Que tus actos hablen más que tu boca.
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La traición no se justifica, ni siquiera para sobrevivir.
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Todo mortal sabe lo fácil que es perder la vida.
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¿Desde cuándo el consumo se tornó en sinónimo de felicidad?
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El Espíritu cogiéndote la oreja, dándote un tirón, por no haber madurado satisfecho.
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El cuerpo también es un lugar para arder, antes de dar bienvenida a las lluvias.
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Aquí un poeta coreano, de cierto desconocido para la inmensa mayoría, Chong Chi-Yong (1902-1950). Leamos unos versos suyos: “Como el ciervo sediento busca la fuente y bebe de sus aguas,/ así ahora me mojo la frente en la sangre santa de los pies clavados de Cristo.// ¡Oh, oh, abrazo al sol de la nueva alianza!”.
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A veces, en los sueños, la tierra natal llega caminando.
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¡Qué ilusión, conversan como hermanos dos que no se conocían hasta ayer! ¿Serán hermanos para siempre? Eso quisiera uno, sintiendo latir en la sangre la voz antigua del profeta que nos libra del Abismo.
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Indaga a tu memoria, que no mienta.
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Por un camino sin vientos la soledad golpea tu corazón.
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Eso tan poco que tienes, no lo derroches. Tu última moneda será para el invierno.
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El tiempo vivido ya está muerto, enfriándose en otros amaneceres, detrás de ninguna puerta.
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Tú, cristiano de todas partes, busca tu origen en el Sermón de la Montaña.
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No desames en medio de la calle, indiferente a la temperatura fiel de quien contigo dormía.
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Algunos son devorados por sus propias máscaras.
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Un gemido de Job, una desgarradura: ¡Sólo estás ante la eternidad, ante su coz! ¡Súbete a la parábola de la astilla cósmica que el Arquitecto sostiene en un soplo!
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Hemos enterrado la tristeza debajo del panal de las ácidas mieles.
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No hay espejos en las distancias borradas de todos los éxodos.
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Gonzalo Escudero (1903-1971), destacado poeta ecuatoriano, escribió: “A mi Dios le clamé que sólo me conceda/ la gracia de saber en mi postrimería/ hasta que lobreguez mi escultura de greda/ hurgará con la lengua mi panal de agonía”.
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Acaricia la piel leprosa, recoge sus pedacitos. Así sabrás en qué consiste el rechazo de los demás.
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Mi desposada, embriagado quedo bajo la gravitación de tus aromas.
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El bautizo del dolor a muchos fortifica para las negruras venideras.
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Un grande asombro. Leo en una entrevista reciente el pensamiento de mi paisano Mario Vargas Llosa. Siempre lo admiré como escritor; mucho menos por su defensa de sistemas que propician la injusticia con la aparente bondad de las oportunidades (igual o peor que lo que se atacaba). Pues ahora el arequipeño sentencia que el sistema en el que estamos instalados está “Degradado por la codicia”
. Ante una pregunta sobre su otrora optimismo por el progreso del mundo, el lo mantiene en lo material, pero concluye: “…lo que va a colapsar es lo otro, los valores, los principios, la cultura, la ética, que están en absoluta decadencia. Piensa en la corrupción monstruosa que está detrás de la crisis que vivimos hoy. Esa crisis no es una crisis, digamos, puramente financiera. Detrás de la conducta de los grandes banqueros, de los grandes empresarios, hay una moral degradada, profundamente depravada por la codicia. Y esa es una forma terrible de incultura. De eso hablaban todos los grandes pensadores liberales, desde Adam Smith hasta Hayek o Popper. Decían: la libertad, que es el gran instrumento del progreso, si no viene sólidamente fundada, sostenida, por una espiritualidad y una cultura rica, creativa, crítica, en constante renovación, puede llevarnos al abismo. Es exactamente lo que está ocurriendo con la cultura. El progreso moderno es un progreso tecnológico, material, pero el otro se ha degradado a unos extremos…”.
Tomen nota aquellos fervientes defensores de los pocos que esquilman a los muchos, entre ellos los del Tea Party, para vergüenza nuestra. Mucho cacareo espiritual, cuando detrás está el dios dinero.
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