Nadie que se esté muriendo de sed pide cortésmente que le traigan un vaso de agua «si no es mucha la molestia»; ni nadie que se esté ahogando ruega que, si son tan amables, consigan una cuerda, de ser posible. El sediento clama por «¡Aguaaaaaaa!» y el que se está ahogando grita: «¡Auxilioooooo! ¡Ayúdenmeeeeeee!»
Un clamor exige que el que clama dé a su palabra el tono de urgencia que la situación requiere. ¡No hay dilación posible! ¡O es ahora o es nunca!
Desde hace 37 años, en Puerto Rico se viene escuchando un clamor que pareciera que cada vez resuena con más fuerza en el ámbito nacional. Un clamor que, como el de Juan el Bautista, busca que la sociedad puertorriqueña «enderece sus sendas».(*)
No es un clamor con énfasis político, aunque no deja de incursionar, circunstancialmente, por ese terreno; no es un clamor de tinte social, aunque este aspecto de la vida está siempre presente en la brega; no es un clamor que enfatice las buenas costumbres, aunque, por supuesto, tiende a eso. Este clamor es un llamado a arrepentirse «porque el reino de los cielos se ha acercado»; es un llamado a enderezar el camino por el que va la nación o, por el cual la llevan sus líderes.
En términos prácticos, es una concentración multitudinaria de creyentes que se reúnen una vez en el año frente al Capitolio de San Juan para unir sus voces y pedir la intervención divina por una necesidad o situación específica. Cuenta con todo el apoyo de las autoridades civiles y policiales que dan las facilidades que se requieren para que la concentración se realice de acuerdo con lo programado.
El hombre que ha asumido esta tarea profética no se hace llamar profeta, aunque lo es, sin duda. No se hace llamar reverendo, aunque todo el mundo lo trata como tal. No le echa a nadie encima sus credenciales de ministro del Evangelio aunque amigos y enemigos tienen que reconocer que lo es.
Cuando se para en la plataforma que cada año se levanta para este propósito frente a la fachada principal del Capitolio y ante los miles de creyentes que allí se han congregado, lo hace con un mensaje claro, directo, contundente y denunciador.
Mientras lo escuchábamos este «Clamor a Dios 2010» el lunes 6 de septiembre recién pasado percibíamos en su palabra más fuego que el calor de alrededor de 95ºF que se sentía en Puerto Rico esa tarde.
En algún momento le pregunté por qué no aspiraba a un puesto público que lo conseguiría fácilmente con el gran pueblo que lo apoya. Pero me dijo: «Eso me comprometería con el sistema y no estoy dispuesto a negociar mi mensaje. Hay cosas que no son negociables y una de esas es mi fidelidad a la Palabra y al mensaje que Dios me ha dado para que entregue al pueblo de Puerto Rico primero y al latinoamericano después. Hago más donde estoy y como estoy que convertido en un político susceptible de ser dominado por el sistema cuya corrupción manifiesta en numerosas áreas Dios me ha mandado a combatir con el fuego de Su Palabra».
Tiene razón, sin duda.
Jorge Raschke —porque de
Jorge Raschke García es de quien estamos hablando— ha recibido de Dios una encomienda dura, difícil y dolorosa.
Cuando platicaba con él, lo veía un poco como Urías, aquel soldado del rey David a quien éste, para consumar una retahíla de embustes y pecados, mandó a que lo asignaran a la parte más peligrosa en la batalla, de modo que fuera una de las bajas seguras del ejército comandado por el general Joab, como en efecto ocurrió. Hay, sin embargo, grandes diferencias en uno y en otro caso. Porque si bien Jorge ha sido mandado a ubicarse en la parte más dura y difícil de la lucha espiritual, la orden no se la ha dado ser humano alguno sino el mismísimo Dios. Y Dios ha sido quien lo ha protegido para que no lo maten los ataques del enemigo; ha sido Dios quien lo ha venido reivindicando de los arañazos y golpes con que intentan, sin
conseguirlo, acallar su voz; ha sido Dios quien le ha venido devolviendo lo que le han quitado o le han querido quitar; es Dios quien lo sostiene, quien desvía las flechas envenenadas que le lanzan de uno y otro lado; es Dios quien, como ocurrió con el ejército sirio que amenazaba con aplastar a los habitantes de Samaria y que fue confundido por el Señor todopoderoso infligiéndole la derrota más humillante (puedes leer la historia en
2 Reyes caps. 6 y 7) ha venido confundiendo a quienes se oponen a su mensaje y quieren acallarlo; es Dios quien le da salud y que le procuró la ayuda idónea que le permite salir de casa por la mañana y regresar, confiado, por la tarde.
Me dediqué a escucharle con atención y a quienes en algún momento ocuparon la plataforma aquel lunes 6 de septiembre. Y una cosa es clara: El nombre de Jesucristo es exaltado y el mensaje es cristo/bibliocéntrico. Puede ser un niño que predica, una niña que canta; un conjunto musical o un líder ministerial o laico que se dirige a la audiencia pero quienquiera que sea, nadie traiciona la fidelidad al Dios vivo y al Cristo triunfante.
La gloria es para Dios y nada más que para Él.
Y esto es garantía de victoria. Victoria del bien sobre el mal, preséntese éste en la forma que sea. El mal siempre es mal y al final, será derrotado como lo ha sido una y cien veces en la vida de Jorge Raschke.(**)
Este año, el «Clamor a Dios» tuvo como tema central la defensa de la familia en cuanto célula básica de la sociedad. Tuvo, como tema central, la defensa de los niños, especialmente en el contexto de proteger la santidad de sus hogares y mejorar la calidad de la educación que el estado les da. Tuvo, como tema central, la oposición abierta al matrimonio entre personas del mismo sexo, algo que ha venido alcanzando niveles sorprendentes en Puerto Rico, como en otros países del subcontinente latinoamericano. «Dios no creó a dos Adanes para que formaran una familia», dijo Raschke en su mensaje, «ni creó a dos Evas para que vivieran juntas, como marido y mujer. Creó a un hombre, Adán, y a una mujer, Eva, y les dijo: Creced y multiplicaos y henchid la tierra».
Contrariamente a la forma en que sus enemigos en esta lucha lo interpretan, tanto en la conferencia de prensa que ofreció a los medios puertorriqueños la mañana del lunes 6 como en su mensaje horas después, reiteró su mejor disposición para reunirse con homosexuales y lesbianas y discutir con ellos el tema. Reiteró que su palabra profética, si bien es dura y directa, está provista del amor que debe distinguir todos los mensajes que se dan en el nombre de Dios. Reiteró su decisión de seguir luchando para que la sociedad puertorriqueña se sujete a las normas éticas y morales expuestas por Cristo y que se encuentran claramente definidas en la Biblia, pero dejó claro que su bandera es la del Dios de amor y del Cristo quien no vaciló en llamar a los lideres políticos y religiosos de su tiempo con expresiones tan duras como «sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia», «generación de víboras» e «hipócritas que coláis el mosquito y tragáis el camello» (Evangelio según San Mateo).
Jorge Raschke y su «Clamor a Dios» no han pasado desapercibidos en la vida de la sociedad puertorriqueña. Y si bien aun hay muchos caminos torcidos que enderezar, sin duda que se han alcanzado grandes logros.
Todavía falta que la iglesia se purifique; que los líderes sigan el ejemplo de este profeta del siglo XXI, que el pueblo se humille para que Dios le devuelva el poder de su voz, que los políticos entiendan que no se puede gobernar a espaldas de la voluntad de Dios porque tarde o temprano la mano pesada del Todopoderoso caerá sobre quienes optan por hacer mal o intentan tocar al ungido de Jehová. Ya ha habido pruebas fehacientes de ello.
(*) Clamor se transmite por Radio Clamor y se retransmite por radio y televisión a prácticamente todos los países de Centro y Sud América y el Caribe. Se calcula que potencialmente son varios millones los oyentes/televidentes que escuchan/ven el Clamor que se origina junto a las centenarias fortificaciones del Viejo San Juan.
(**) Pronto, si Dios quiere, estaremos el Rev. Raschke y yo formando equipo nuevamente para escribir la segunda parte de su primer libro La batalla final y, su autobiografía.
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