La
aporofobia, el miedo a los pobres. No se les invitó al banquete, cuando la bonanza. Ahora sirven de chivos expiatorios y/o de carnaza electoral.
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Extraña es Europa hasta con los suyos. Legisla que no hay fronteras, pero expulsa a la pobre gente. “¡Buen viaje!”, les dice (en francés, italiano, alemán o danés). Pero sólo protestan algunos de los bien instalados. Y es que, a la inmensa mayoría (cristiana o atea), nada interesa de lo que suceda a los gitanos.
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Recordemos los protestantes (quienes protestan ante toda injusticia o quienes guardan silencios difíciles de justificar bajo la luz de los Evangelios), aquel poema perdurable de Martin Niemöller, pastor de origen alemán, preso en un campo de concentración por ser contrario a la
nazificación (sólo para arios; ningún judío, ni siquiera converso) de la iglesia protestante. Junto al necesario teólogo
Dietrich Bonhoeffer (léanlo cuanto puedan, querido hermanos), fundó la
Iglesia Confesante, bastión de un cristianismo universal en tiempos de oprobio. El conocido poema (más bien el fragmento de un sermón que diera en 1946, titulado “Que hubiera dicho Jesús”), por años se pensó que había sido escrito por Bertolt Brecht. Niemöller estuvo empáticamente próximo al surgimiento del nazismo y gozó de su protección; pero a tiempo se dio cuenta de la perversión que significaba. Y protestó:
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista./ Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío./ Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista./ Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante./ Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada". ***
Ginebra (bajo la regencia de Calvino) acogió a miles de refugiados religiosos que huyeron de los Países Bajos, Holanda, Francia o Italia. Pero dicho asilo a los protestantes perseguidos generó animadversiones entre los ciudadanos de vieja data. ¡Qué reseca es la conducta humana! ¡Sólo se humedece cuando le toca padecer lo que antes veía con distancia! Lo traigo al ahora, para reflexionar
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Explíquenme mejor cómo es eso de que los profesionales de la castidad se permiten pontificar sobre el sexo de las parejas.
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Que la amistad se muestre serena, sin estrépitos.
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No hay peor ciego que el que no quiere leer; máxime en esta aldea de sordos. Leer los Evangelios sirve también para salvarse de la mediocridad, madurar ámbitos de libertad y cultivar el espíritu.
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Tal la crianza de mi sangre, sin lianas ni cerriles dogmas pergeñados
a posteriori. ***
¿Alguna Misión para tu existir? Sí, casi siempre. Pero resérvate algún momento para observar a los patos salvajes nadando por el calmo río.
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Ten paciencia. Así se dice, desde que tengo uso de razón, mi padre. Así me digo yo.
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Rebusca y empápate de los clásicos. De otro modo, si únicamente ojeas la
modernez, tu pensamiento será famélico.
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Tanto parloteo desgasta la Fe.
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¡Oh morena, protege mis sueños o ampárame en tu bajo vientre para que renazca el estremecimiento, la vida sin instantes vacíos!
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Él doma leones sin importarle su fiereza. Sabe darles buen trato; y es correspondido.
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Los tropiezos te aportan humildad.
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Prefieren la inacción o ruegan por la inanición del proyecto de otros. Están convencidos de que sólo lo que ellos idean resulta imprescindible.
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Hemos dormido junto al río, entrelazados, mientras afuera el cielo nocturno no podía descansar por el cosquilleo de los fuegos artificiales. Las fiestas, en España, no pasan rápido todo el año.
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Siempre citando lo que leyó sin digerir. Está abrumado, con necesidad de un tratamiento que lo desenganche del pensamiento ajeno.
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Jolgorio de niños en los parques: breve historia de la felicidad.
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Unos pensaron que la revolución era para ser gerentes. Otros que en el Viejo Mundo o en los
Yunaites estaba el paraíso. Los de por estos lugares sitiaron el púlpito de uvas y se durmieron. Pero hubo pocos que sabían que el afán no deja dormir y usaron su corazón para amar.
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No esperéis a su muerte para empezar el largo panegírico. La loa, si resulta merecida, bien debe hacerse en vida.
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Lo mío es la ternura y el asombro. Y los amaneceres que no levantan vuelo y el temblor del pecho amado.
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La intuición y el aprendizaje es hasta el final, tanto para los padres como para los hijos.
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Delicia a los ojos del espíritu, fruto semejante a la cereza: yo te repito palabras sedosas, a lo largo de los años.
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