otros, defendiendo a los pobres y atacando a los ricos. ONGs, asociaciones contra el racismo, periodistas, escritores, etc, despotrican llenos de prejuicios y ceguera contra la opulencia de occidente y los ricos acusándolos de ser los causantes de todos lo males. Yo no digo que no tengan razón en parte, pero también pienso que olvidan que los pobres también pecan y causan problemas a la sociedad.
Se han hecho manifestaciones en occidente contra los gobernantes de países ricos, Bush, Sarkozy, el G20, pero no se hace lo propio con los presidentes y figuras de países pobres que matan de hambre a sus ciudadanos o empobrecen su nación. ¿Alguien ha visto en Europa una manifestación contra el norcoreano Kin Jong II, Bin Laden o el presidente Iraní Ahmadineyad? ¿Qué decir de Israel, los palestinos y Hamás? La culpa siempre la tienen los primeros; los segundos son los pobres y oprimidos, claro que no importa que éstos inciten a sus niños al odio, o a empuñar una pistola contra los judíos. Se protesta contra la policía cuando golpea a un manifestante (a veces inmigrantes, parados, etc), pero cuando es al contrario, y el policía cae derribado, el suceso no tiene la misma trascendencia. ¡Cuánta hipocresía¡ ¿Donde está la justicia? ¿Sólo cae del lado de los pobres, aunque estos sean igual de malignos que los poderosos o los ricos?
Es obvio que la Biblia habla en favor de los pobres. Jesús se preocupó de ellos y se encargó de recordar a sus discípulos la necesidad de hacer justicia y dar limosna. Santiago denunció en su epístola a los ricos opresores, y las Escrituras nos muestran varios pasajes que reflejan la injusticia y avaricia de los ricos o más pudientes frente a los más necesitados (léase el caso del joven rico confrontado por Jesús, el rico y Lázaro, Laban, Nabal…)
Sin embargo, la Biblia también nos muestra el pecado de los pobres. En el libro de proverbios se nos menciona la tentación de aquellos que poseen escasos recursos y que por ello pueden llegar a ofender a Dios:
”No me des pobreza ni riqueza… no sea que siendo pobre, hurte y blasfeme el nombre de mi Dios”. El evangelio nos presenta a Jesús reprendiendo a las multitudes necesitadas por perseguir sólo lo material en detrimento de Su reino. Entre los diez leprosos que fueron sanados, solo uno volvió y mostró gratitud al Señor, ¿qué paso con los otros nueve? Cuando el maestro rogó a un afligido enfermo que no publicase la sanidad que hizo con él, aquel desobedeció anunciando a voces el milagro y poniendo en peligro el ministerio del Señor.
Hoy en día, denunciar a los pobres, es políticamente incorrecto, te tachan de xenófobo, racista, insolidario, insensible; olvidando que muchos ciudadanos honrados y pudientes, incluso ricos generosos que ayudan al pobre (ser rico no es pecado, sino pecado es el amor al dinero) están ya hartos de la inseguridad ciudadana, los robos a la clase trabajadora y empresas, la mofa que se hace de la ley por parte de los delincuentes, las triquiñuelas de los que piden en la calle, la agresividad de adolescentes extranjeros que se les ayuda y responden con insultos a los monitores y hasta queman el centro…
Debemos decirlo, muchos problemas son causados por aquellos que definimos como pobres, marginados, inmigrantes, vagabundos… Los cristianos estamos llamados a ser buenos pero no tontos: tenemos que denunciar igualmente a quienes se aprovechan de la generosidad y libertad de la sociedad, sean ricos o pobres. Bienvenidos los que son verdaderamente pobres y los extranjeros que acuden a este país a trabajar honradamente e integrarse en nuestra sociedad, pero mano dura contra aquellos que vienen a generar problemas, hacerse las victimas, y exigir derechos sin cumplir deberes.
Ayudemos a lo pobres, pero no olvidemos que éstos no se salvan porque son pobres, sino porque se arrepienten y creen en el Evangelio. Vayamos a los necesitados con dos panes bajo el brazo, un pan espiritual y otro material. Lo uno y lo otro han de ir juntos. Pero sobre todo no olvidemos que hay también unos pobres muy especiales que la sociedad ignora escandalosamente; y la iglesia europea, a veces, también. Se trata de los cristianos del tercer mundo y los perseguidos; ellos si que son pobres de verdad, y de ellos es el reino de los cielos. Escuchemos la exhortación del apóstol Pablo a los Gálatas:
“haced el bien a todos, pero mayormente a los de la familia de la fe”. ¿Son ellos nuestra prioridad?
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